TRANSCURRIDA la Azoka de Durango, éste pudiera ser el titular común a la gran mayoría de medios de comunicación: "La industria vasca del disco y el libro resiste a la debacle económica con la ayuda de un público fiel que sorprendió en los días menos esperados". Aunque los datos varían según el producto, a juzgar por los otorgados por los organizadores de la Azoka, en general se ha acusado un leve descenso en la compra de discos y libros con respecto al año pasado (entre el 8% y el 26% según editoriales).
Pero ¿cuál es la realidad del sector? Según el estudio que anualmente elabora Joan Mari Torrealdai, son unos 2.100 los títulos que en el 2008 se han editado en euskera. Tan sólo un 13% (unos 250) son literatura para adultos. En relación a la facturación (repartido en sus tres niveles: a saber, autores, editores y distribución) los números alcanzan los 91 millones de euros, 56 millones dentro de Euskal Herria y el resto fuera. El porcentaje de esta facturación que corresponde a obra en euskera es del 37% (33.670.000 euros) y de ésta, más de la mitad (52%) es material escolar y el 28% literatura infantil y juvenil. Sólo el 7% correspondería a literatura de adultos.
En toda Europa existe un proceso de concentración en el sector de la distribución. Fenómeno patente también en Euskadi, donde la mayor editorial (Elkar) es a su vez distribuidora y dispone de una amplia red de tiendas. Además de la importancia creciente que están adquiriendo los grandes supermercados (con un 10-15% de cuota). Teniendo en cuenta todo esto, no pasarán de cien los puntos de venta en los que están presentes las obras de los autores en euskera.
Cada vez son más y de mejor calidad los títulos publicados (año 2000, 1.500; año 2008, 2.100) no así las tiradas, que han bajado en un 30% desde 1987. Conclusión: la producción en euskera es mayor y de más calidad, pero la cadena de valor de la industrial editorial tiene que achicar sus márgenes. Muchas editoriales sobreviven con muy pocas publicaciones, puesto que son poco más de una docena aquellas que publican más de 20 títulos anuales.
El problema de la falta de masa crítica de lectores en euskera es una constante. Una tirada habitual de narrativa en euskera es de unos 1.500 libros, por lo que la traducción se antoja como la única vía de ampliar mercados. Las nuevas tecnologías multiplican las posibilidades en este ámbito. Como afirmaba Kirmen Uribe en el contexto del encuentro con la cultura catalana organizado por la Azoka, "ya no tenemos que pasar por Madrid (el castellano) para traducir a otros idiomas" (como bien viene demostrando la literatura en lengua catalana tras su paso, como país invitado, por la feria de Frankfurt). En este ámbito, las ayudas públicas se antojan fundamentales, tanto en la promoción exterior, como en ayuda directa a la traducción.
Curiosamente, ante este hecho, el Gobierno López, ha tomado tres dolorosas decisiones: meter en el congelador el instituto Etxepare para la promoción exterior de la cultura vasca; ampliar las ayudas a la traducción pero, eso sí, de autores vascos que escriben en castellano (parece, que éstos, con un mercado potencial de 400 millones y no de 1 millón, eran los grandes discriminados de las políticas anteriores); y, en general, hacer desaparecer todo atisbo del plan vasco de la cultura desarrollado por el anterior gobierno en coordinación con el sector.
Conclusión, la viabilidad económica del sector editorial es más que dudosa y no parece que este gobierno vaya a hacer gran cosa por asegurar la supervivencia de uno de los pilares de la producción cultural vasca.
En relación a la industria discográfica, aquejada durante prácticamente una década por la piratería, ella misma valora con un optimismo cargado de matices esta Azoka, en la que se presentaron 69 discos nuevos. Cuestión destacable el establecimiento definitivo de la autoedición: grupos de música con stand propio como el caso de Ken Zazpi o de Gorrontzi (Baga-biga). En todo caso, no se puede pasar por alto el hecho de que un número importante de los nuevos trabajos presentados son recopilatorios, por lo que no podemos decir que la producción musical vasca esté en uno de sus momentos más creativos.
Durante 2007 se vendieron menos discos que en 1991. En 2008, la bajada de ventas fue del 20% respecto al año anterior y el actual no parece sino confirmar la tendencia. Es curioso que en esta situación de crisis, la pequeña dimensión del mercado de música en euskera puede suponer una situación ventajosa en la medida en que la venta directa desde los propios grupos de discos y el merchandising es una estrategia que no sirve para las grandes multinacionales, pero sí en mercados más localizados. Plataformas como la Azoka, los directos, etc. son espacios donde los grupos o las productoras vascas pueden intermediar directamente con gran parte de su mercado habitual.
En todo caso, el sector musical cuenta con una importante baza potencial. Según la encuesta de hábitos culturales en la CAPV (Observatorio de la Cultura 2008), se advierte un muy alto interés por la música, muy por encima de otras prácticas culturales. Existiendo un colectivo elevado (un 75% de la población) que realiza una valoración muy alta de la misma (7 sobre 10 de satisfacción). Además, la reciente moda del formato festival está sirviendo de seguro refugio para algunos músicos. No obstante, y derivado de la disminución de los presupuestos públicos en áreas como la cultura, la alegría con la que se ha programado conciertos -festivales de gran formato, especialmente por los ayuntamientos- parece que toca a su fin. En este ámbito, se impone un mayor compromiso de las instituciones con nuestro sector musical. Mucho me temo que, viendo la tradicional programación musical de los ayuntamientos vascos gobernados por el PSOE, este llamamiento no sea sino un brindis al sol.
En resumen, la industria cultural, además de generadoras de intangibles sin los cuales difícilmente entenderíamos el hecho vasco en la modernidad, es un activo económico de primer orden en nuestro país. Como sector económico, la presente crisis le afecta y exige una reorientación estratégica que los poderes públicos tienen el deber de apoyar. Está por ver si el actual gobierno, además de simular tocar el saxo (Patxi López, revista Rolling Stone, abril 09), es capaz de poner en marcha alguna medida de estímulo para el sector cultural.