Wilco, uno de los grupos de rock más decisivos de las tres últimas décadas, publica un disco nuevo y lo único que sabes con certeza, antes de oírlo, es que estará marcado por el tono melancólico que su líder, Jeff Tweedy, imprime a todas sus composiciones. Otra cosa es si mirará a sus raíces folk y country o se dejará llevar por la experimentación que convirtió en obras maestras trabajos como Yankee Hotel Foxtrot. Proyecto siempre vivo y honesto, Wilco aúna tradición y exigencia en Cousin (Sony), disco que conecta su rico y personal pasado con un presente marcado por una inquietud que propulsa a la producción Cate Le Bon.

Dejémonos de zarandajas: Wilco, proyecto que se inventó Tweedy tras la separación de Uncle Tupelo, ariete del country alternativo que floreció a finales del milenio pasado, es la banda estadounidense de rock más influyente de las últimas décadas. Y lo ha logrado durante 30 años de carrera conducida a través de meandros estilísticos, virajes ligados a la americana, pero abrazados a cierta experimentación, contentando a los adalides del folk y el country y, también, a los del rock alternativo.

Wilco es la banda estadounidense de rock más influyente de las últimas décadas.

En 202 tuvimos la fortuna de volver a ver en el Kursaal a la banda de Chicago, donde ofreció una lección magistral de música eterna, viva y honesta a pesar de no contar con su instrumentista más dotado –Nels Cline, el autor del solo de guitarra infinito de Impossible Germany– a causa de la Covid. Allí defendieron con elegancia su 12º álbum, Cruel Country, de 21 canciones, tan excesivo y conservador como emocionante y en el que regresaban a su adolescencia acústica, a la vez que ofrecían una radiografía de su querido país, tan “estúpido y cruel como hermoso”, en palabras de Tweedy.

Productor ajeno

Musicalmente, Cousin tiene poco que ver con Cruel Country. Sin romper con su pasado y las raíces profundas de su aprendizaje juvenil, sí se advierte un deseo mayor por situarse en el presente desde la propia elección de un productor ajeno al grupo, tal y como sucediera antaño con Jim O´Rourke, hijo putativo de los inquietos Sonic Youth. En este caso, productora, ya que el armazón sonoro de los Wilco actuales lo esculpe con valentía la singular artista galesa Cate Le Bon, colaboradora de artistas inquietos como Deerhunter, John Grant, Perfume Genius o Kurt Vile.

“Lo increíble de Wilco es que pueden ser cualquier cosa. Son muy maleables, y hay un hilo de autenticidad que fluye a través de todo lo que hacen, sea cual sea el género y la sensación del disco. No hay muchas bandas capaces de, a estas alturas de una carrera de éxito, cambiar las cosas con tanta aceptación”, según Le Bon. Suscribimos la declaración, que cobra entidad en Cousin, que suena tan familiar como esquivo, reconocible pero, al mismo tiempo, audaz, arriesgado y actual, y que confirma la intención de los estadounidenses de seguir estirando las costuras del rock según sus deseos.

‘Cousin’ conecta su rico y personal pasado con un presente marcado por una inquietud que propulsa a la producción Cate Le Bon

13º disco de los de Chicago y álbum en el que Tweedy se pelea con sus propios fantasmas y un mundo extraño al que, acaba reconociendo, todos pertenecemos, Cousin muestra sus armas y su arrojo desde el arranque con la canción Infinite Surprise, que arranca sobre el tic tac de un reloj, ecos de distorsión, sin batería y con una percusión minimal y puntual, de origen incierto. Luego llega un falso crescendo entre un cierto caos y la sensación de melancolía va creciendo hasta el final, donde, tras repetir el título, canta: “es bueno estar vivo, es bueno saber que morimos, es bueno saber”.

No es la única concesión experimental al rock arty o alternativo, pero ninguna suena tan convincente, quizás solo Sunlight Ends, con su caja de ritmo al inicio y final, su línea melódica de guitarras deconstruidas y una letra que narra la extrañeza de Tweedy ante sobre este mundo, a la que canta con versos metafóricos de altura: “eres el tipo de señal intermitente que solo te hace perderte”, “no eres el tipo de calle que cualquiera puede cruzar”. A pesar de ello, Jeff musita “te sigo” antes de reconocer “tú estás perdida, yo también”.

El timbre melancólico realza la belleza de A Bowl and A Pudding, que resulta difícil pero hipnótica, envolvente y circular en sus notas justas y repetitivas, y versos doblados como si los cantaran dos personas distintas. “la noche va a ser larga; y a quien amas no soy yo”, se oye a Tweedy, que viste de arreglos y ritmo más tradicionales Ten Dead, una balada escalofriante que parece narrar su hartazgo y, a la vez, la inevitabilidad de un nuevo atentado masivo –“¿en una escuela?”– en Estados Unidos. El final resulta sobrecogedor y mordaz, cuando Tweedy canta: “diez más, once más; ¿qué es uno más para mí?”

Cousin ofrece cierto deje psicodélico en las guitarras del tema Levee, donde el vocalista implora su salvación; sintetiza el frío de la soledad en Evicted, con guitarras que evocan a George Harrison; alterna folk, sección rítmica jazz y arreglos siniestros en Pittsburgh; hace un guiño a las raíces en la accesible Soldier Child, que incorpora el único solo de guitarra del álbum… Y se cierra con Meant to Be, con final esperanzador tras tanto dolor, extrañeza, lucha e incomprensión mediante un ritmo pujante que desborda alegría en sus voces empastadas y melodía cándida. Un agur sobre la creencia en el amor y en la necesidad de compartir de Tweedy y de unos Wilco siempre dispuestos a entregarnos sorpresas infinitas.