son tantos los millones de vehículos que se desplazan en estas fechas que cada vez se insiste más en la observancia de la precaución y las normas del tráfico en la carretera. Vaya por delante mi convencimiento de que la cultura al volante no sólo es esencial para reducir al máximo los accidentes y las víctimas, sino que la considero uno de los indicadores que determinan cuándo una sociedad puede considerarse realmente civilizada.

Pero hay un punto débil en la cadena que no podemos silenciar: la dificultad rayana en la imposibilidad de cumplir ciertas normas del código de circulación. Un ejemplo lo tenemos en cantidad con las señales de limitación de la velocidad, sobre todo en los tramos en que se prohíbe circular a más de 20, 30, 40 o 60 km/h. en algunos puntos. Muchas de estas señales llevan años en el mismo lugar, cuando lo cierto es que ni la seguridad de los vehículos de hoy ni la de las carreteras son las mismas de hace 20 o 30 años.

Hay otro ejemplo si cabe más problemático, donde la realidad de las normas de tráfico van por un lado distinto a los hechos cotidianos. Me refiero a la distancia de seguridad entre vehículos ante el riesgo de colisión por alcance trasero respecto a los que nos preceden. La mayoría de alcances se producen en las retenciones de tráfico y caravanas, cada vez más frecuentes en autovías y autopistas a causa de la saturación del tráfico, sin necesidad de que se haya producido un despiste, una avería o un accidente. Pero, ¿qué dice la ley sobre la distancia de seguridad y cuál es la que debemos observar?

La ley obliga a guardar una distancia a todo conductor de vehículo que circule detrás de otro. Si no se tiene intención de adelantar, dicha distancia mínima será de 50 metros, un margen suficiente para detenerse a tiempo en caso de frenada brusca en condiciones normales. Pero la distancia que debemos observar para reaccionar adecuadamente ante una situación imprevista puede ser mayor. Si circulamos, por ejemplo, a 90 km/h, la distancia exigida sería de 81 metros, sin olvidarnos de que la distancia de seguridad en calzadas con el pavimento mojado es el doble que en los tramos secos. Si un vehículo circula a 120 kilómetros por hora, en 3 segundos recorrerá una distancia equivalente a la longitud de un campo de fútbol (algo más de 100 metros).

¿Se pueden cumplir, de facto, las normas de circulación de algunas señales de tráfico y las distancias de seguridad indicadas en una vía con alta densidad de tráfico? ¿Cuántos kilómetros más necesitaríamos para llevar a la práctica las distancias recomendadas o exigidas?

La conciencia social sobre la seguridad vial debería posibilitar un debate sobre la eficacia de algunas normas de tráfico. Porque si para una normativa hay algo peor que perder su respaldo social por la imposibilidad de cumplirla es que cuaje la idea colectiva de su inutilidad aun siendo válida su vigencia.

Gabriel Mª Otalora