la figura del trilero tiene mala prensa y muchas veces se asocia con juegos cuando menos poco transparentes, pero esos personajes tienen también su punto literario como pícaros personajes barojianos. El presidente del Alavés está acostumbrado -metafóricamente, claro- al juego de los tres cubiletes y la bolita para hacer equilibrios de bienqueda un día con Javier Tebas y otro con Ángel María Villar, para jugar con la Diputación alavesa y la masa social albiazul a la vez, con unos u otros medios de comunicación, ora con una entidad financiera ora con pequeños inversores, todos en una especie de baile de ni contigo ni sin ti. El problema es que para ser buen trilero hace falta cierto toque de mago y maniobrar con mucha habilidad y rapidez. Y el juego de Ortiz de Zárate se ha visto ahora entrampado ante el truco de juego sucio que le ha lanzado el tándem de PP y PSE al condicionar su apoyo al convenio del Alavés a que el club albiazul se envuelva en la rojigualda y clame ante la Federación por traer a jugar a Mendizorroza a la selección española. Tramposo dilema éste de debatirse entre desairar al establishment constitucionalista y ser acusado de estar sometido a la presión soberanista si no trae a España o, por el contrario, ceder en aras a la salud institucional del Alavés, pero quedar ante la familia albiazul como un quintacolumnista del fútbol vasco que convierte al Glorioso en una pica en Flandes. Y a ver quién se lo explica luego al Lichis de la leyenda del Valientes.
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