CUENTA Julio Caro Baroja que, allá por el siglo VII llegó a Vasconia el monje Amando, obispo de Maastricht, con la intención de convertir a sus habitantes. En esa época, los vascones ocasionaban no pocos disgustos a los reinos que los limitaban: la monarquía visigoda por el sur y los francos merovingios al norte. Fue Dagoberto, rey de estos últimos, quien al parecer encomendó al futuro santo la evangelización de los vascos montañeses. Entonces, se produjo un hecho extraño que dio al traste con los planes de Amando. Apareció un mimólogo, un actor, un comediante, un imitador cómico? que con sus burlas consiguió desacreditar al monje, hasta el punto de que tuvo que volver a la Galia con las orejas gachas. Desconocemos el nombre del actor, lo cual es una pena, pues se trata del primer actor vasco del que tenemos noticia histórica.
Ahora, un nuevo pastor llega a la antigua Navarra marítima. Dicen que trae encomendada la tarea de conducir a sus fieles en la nueva contrarreforma de la Iglesia Católica.
A mí, que no pertenezco a esa Iglesia, el asunto no debiera preocuparme; pero visto que la jerarquía católica se mete, como elefante en cacharrería, en los asuntos de los demás, pues no tengo más remedio que posicionarme. Los católicos guipuzcoanos verán cómo reaccionan ante su nuevo obispo. Los que no lo somos, responderemos a quienes tratan de hacernos comulgar con ruedas de molino. Desde la razón, pero también desde la burla. Teniendo en cuenta lo absurdo de algunas de las cosas que dice esta nueva Iglesia recalcitrante no lo tendremos difícil.
De momento, propongo que durante los próximos carnavales el brillante mimólogo que derrotó con su arte a San Amando sea declarado patrón laico de los actores y actrices cómicos de Euskalherria. Durante la solemne ceremonia cantaremos una vieja copla: Si los obispos parieran el aborto sacramento?