El atelier de Javier Barroeta es una fragua, un viaje a la fantasía, a las noches en Roma, a las pasarelas y el glamur que hablan de diseñadores rutilantes como así lo confirman sus fotos con grandes modistos como Valentino, Alexander McQueen o modelos y personalidades: Beatriz de Orleans, Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Inés de la Fressange, Nati Abascal o la esposa del Aga Khan. Todos dan cuenta de una trayectoria que ha visto la evolución de la moda manteniendo la esencia de los maestros, porque lo suyo es una vida entera dedicada a vestir a los demás y hacer del oficio una pasión y un culto cotidiano.

¿Se puede mantener los ejes de la profesión si el cliente es totalmente distinto al de hace cincuenta años?

Antes los famosos eran las gentes importantes, ahora son otro tipo de clientes, son otro tipo de gente. Ahora las grandes casas de moda, Dior, Valentino…etc. no viven de la alta costura sino del negocio del prêt-à-porter y los accesorios. A las mujeres de alto estatus profesional no solemos verlas así, nos resultan adecuadas. Otras tienen mucho mérito profesional pero no se habla de su trabajo sino de sus trajes.

Valentino, McQueen, los duques de Luxemburgo o Ivanka Trump, en las fotos. Oskar Gonzalez

¿Qué se busca ahora?

Ahora las casas tienen a las influencers en las primeras filas. Ahora la moda se ha convertido en un negocio, distinto de antes, cuando los modistos se dedicaban a vestir bien a la mujeres. La moda es como una bomba atómica, funciona a través del escándalo y la provocación. Si no, no hay moda.

Antes la moda vendía sueños, y ahora ¿qué vende?

No digo que la alta costura no tenga que evolucionar pero se puede hacer de una manera diferente, menos ostentosa. Cuando Valentino empezó con las transparencias, me di cuenta de los gritos de los fotógrafos. Dijeron: “¡Esto es lo que necesitamos nosotros!”. Habían descubierto en la provocación algo diferente.

La moda siempre ha sido disruptiva, pero ¿dónde está el límite?

Pues en que sea elegante y eso no lo pone ni la marca ni la prenda, lo pone la persona. ¿Es elegante Jennifer López? Si es una bomba de relojería…

Así que usted es clásico...

Sí y no. Me gusta la elegancia y sobre todo las cosas que pueda llevar la gente. A mis clientas les hago prendas que sean prácticas a la vez que elegantes. ¿Eso es clásico? Pues sí... yo lo que quiero es vestir elegante a la persona.

Pero, ¿qué es ser elegante? Y no me diga que es una cuestión de actitud…

El elegante es alguien que sabe lo que le va, los colores, los tipos de trajes, el tipo de ropa. Esa persona ya sabe lo que le sienta bien. La elegancia implica que tiene unos modales, es una esencia, no hace falta ser ni guapa ni fea. Cuando una señora se mira en el espejo ya veo si es elegante o no, por cómo coloca los hombros, o simplemente se sienta… 

¿Es cierto entonces eso de que no todo el mundo tiene percha?

A la gente la sientes cuando se mueve, cuándo te pregunta, el detalle del día a día, cómo se monta en el coche... en definitiva, cómo se mueve. Una persona ubicada siempre es elegante y sobre todo, es a quien no hay que sobrecargar para que sea elegante. Y a la que no es elegante, le tendrás que poner algo, algún detalle, para que se encuentre más segura, en definitiva, mejor.

PERSONAL:


Nombre: Javier Barroeta.

Nacimiento: 25 de octubre de 1952 (Lemoa).

Familia: Casado con Adela (su gran apoyo en su carrera). Tiene dos hijos y una nieta.

Trayectoria: Estudió en los Salesianos y a través de sus propias inquietudes, las revistas y el cine descubrió la moda. Trabajó en Rafael Matías y con 18 años abrió la boutique en la casa torre de Lemoa desde donde compraba telas llegadas de París y “ponía 2.000 pesetas de botones a los abrigos de mis clientas de Durango”. En un tren viajando a Barcelona conoció a Encarna Moreno que le introdujo en el taller madrileño del modisto Pedro Rodríguez. Fue contratado tras confeccionar un abrigo de terciopelo negro y doble faz que no había hecho nunca. Llegaban los trajes importantes para las colecciones en aquel taller artesanal con una máquina para veinte profesionales y los vestidos de la reina Sofía en su primer viaje oficial a EE.UU. o el debut de Rocío Jurado en el Florida Park. Allí aprendió del todo el oficio para volver a Bilbao y seguir creciendo en la alta costura a través de las visitas a distintas casas de moda y la compra de sus telas. Décadas después, unos cuarenta alumnos y alumnas pasan anualmente por su Escuela de Alta Costura en Bilbao de donde han salido Anthony Sánchez, Tamara Vázquez Romancera o Jorge Mota. Un templo del saber donde conviven las nuevas tecnologías, la creatividad y un oficio forjado en años.

¿Cuál es el sello de Javier Barroeta?

No ha cambiado. Y se trata de oficio, del buen hacer. Un traje bien construido en el maniquí, el vestido bien diseñado... Eso habla de maña, de habilidad. Yo quiero que la gente vaya segura a los sitios. El oficio desarrolla eso, que las mujeres vayan guapas, seguras y que lo proyecten. Que sean únicas y se perciba su personalidad.

¿Tener éxito es triunfar?

Yo a triunfar le llamo a alguien que lleva 50 años trabajando, sorteando crisis, que sigue evolucionando y mantiene su trayectoria en primer plano. Hay gente que no tiene oficio, no tiene trayectoria, y se está saltando este paso. Por eso hay modistos que a la larga caen, porque solo fueron un espejismo, no había nada detrás.

No digo que la alta costura no tenga que evolucionar pero se puede hacer de una manera diferente, menos ostentosa.

¿Tenemos más ropa que armarios?

Hay que comprar menos y de más calidad. Alguna gente joven todavía no lo entiende.

Pero la compra de ropa se ha democratizado…

Sí, ahora todo el mundo tiene acceso a la moda. Yo a la gente que veo por la calle no sé si tiene más ropa o no. 

Y además, insostenible…

Si sigues esa cadena y te montas en la primera fase donde se está haciendo esa prenda nadie la compraría. Pero el gran consumidor mira hacia otro lado.

¿Cómo lleva el low cost? ¿Saldrá de nuestras vidas?

El cambio de las personas también ha influido, ahora hasta las buenas familias de toda la vida van como los demás. Y lo entiendo. ¡Si van a trabajar a los mismos sitios! Si fueran todas de McQueen harían el ridículo.

Pues véndame la alta costura en los tiempos que vivimos…

Es para momentos especiales, una boda especial, un fondo de armario bonito, ir a la ópera, unas vacaciones a Roma, ir a un restaurante ideal… es así como se siente uno distinto. Se trata de vivir un sueño realizable. 

Algunas sueñan con la compra ilimitada de zapatos…

¡Pero si los más caros todos son de plástico! ¿Por qué? Porque el logo en la piel no se puede poner. Los zapatos con logos son de plástico porque los logos se borran en la piel. Y hay una auténtica obsesión por la logomanía.

Un traje bien construido en el maniquí, el vestido bien diseñado... Eso habla de maña, de habilidad. Yo quiero que la gente vaya segura a los sitios.

¿Modisto o diseñador?

Pueden ser los dos juntos. El diseñador dibuja los trabajos y el modisto es el que patrona. Yo estoy en las dos partes. A la gente le gusta más decir que es diseñador, que puede ser cualquiera que no se dedique a la moda, incluso músicos. Ralph Lauren decía el otro día que la moda tiene que ir con el deporte, la música, con todo y hay que sacar esas ideas de algún sitio. Ahí están los influencers. Luego va a la casa de moda y se hace, pero hay que pillar las ondas y captar ideas. 

¿Se nota esto en el alumnado que llega a la escuela? ¿Cómo vienen las nuevas generaciones?

Me gusta mucho cómo vienen vestidos porque me animan. Cuando traen algo especial puedes ver su imaginación, su personalidad. Algunos no abandonan su zona de confort, tienen menos disciplina y hay que hacerles entender que se necesita sacrificio. Esto es una fantasía, pero es trabajo y tiene que estar bien hecho. Lo más duro es sentarte en una silla y la puntada. Ahí algunos dicen: “Esto ya me lo hará alguien”. Pero no, esto es todo un proceso. 

O sea, que no saben coser…

No, la mayoría no, pero aprenden. Si tienen actitud, lo hacen. Y hay ejemplos a mencionar: un chaval que lleva ya unos años en la escuela le hizo un vestido a su madre con nueve años. Lo tenía todo clarísimo, nos dejó alucinados. Por eso he puesto un curso para niños, una extraescolar desde los 8 a los 15 años que quiere ser una experiencia interesante para saber si es lo suyo o sólo es una cosa de niños, porque mientras lo están haciendo ya saben si les gusta, si lo disfrutan o se han aburrido. 

¿Qué siente cuando ve a algunos que despuntan, que vuelan solos?

Satisfacción, claro, porque estoy enseñado algo que me ha llevado toda una vida, es una transmisión para que salgan al mundo completos. Cuando dominas un oficio y sobre todo si eres versátil, te mantendrás toda la vida. Y respirando moda claro, que supone entrar en los entresijos de la industria porque el que es un crack, si va a una casa con oficio, ahí lo va a desarrollar. 

Barroeta cose en un maniquí, en su atelier de Bilbao Oskar Gonzalez

¿Y las nuevas tecnologías? ¿Forman parte ya del oficio también?

Es que ahora hasta estamos diseñando con Inteligencia Artificial. Por ejemplo en los estampados, usamos un programa muy intuitivo donde se meten los colores y licuando vas dando forma con la mano o el lápiz. Y obviamente las matemáticas también cuentan para los tamaños y los volúmenes. Eso también importa y se aplica.

¿Un vestido por ordenador? Ya es posible que los diseñe la máquina…

Con el 3D, los patrones figurativos y distintos programas donde metes los parámetros y el modelo sale y, además, me parece estupendo. Porque la moda se puede hacer también con estas herramientas. Se pueden hacer diseños, accesorios... Estoy a favor de la tecnología, escalar por ordenador pero también de la maquinaria de siempre, de todo lo que nos ayude. Todo suma pero siempre sin perder la esencia de lo manual. 

Un vestido providencial

Fabiola de Bélgica en su boda

Fabiola de Bélgica en su boda Cedida

Viendo el NO-DO con ocho años, Javier Barroeta se enamoró del vestido de novia de la reina Fabiola. Un vestido de satén estilo duchess de Cristóbal Balenciaga, con manga japonesa con volumen y cola desde los hombros bordeada en piel, con sus guantes de tres cuartos y su corona. Un traje impactante que llegó en un avión de las fuerzas armadas de Bélgica y antes, en un Seiscientos. “Esto es mi mundo”, pensó al verlo en la pantalla grande. Cuando nació el Museo Balenciaga en Getaria contactó con el hermano de la reina y pudo tener aquel vestido de ensueño en la mano y que había determinado su vida. “Fabiola quitó el zócalo del traje y se hizo una chaquetita de visón”. señala. En una recepción en la embajada de París se encontraron. “Y pensar que yo la vi en el cine de Lemoa”, le dijo nostálgico ya convertido en maestro. “Todo eso te sirve para humanizar a las personas, basta un cuarto de hora”, señala Barroeta años después, recordando a aquel niño embelesado por los vestidos que descubrió en el cine de su pueblo y que germinaron el oficio de toda una vida.