Hay muchos voluntarios que dedican parte de su tiempo en cuerpo y alma a ayudar a distintos colectivos, como ancianos o enfermos psíquicos, a hacerles compañía dándoles conversación o leyéndoles un libro y haciendo lo que pueden para hacerles más llevadera la existencia. Son personas desconocidas para los que atienden, pero ahí están. Y lo hacen con alegría tendiéndoles la mano.

Son cada vez más los jóvenes que se dedican a mirar por el prójimo más necesitado de esa compañía. Si no fuera por ellos, mucha gente viviría sola. De la juventud dirán lo que quieran, pero en las asociaciones hemos comprobado que no son como los pintan.