Elon Musk y la nueva oligarquía mundial
El retorno de Trump a la Casa Blanca viene acompañado por una nueva clase de magnates, cuyo protagonismo político y ansias de influencia recuerda a los de los “barones ladrones”
Cornelius Vanderbilt, Andrew Carnegie, J.P. Morgan, John D. Rockefeller… nombres y apellidos de grandes magnates que, a partir de mediados del siglo XIX, transformaron la economía de Estados Unidos para siempre. Aquellos “barones ladrones”, como los llamaban sus críticos, nacieron en un país de agricultores y terratenientes y lo convirtieron en una gran potencia industrial de magnates y trabajadores asalariados. Plutócratas y explotadores para unos, pioneros de la hegemonía económica mundial de los Estados Unidos para otros, sin duda alguna, cambiaron el destino y la historia del país para siempre.
Casi dos siglos después, el retorno de Donald Trump viene acompañado por una nueva clase de magnates, cuyo protagonismo político y ansias de influencia recuerda a los de los “barones ladrones”. Entre ellos sobresale Elon Musk, principal valedor de la campaña de Trump y cuyo protagonismo no hace más que aumentar día tras día. ¿Estamos ante una nueva era de colaboración entre las empresas tecnológicas y la administración Trump para recobrar la hegemonía tecnológica estadounidense frente a China? ¿O ante una nueva clase empresarial que no disimula su mayor poder y quiere utilizarlo imponiendo su visión política? ¿O quizás nos encontremos ante una nueva oligarquía que quiere asaltar el poder político mundial?
Elon Musk es la figura visible que encarna todas estas preguntas. El relato sobre su vida, incluida su biografía oficial, escrita por el biógrafo de Steve Jobs o Leonardo Da Vinci, William Isaacson, encarna el mito del genio emprendedor que a través de su esfuerzo logra realizar el sueño americano asaltando Silicon Valley. Musk, con una infancia turbulenta en su Sudáfrica natal, consiguió llegar a los Estados Unidos y fundar sus primeras empresas tecnológicas para, más adelante, venderlas y, a continuación, dedicarse a sus 3 sueños visionarios: internet, los viajes espaciales y las energías sostenibles.
En este punto, Musk se nos presenta como una mezcla de Werner Von Braun, Henry Ford y Bill Gates. Tres mitos del sueño americano que personifican la carrera espacial, la industria automovilística y el desarrollo de la informática de finales del siglo XX. Elon encarnará estos mitos en su actividad empresarial a través de su marca de coches eléctricos Tesla, su compra de Twitter y su empeño por las redes sociales y, sobre todo, por su empresa de cohetes, Space X, la verdadera joya de su corona.
Pero más allá de su actividad empresarial, su apoyo a la candidatura de Trump y su cada vez mayor protagonismo en el ámbito político, tanto nacional como internacional, han comenzado a suscitar sospechas. Su Apoyo a AfD, sus críticas hacia Keir Starmer y sus demoledoras críticas a las políticas de la Unión Europea, reflejan un claro intento de influir sobre la política europea, algo nunca visto de forma tan explícita y pública en los últimos años en ningún empresario. No podemos ser ingenuos y obviar la influencia de los lobbys empresariales en las políticas de cualquier país o de la Unión Europea. Pero el intento de influencia directo y explícito de Musk, de manera pública, abierta y sin disimulo alguno, junto a su papel protagonista en el gobierno de Donald Trump, sugieren lo novedoso de esta nueva clase de empresarios “estrella”, que adoptan una primera línea en la escena pública.
Un exasesor de Trump asegura que alejará a Musk de la Casa Blanca porque es "muy malvado"
Muchas son las explicaciones para intentar entender el papel preponderante que está tomando Musk en la política norteamericana. Para muchos, el protagonismo que ha dado Trump a Musk simboliza la alianza que el nuevo presidente norteamericano ha sellado con Silicon Valley para volver a ser una superpotencia económica; pero sobre todo, para ganar la guerra tecnológica con su verdadero enemigo, China. Musk y los nuevos magnates tecnológicos podrán suministrar a los Estados Unidos esa superioridad que pueda frenar el imparable ascenso de China a todos los niveles. Cada día es más claro el intento norteamericano de desacople tecnológico frente a China, tratando de disociarse de esta en lo que a tecnología se refiere y tratando de desarrollar sus propios sistemas y empresas de innovación frente al empuje del antiguo Imperio del Centro.
Algo que no solo se limita a la economía y a la informática. La Inteligencia Artificial, uno de los principales caballos de batalla de esta nueva guerra fría, va más allá de su utilización industrial. No olvidemos su aplicación en defensa y tecnología militar, algo central en la estrategia norteamericana por mantener la hegemonía internacional. La nueva guerra fría por la IA ha quedado al descubierto esta misma semana. Al anuncio del proyecto Stargate para el desarrollo de la Inteligencia Artificial por parte de Donald Trump, la respuesta china no ha tardado con la irrupción en bolsa de Deepseek, la IA low cost china, reventando el valor de las empresas norteamericanas del campo. La guerra por la hegemonía tecnológica no ha hecho más que comenzar.
Algo también que se refleja en la figura de Musk, y en otro de sus grandes campos de inversión, sus cohetes espaciales. Más allá de las visiones mesiánicas de Musk sobre la futura necesidad de la especie humana de colonizar otros planetas para asegurar su supervivencia, no hace falta mucha imaginación para vislumbrar las ventajas militares que supondrían para los norteamericanos el controlar el espacio con los satélites y cohetes de Space X. Esto significaría la resurrección de la Guerra de las Galaxias de la era Reagan, en la que ahora serían los chinos los que reemplazarían la amenaza soviética.
Las democracias, ¿en peligro?
Pero más allá de su aportación al rearme como superpotencia de los Estados Unidos, muchos ven amenazas más inquietantes en esta nueva clase empresarial. Yannis Varoufakis, el académico griego y antiguo ministro de economía de Grecia que plantó cara a Angela Merkel en la crisis griega de principios de este siglo, ve en estos empresarios un nuevo peligro para las democracias mundiales. Musk y esta nueva clase de magnates tecnológicos serían el resultado de una transformación de la economía mundial debido al impulso cada vez mayor del poderío tecnológico, lo cual nos plantea una nueva era para la humanidad y amenazas de las que aún no somos conscientes.
Para Varoufakis, el capitalismo no ha cesado de transformarse desde que surgió en Gran Bretaña hace más de dos siglos. En aquel momento el poder político y económico pasó del feudalismo, en el que los terratenientes poseían el poder; al capitalismo, en las que los poseedores del poder fueron los dueños del capital industrial. A partir de entonces, el capitalismo ha seguido transformándose, hasta que, debido a la revolución tecnológica, ya no son los dueños del capital los que ostentan el poder, sino los que manejan la nube, el nuevo espacio donde se juega el destino de la economía mundial.
Hoy en día, empresas como Alibaba, Amazon, Instagram, Tik Tok…, ya no necesitan maquinaria, asalariados o espacios físicos. Crean su propia plataforma virtual, donde quienes quieren hacer negocios tienen que aceptar sus condiciones. La nube y las plataformas virtuales se convierten en nuevos feudos, donde sus señores imponen sus reglas a todo aquel que quiere participar en su juego. Tesla es un gran ejemplo, donde sus coches se encuentras conectados entre ellos y en las que comparten determinados servicios y aplicaciones, al que solo pueden acceder aquellos a los que permita la compañía. Surge una nueva era, la del tecnofeudalismo, en la que los tecnócratas al estilo Musk, gobiernan a través de sus empresas el espacio virtual, en el que se juega la economía y el futuro de la humanidad.
Pero hay opiniones más sombrías que las de Varoufakis respecto al papel que en un futuro pueden tener la nueva élite de Silicon Valley. Si para Varoufakis, estamos ante una nueva clase que quiere retornar al antiguo feudalismo haciéndose con el control de los núcleos económicos a través de la tecnología y buscando simplemente el mayor poder sobre la economía, otros autores ven detrás de todo esto un nuevo proyecto político para la humanidad. Unas ideologías sombrías que llevan décadas en los libros de ciertos pensadores pero que, hasta la llegada de Musk y sus correligionarios, no habían sido tomados en serio.
Quizás sea el gurú de Silicon Valley Curtis Yarvin el gran exponente de la nueva ola reaccionaria asociada a los emprendedores tecnológicos. La neorreacción o ilustración oscura, como es denominada por los propios autores, engloba a un movimiento antimoderno, futurista y antidemocrático, que coloca a los nuevos magnates tecnológicos por encima de las instituciones democráticas. Para autores como Yarvin, la democracia se ha quedado obsoleta y es incapaz de llevar adelante el gran salto civilizatorio que los adelantos tecnológicos podrían permitir hoy en día.
Ante esto, Yarvin plantea la desaparición del estado-nación, con sus instituciones democráticas incluidas, para dar paso a una nueva oligarquía tecnológica que administrase los países como si fueran empresas. Magnates como Peter Thiel, uno de los fundadores de PayPal junto a Musk, llega a plantear un despotismo tecnológico de tipo corporativo como mejor método de gobierno para la actualidad. Para estos autores, al contrario que para los antiguos teóricos del capitalismo liberal, no es necesaria más democracia en las empresas y en la economía para prosperar, sino que lo necesario sería menos democracia y más autoritarismo en los estados. El filósofo Nick Land, otro de los grandes ideólogos de esta ilustración oscura, llega a plantear la necesidad de apostar por modelos autocráticos como el chino, debido a su capacidad de convertirse en regímenes capitalistas más eficaces que las democracias occidentales.
Un retorno al filósofo rey de Platón, en el que los grandes gurús de la tecnología serían los que manejasen el mundo, ante una democracia incapaz de seguir el ritmo de los grandes progresos de las castas más lúcidas del mundo tecnológico. Unos nuevos barones ladrones del siglo XXI, que quieren transformar la economía según sus intereses, aprovechándose de una nueva guerra fría por la hegemonía mundial. No olvidemos que el término barones ladrones se refería a los señores feudales alemanes que pedían dinero a los viajeros por pisar tierras que consideraban suyas. Habrá que ver el peaje que pedirán magnates como Musk a Trump por hacer América grande de nuevo...
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