TIENE cuatro años de edad, es un mono pigmeo que vive en el centro de investigación de Atlanta, cerca de Washington, y se llama Kanci. Los científicos aseguran que ha aprendido a comunicarse utilizando signos geométricos que representan palabras, y que identifica objetos por su nombre, describe lo que va a hacer y responde a los símbolos utilizados por otros. Ya veis, una eminencia a la que dieron una oportunidad. Porque al mono pigmeo lo tenían ahí, como arrinconado, quizá porque al ser pigmeo ni le veían. El mono pigmeo, sin embargo, era un mono muy listo, muy al loro de lo que allí se trajinaba, que contemplaba con horror las atrocidades que con el cuento de la ciencia cometían con sus compadres más robustos que pagaron cara su corpulencia. El mono pigmeo, a quien tenían marginado en la cola del paro, se hacía cargo del calvario por el que pasaban sus parientes. A un chimpancé le habían transplantado un cerebro de vaca lechera y andaba por ahí todo el día ordeñándose, un gorila que no levantaba cabeza desde que le inocularon el virus de la tosferina, un orangután a quien se empeñaron en que matrimoniase con una osa hormiguera y el pobre no paraba de rascarse, un macaco que andaba todo el día mareado tras los ensayos para un viaje espacial... Así que cuando un tío con bata blanca se acercó a la jaula, Kanci, que era un mono pequeño pero con un par, le soltó en perfecto inglés: "Tú tócame, mamón, y te rajo, bobo de mierda". El de la bata blanca, como era científico, no gritó "¡milagro, milagro!", pero le tomó un respeto al mono.
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