EL servicio de teletexto de Televisión Española, en su página 109, daba el pasado 5 de diciembre la siguiente noticia: "El empresario y ex diplomático Manuel de Prado y Colón de Carvajal falleció la madrugada de este sábado en su domicilio de Sevilla, a los 78 años, tras varios años de lucha contra el cáncer. Padre del actual presidente de Endesa, Borja Prado, e hijo de un diplomático chileno, fue administrador privado del Rey durante más de 20 años y senador por designación real en junio de 1977. Presidió Iberia entre 1976 y 1978, y fue presidente ejecutivo y posteriormente consejero de Infelsa y presidente de Adena. Fundó también la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) que preside la reina Sofía".
Hasta aquí lo comunicado por el teletexto de TVE. Que, como se ve claramente, no menciona en ningún momento que ese señor fuera condenado a prisión por haber sido declarado culpable de varios delitos en relación con el escándalo Kio/De la Rosa. Al respecto, es muy aconsejable como ejercicio de salud mental y altamente instructivo rastrear Internet, mientras todavía podamos, en busca de sabrosas noticias.
Bien está que una vez cumplida la pena los delitos no hayan de estar continuamente aireándose, pues el cumplimiento de la pena precisamente redime y limpia cancelando los antecedentes penales, pero otra cosa bien distinta es ocultar una importante fase de la vida de una persona que demuestra que la justicia ha tenido que meter mano al que fuera administrador del Rey por habérsele probado turbios tejemanejes en cuestiones monetarias. Se supone que la justicia lleva una venda en los ojos para poder ser ecuánime con todos, pero parece ser que quien verdaderamente lleva esa venda es la que menos debiera llevarla, TVE, puesto que entre las funciones de la televisión pública (que financiamos con nuestros impuestos) está la de informarnos a los ciudadanos con transparencia y veracidad de las noticias. TVE podría, simplemente, no haber dado la noticia del fallecimiento. Pero esa rastrera ocultación demuestra un ansia de falseamiento de la verdad que ha de sonrojar a la profesión periodística y provoca en la ciudadanía una generalizada incredulidad ante cualquier otro tipo de noticias. ¿Cómo nos vamos a creer los datos de inflación o de paro si en dato tan patente ocultan lo palmario? ¿Con qué lógica vamos a confiar en una élite dirigente que consiente faltar a la verdad de forma tan descarada? Ante tan burda maniobra ocultista cabría pensar que la profesionalidad periodística ha sido trastocada por una real ordenanza con ánimo quizá de tapar antiguas amistades no muy convenientes por los posibles negros salpicones. ¡Con qué distinta vara de medir se dan las noticias de los presos de ETA que abandonan la cárcel tras el cumplimiento de sus penas! ¡Qué injusto y discriminatorio mundo éste que nos toca vivir! ¡Si esto es democracia, yo soy Napoleón!
Lamentable. Como lamentable es el absoluto desconocimiento que los españolitos tenemos del desglose de los 9 millones de euros que nos cuesta anualmente la Corona española.
Ramón Doria Bajo
Notario