QUIEN haya elegido leer este texto, esperando encontrar una crónica deportiva, puede ir abandonando la lectura. Lejos de ese objetivo, me propongo resaltar la actual corriente agresiva y carente de reflexión que rodea el deporte en nuestra propia ciudad y aprovechar a tirar de las orejas a todos los que como consumidores pasivos del deporte o integrantes activos del mismo participamos cada fin de semana de una u otra manera de ese circo en el que se está convirtiendo el fútbol (escolar y de élite).

El sábado, ya pronto por la mañana, arbitrando un partido de fútbol-5 entre chavales y chavalas de colegio de ocho años, me vi sorprendido desde la banda y obligado a parar el juego para llamar la atención a dos entusiastas padres y un no menos entusiasta entrenador, que lejos de disfrutar del juego, increpaban a adversarios (también de 8 años) y a mí mismo dentro de lo que para ellos es el campo de batalla.

Cargados de rabia, escupían cada decisión arbitral, independientemente del resultado de cada una. Ciegos por la ira de verse ignorados, pedían a los jugadores, que siguen teniendo 8 años y son sus hijos e hijas, que jugaran duro para no permitir esa inaguantable injusticia vital.

Ya el domingo por la tarde, en el encuentro disputado en Mendizorroza entre Alavés y Mirandés, pude observar la misma actitud del día anterior, pero incrementada por la ausencia de una voz discordante, y el empuje de estar entre ejemplares del mismo perfil. El público recordó a todos y cada uno de los familiares del equipo rival y arbitral.

La misma rabia y excitación de aquellos padres se veía ahora en cada uno de los espectadores. La ira contra la hinchada vecina y la, por supuesto, errada actuación arbitral, cegaba una vez mas el juego que a priori habían ido a disfrutar en su tiempo libre.

El final era previsible, varios asientos arrancados en el césped, y una improvisada quedada de unos cuantos rapados en chándal y sin todavía el graduado escolar, a la espera del equipo rival y su respectiva afición.

El lunes, mi sorpresa es mayor cuando ojeo la prensa y las noticias deportivas hablan sobre el "ejemplar comportamiento de ambas aficiones" y la pésima actuación arbitral donde los pobres jugadores vieron truncadas injustamente sus ilusiones por el hecho de terminar con cuatro jugadores menos.

Una imagen para el recuerdo: Un niño de unos diez años enseñaba tieso su dedo anular a los hinchas del equipo visitante.

Probablemente su padre estuviera dando un paseo por Armentia, y nada tenga que ver con el del sábado, probablemente.

Algo estaremos haciendo mal.

Xabier Ruiz de Ocenda