HASTA el 18 de diciembre se celebra en Copenhague la esperada cumbre internacional de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 15), donde el objetivo es la adopción de un acuerdo internacional jurídicamente vinculante para limitar de manera drástica las emisiones de gases de efecto invernadero de cara a 2020 y 2050.
Se trata de actualizar y de superar los compromisos que se reflejaron en el primer acuerdo internacional en este ámbito, el Protocolo de Kyoto, cuya vigencia expira en 2012. En palabras de Yvo de Boer, secretario ejecutivo de la Conferencia Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, los aspectos más destacables a tratar en la COP 15 se pueden resumir en las siguientes cuatro preguntas:
- ¿Cuál es el compromiso de reducción de emisiones de efecto invernadero por parte de los países industrializados?
- ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los países en vías de desarrollo para limitar el crecimiento de sus emisiones?
- ¿Qué recursos económicos hacen falta para ayudar a los países en vías de desarrollo en el compromiso de reducción de emisiones y en las medidas de adaptación al cambio climático?
- ¿Cómo serán gestionados los recursos económicos necesarios?
El éxito de la cumbre de Copenhague llegará en la medida en que demos respuesta a estas cuatro preguntas y garanticemos el justo reparto de compromisos de reducción de las emisiones entre países, industrializados o en vías de desarrollo. Además, se deben resolver otros aspectos clave como las ayudas económicas y tecnológicas a los países en vías de desarrollo; la promoción de la cooperación, la innovación y la investigación; la cuestión de la deforestación y la degradación de los bosques; el futuro del mercado de derechos de emisión y la arquitectura institucional que soporte el nuevo régimen Post-Kioto.
El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, lo ha definido como "el mayor desafío colectivo que afronta la humanidad". Y los hechos no dejan lugar a dudas:
La temperatura media del Planeta ha aumentado en 0,8º desde los niveles de la época pre-industrial. De ahí que los acuerdos y las políticas ambientales que se implementen a partir de este momento necesariamente tendrán que estar dirigidas a limitar el aumento de temperatura por debajo de los 2º, ya que de no ser así, los expertos del Panel Intergubernamental creado por Naciones Unidas aseguran que los cambios que sufrirá el clima y sus consecuencias, serán irreversibles.
La posición de EEUU, junto con la de los grandes países emergentes (China, Brasil e India) es clave para el éxito del acuerdo. Pero hasta la fecha, el liderazgo en relación con los compromisos de esta Cumbre lo ha asumido la Unión Europea, que presenta resultados tangibles de mitigación en los últimos quince años, que probablemente le conducirán al cumplimiento de sus compromisos adquiridos en el marco del Protocolo de Kioto.
La UE se ha marcado como objetivo reducir sus emisiones un 20% respecto al año de referencia (1990) para el año 2020, comprometiéndose a ampliar su objetivo hasta un 30% si las grandes potencias emisoras adquieren compromisos equiparables. Además, plantea la adopción de compromisos aún más ambiciosos como reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 80 y un 95% para el año 2050.
Desde el País Vasco, estamos liderando este semestre la posición de las Comunidades Autónomas en el Consejo de Ministros de Medio Ambiente de la UE. Evidentemente, una de las cuestiones abordadas en este marco ha sido nuestra aportación a la posición de la UE para la Conferencia de Copenhague.
Hemos convenido respaldar el liderazgo mundial asumido por la UE y la ambiciosa posición que defiende de cara al COP-15; reforzar el papel de los niveles regionales y locales tanto en materia de mitigación como de adaptación; e incorporar nuevos instrumentos para la financiación de las acciones de lucha contra el cambio climático.
La aportación que las regiones podemos hacer en este momento a acuerdos como los que puedan surgir en Copenhague resultan de vital importancia y así ha sido reconocido por el Consejo de las Regiones de Europa.
En este sentido, podemos asegurar que en Euskadi la lucha contra el cambio climático constituye una prioridad del ejecutivo presidido por Patxi López, que se ha dotado del Plan EcoEuskadi 2020, un proyecto integral de país que nos permitirá evolucionar hacia un modelo de progreso sostenible.
EcoEuskadi 2020 plantea una revisión del modelo de producción reduciendo el consumo de recursos naturales y la generación de residuos; incorporando innovación; sumando al modelo de progreso medidas de lucha contra el cambio climático; y apostando por el empleo verde y la cohesión social. Abarca, pues, todos los ámbitos de la administración, y por ello contará con una comisión interdepartamental. También con una comisión de seguimiento y un comité de futuro, integrado por expertos, y habilitará cauces permanentes de participación ciudadana en un proyecto que no puede prosperar sólo con el arrope de las instituciones, sino que precisa del compromiso social participativo.
Esa implicación social es una de las fortalezas que tiene el País Vasco para hacer frente a un reto de esta envergadura. Contamos con organizaciones medioambientales fuertes, con redes municipales como Udalsarea o educativas como la Agenda 21 Escolar. Constatamos un alto grado de concienciación también en el plano individual, y ello refuerza nuestra posición en el punto de partida hacia ese modelo de progreso sostenible que queremos alcanzar.
Y es en el marco de EcoEuskadi en el que se incardina como uno de sus de pilares transversales la Oficina Vasca del Cambio Climático, en la que estableceremos los compromisos de limitación de las emisiones de gases de efecto invernadero del País Vasco para el periodo post Kyoto -incluida la próxima aprobación de la Ley Vasca de Cambio Climático-, apoyados en un proceso paralelo de planificación en todos los sectores relevantes para la reducción de las emisiones. Entre ellos figura, obviamente, el sector del transporte, cuya derivación hacia medios menos contaminantes -como el tren- deberá ser planteada en la elaboración de la Ley Vasca de Movilidad Sostenible.
Euskadi debe seguir haciendo esfuerzos de cara al cumplimiento de Kyoto. Tenemos a nuestro favor una gran concienciación social y hay razones para el optimismo: los indicadores de los dos últimos años muestran una ligera disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero de la CAPV (hemos reducido nuestras emisiones un 1% en 2007 y un 3% en 2008), lo que nos sitúa en la senda del cumplimiento del objetivo marcado en el Plan Vasco de Lucha contra el Cambio Climático para 2012. Por otra parte, el ratio de intensidad de carbono -o lo que es lo mismo, la cantidad de CO2 que emite a la atmósfera en relación con el PIB- está disminuyendo, lo que significa que se está desacoplando el nivel de crecimiento económico con respecto al de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Más allá de las dos leyes mencionadas, que contribuirán desde el plano legislativo a la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, debemos aprovechar la responsabilidad y el compromiso de la ciudadanía vasca con respecto a las cuestiones ambientales. Es fundamental, porque cada persona debemos aportar nuestro granito de arena a favor de un gran cambio. Muchos gestos sumados, por pequeños que sean -como apagar una luz o coger el autobús o el tren para ir a trabajar- significan evitar que toneladas de CO2 vayan a parar a la atmósfera.
Con propuestas e iniciativas como las mencionadas acudimos a Copenhague, para aportar, para escuchar y para asumir los compromisos que allí se aprueben con el objetivo de hacer frente con mayores garantías al "mayor desafío colectivo que afronta la humanidad". Merece la pena el esfuerzo, pues es el futuro del planeta lo que está sobre la mesa.