hace unos días los telescopios de la NASA captaron el choque entre dos galaxias cerca de un agujero negro, en la constelación de Cáncer. Las colisiones y fusiones entre galaxias no son algo excepcional, sino que se dan con relativa frecuencia, así como tampoco son raros los actos de canibalismo de las galaxias grandes sobre las pequeñas. Los efectos de estas colisiones -un choque frontal a una velocidad de un millón de kilómetros por hora- no son apocalípticos para las estrellas, ya que los astros individuales sólo son afectados en su trayectoria pasando a depender de la nueva galaxia formada.
En el Universo no hay nada estático, todos sus elementos están en continuo movimiento. Quien tenga miedo a la velocidad que se agarre: nuestra galaxia gira en su órbita a 975.000 kilómetros por hora, una velocidad muy superior a la que se creía hasta ahora, y por tanto existen muchas más posibilidades de colisión en el futuro con la vecina galaxia de Andrómeda. Pero este acontecimiento lo único que producirá será una nueva supergalaxia, suma de las dos originales.
Aunque no nos damos cuenta, la Tierra, el Sol y la Vía Láctea nos llevan de viaje a una velocidad de vértigo por el Universo. Sin embargo, pese a las increíbles velocidades en juego, no experimentamos ninguna de las sensaciones de movimiento que aparecen por ejemplo cuando viajamos en tren o en avión. La razón es sencilla: esas sensaciones no dependen de la velocidad en sí misma, sino de los cambios de velocidad, es decir, de las aceleraciones y de las fuerzas que las producen. Las mismas fuerzas que impulsan a la Tierra actúan también sobre nuestro cuerpo y por lo tanto no generan ninguna diferencia de aceleración entre nosotros y el planeta que tenemos bajo nuestros pies y que es nuestro punto de referencia. El movimiento más lento de la Tierra es el de rotación sobre su propio eje, causa de la alternancia del día y de la noche, y pese a que alcanza los 1.600 kilómetros por hora en el ecuador terrestre tampoco sentimos en nuestro cuerpo ese movimiento. Bastante mayor es la velocidad con que se desplaza la Tierra alrededor del Sol: 100.000 kilómetros por hora, apenas el 10 % de la velocidad con que el mismo Sol se desplaza dentro de la galaxia.
Pero esto no es todo, como un cuerpo único, el Grupo Local, un conjunto de galaxias a la que pertenece la nuestra, se precipita a una velocidad de unos dos millones de kilómetros por hora hacia un descomunal conglomerado cósmico de materia, el cúmulo de Virgo, al que los científicos llaman el Gran Atractor, que con más de 2000 galaxias ejerce un gran tirón gravitatorio hacia nosotros.
Pero lo mejor de todo es que la expansión del Universo se está acelerando exponencialmente y puesto que la energía causante de la aceleración del espacio-tiempo no ha podido ser observada de forma directa, se ha dado en llamarla energía oscura. Ésta es una hipotética forma de materia que estaría presente en todo el espacio llenando uniformemente el espacio vacío y acelerando la expansión. Pero sólo es una hipótesis.
Si todo cuanto existe surgió de una colosal explosión, del Big Bang, no nos debería extrañar esa desenfrenada carrera de las estrellas y galaxias hacia no se sabe dónde. Mientras, en este universo complejísimo e impredecible la materia aprovecha las escasas circunstancias favorables que se le presentan para evolucionar y producir, entre otras cosas, seres inteligentes que se maravillan de lo que ocurre a su alrededor, que alucinan al contemplar la realidad en la que viven.
Patxi Aranguren Martiarena
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