Rusia revivió viejos fantasmas el pasado 22 de marzo. El atentado del centro comercial Crocus City en Krasnogorsk, con al menos 140 víctimas mortales, se une a la larga lista de brutales atentados yihadistas perpetrados en territorio ruso. Justo en el momento en el que Putin ha retomado la iniciativa en Ucrania, atemorizando a toda Europa con una posible futura guerra, y a la vez ha escenificado un nuevo mandato electoral para otros seis años; se encuentra con una vieja amenaza que le acompaña desde su ascenso al poder hace más de 20 años. El yihadismo vuelve a atacar Rusia, una amenaza que parece resistirse a desaparecer y vuelve a crecer en suelo ruso.Entender la amenaza yihadista en Rusia significa bucear en tiempos remotos y en una zona geográfica muy concreta, el denominado Cáucaso norte. Una zona estratégica que los rusos han intentado controlar desde hace siglos, ya que constituye el puente entre el Oriente musulmán y la Europa cristiana. Una región en la que la religión predominante es la musulmana y que durante siglos fue objeto del expansionismo del imperio ruso, siendo conquistada, definitivamente, a pesar de su lucha y resistencia, a finales del siglo XVIII.
Estas regiones incluían no sólo una religión diferente al del imperio ruso, sino también a distintas etnias con organizaciones sociales y costumbres diferentes y con aspiraciones políticas propias, frente a un imperio ruso que trató de rusificar estos pueblos forzándoles a que asimilasen la cultura y las costumbres rusas. La resistencia de estas etnias a la asimilación y la represión del imperio ruso sería una constante a lo largo de los años, desde la época zarista hasta la era soviética, tratando de dominar e integrar a unos pueblos que no se identificaban con su identidad política.
Guerra en chechenia
Fue la caída y el desmembramiento de la URSS en 1991 la que inició el nuevo ciclo de violencia en el Cáucaso que culmina en los hechos del pasado 22 de marzo. Chechenia, república que formaba parte de la federación rusa, declaraba su independencia de Rusia al ver el desmoronamiento de la URSS. Dzhojar Dudáyev, un antiguo general del aire del ejército soviético, abanderaba el nacionalismo checheno para seguir el camino de la independencia que otras repúblicas exsoviéticas habían iniciado. La Rusia de Yeltsin no podía dejar escapar a los chechenos debido al petróleo y el gas de la región y por la real amenaza a que después del desmembramiento de la URSS la federación rusa también terminase deshaciéndose en múltiples estados. En 1994 comenzaba la primera guerra chechena, que terminaría con la derrota de los rusos dos años después y un tratado con los chechenos que les permitía una independencia de facto.
Pero aquella victoria chechena tuvo consecuencias. Yihadistas de todo el mundo viajaron a luchar a Chechenia, como ocurrió en Bosnia o Afganistán, radicalizando el componente religioso del conflicto e introduciendo el yihadismo en la causa chechena. En 1999 la explosión de varios edificios en Rusia, achacados a los chechenos, fue utilizado por un recién llegado Vladimir Putin para lanzarse a la segunda guerra chechena, en la que los rusos mostraron su cara más brutal, logrando la victoria que en 1996 no lograron. Chechenia fue arrasada, radicalizando más a los insurgentes y lanzándolos a los brazos de un yihadismo radical que el 11 de septiembre de 2001 mostró su auténtico potencial destructivo.
Desde entonces, el yihadismo radical se expandirá desde Chechenia a las otras regiones del Cáucaso norte, especialmente a Ingushetia y Daguestán. Pero fueron las acciones terroristas de los chechenos las más espectaculares y sangrientas. La primera, la toma de rehenes del teatro Dubrovka, en la que terroristas chechenos retuvieron al público de un teatro durante varios días, y en la que murieron 133 rehenes, la mayoría a consecuencia del gas que utilizaron las fuerzas de seguridad rusas para adormilar a los secuestradores.
La toma de rehenes del teatro Dubrovka y la masacre de Beslán fueron las acciones más sangrientas cometidas por los chechenos
Dos años después vendría la masacre de Beslán, en la que de nuevo terroristas chechenos tomaron un colegio, en cuyo asalto por parte de las fuerzas de seguridad rusas murieron 186 niños. Dos atentados brutales en los que también se escenificó la mano dura del Kremlin a la hora de manejar los secuestros.
Las acciones terroristas tanto en Moscú como en las zonas del norte del Cáucaso han continuado intermitentemente, alternándose con atentados más graves y brutales, como el del metro de Moscú de 2010 que causó 40 muertos, o el del aeropuerto internacional moscovita que dejó 37 fallecidos. Acciones esporádicas con las que el yihadismo resurge de vez en cuando a través de una acción brutal e indiscriminada y en el que vuelven a la primera plana de la atención mediática. Durante los últimos años el yihadismo parecía haber perdido intensidad ante la nueva estrategia del Kremlin para el norte del Cáucaso.
Si históricamente la represión ha sido el principal recurso para mantener el control sobre estas regiones, los últimos años Moscú había tratado de utilizar la inversión económica como forma de evitar la radicalización de esas regiones. Sin olvidar tampoco la mano dura de los líderes colocados por Moscú para mantener el control y los intereses dictados por el Kremlin, del que es claro ejemplo Kadirov, auténtico señor de Chechenia que mantiene el orden con mano de hierro siguiendo las directrices de Putin. Pero parece que la nueva estrategia está fracasando, al haber aparecido un nuevo actor, el Estado Islámico.
Alianza internacional
Nacido como escisión de la Al Qaeda que operaba en Irak, el Estado Islámico o ISIS se ha convertido en un par de décadas en el principal actor global del yihadismo moderno. Si Al Qaeda se centraba en el ataque a los intereses occidentales, el ISIS se limitó a crear califatos en el propio Oriente Medio, tratando de hacerse con territorio y crear sus propias estructuras locales. Unido esto a su capacidad de utilizar las redes sociales con gran éxito propagandístico y a la oportunidad que surgió en la guerra civil siria de hacerse con un vasto territorio que controlar, fue necesaria una alianza internacional para acabar con una organización que llegó a controlar un enorme territorio como ningún otro grupo yihadista.
El ISIS se está expandiendo a otras regiones como las antiguas repúblicas exsoviéticas de Tayikistán o Kazajistán
A pesar de haber sido derrotados en Siria y haber cedido la mayoría del territorio que controlaba, el Estado Islámico ha sido capaz de mantenerse vivo e incluso ha logrado abrir nuevos frentes expandiéndose por zonas como el Sahel, e incluso Asia, llegando a intentar introducirse en los grupos armados musulmanes que buscan la independencia en Filipinas. Tampoco han dudado en enfrentarse a otros actores poderosos de la zona, como es el caso de los talibanes en Afganistán, enemigos jurados del ISIS. El reciente atentado en Irán, durante el homenaje al general Soleimani, demuestra que el Estado Islámico no duda en atacar incluso a las potencias más poderosas de la región.
En Rusia, el reciente y trágico ataque refleja también que aún posee la capacidad y los recursos para protagonizar acciones brutales de gran impacto internacional. En los últimos meses ya se había registrado una mayor actividad yihadista en Ingushetia y Daguestán y hace unas semanas el Kremlin fue capaz de detener a una célula que pretendía atacar una sinagoga en Moscú. Los avisos de las embajadas norteamericana y británica sobre un posible atentado parecían expresar el peligro del retorno a la actividad del Estado Islámico a través de un nuevo atentado espectacular. Intuición que por desgracia se consumó el pasado 22 de marzo.
Pero la acción del Estado Islámico va más allá de la radicalización del Cáucaso norte. Apunta también a que el ISIS se está expandiendo a otras regiones, como las antiguas repúblicas exsoviéticas de Tayikistán o Kazajistán. Los principales sospechosos son tayikos, regiones que pueden ser nuevos focos de radicalización y de acciones contrarias a los intereses rusos. Un aviso a navegantes para que el Kremlin despegue su vista del Cáucaso y aborde la posible expansión del yihadismo a otras zonas de su imperio.
Nuevos frentes para putin
Por otro lado, la acción tiene también tiene una dimensión internacional. Rusia ha sido partícipe directo de la guerra civil de Siria, posicionándose como el gran valedor del régimen del Al Assad, ayudando a este en su lucha no sólo contra la oposición, sino también contra el Estado Islámico. Luchando además a favor del dictador sirio junto a los chiitas iraníes, enemigos del ISIS.
Muchos son por tanto los frentes que se le abren a Putin con el atentado del Crocus City. En primer lugar, pone al yihadismo de nuevo en primera línea del frente, lo que significará un aumento de la tensión en la zona norte del Cáucaso, que puede volver a incendiarse, y que con una guerra como la que está librando en Ucrania, podría significar un auténtico dolor de cabeza. En segundo lugar, la necesidad de frenar la expansión de un yihadismo que puede expandirse a otras regiones cercanas al Cáucaso, y que incluso podría desestabilizar antiguas exrepúblicas soviéticas vecinas que es necesario que estén en paz y bajo la órbita del Kremlin, sobre todo en un contexto de guerra como el actual.
Y por último, el Estado Islámico podría aprovechar el esfuerzo de guerra ruso para atacar Rusia más fácilmente y hacerle daño de tal manera que pueda suponer una ventaja para Ucrania. Pocos dudan de que lo ocurrido servirá para una nueva demostración de mano dura de Putin, algo que le ha funcionado desde hace muchos años, ya desde la segunda guerra chechena. Pero también puede suponer una gran amenaza, ya que ahora que para Putin parecía que los vientos le eran favorables en su cruzada contra Occidente, un segundo frente o un nuevo foco de desestabilización podría convertirse en un auténtico problema.