as elecciones primarias norteamericanas para renovar el Congreso de diputados y senadores siguen adelante y, a medida que la gente vota y los políticos tratan de atraerles, queda más claro que la imagen y los planes del expresidente Donald Trump siguen pesando en la política del país.

Los resultados de las dos primeras rondas de primarias que permitieron recoger los votos de una docena de estados muestran que falta mucho por decidir hasta que se celebren las elecciones parlamentarias el próximo mes de noviembre, pero está claro también que Trump sigue planeando sobre la política americana y creando problemas a su propio partido.

Parece que el polémico expresidente es un estorbo para ganar, pero al mismo tiempo es casi necesario para no perder. Porque Trump tiene algunos -más bien muchos, la verdad- fieles incondicionales, más deseosos de mantener su apoyo que de ganar las elecciones, gentes para las que el principio de defender las ideas de Trump es más importante que recuperar el poder.

Su actitud recuerda la del "partido del té" en el año 2008, después de la victoria de Barak Obama, en que muchos conservadores expresaron su desacuerdo con la orientación del nuevo gobierno y se mantenían opuestos a cualquier iniciativa demócrata. Allanaron el camino, ocho años más tarde, para la victoria electoral de Donald Trump y su actitud se mantiene en muchos de entre ellos.

Parece ahora que han llegado al fin del camino: entre los desencantados con el actual presidente demócrata Joe Biden se hallan muchos de sus correligionarios quienes, si bien no son conservadores, tampoco comulgan con la corrección política imperante y con las nuevas actitudes de los sectores más progresistas del gobierno actual, pues les parecen tan radicales como imprácticas.

Aunar a estos demócratas de centro, a los seguidores de Trump y a los republicanos moderados no es una tarea fácil. Y menos fácil es aún para un personaje como Trump, poco dado a compromisos políticos.

Los republicanos menos exaltados y que exploran las posibilidades reales de recuperar el poder aprovechando el desencanto general, andan en busca de un candidato capaz de atraer a toda esta mezcla y, si bien todavía no existe un acuerdo claro acerca de quien sería, parece que sí existe en que no debería de ser Donald Trump.

Entre el fuego reformista de la izquierda demócrata y el de las reivindicaciones trumpistas, estos moderados tratan de mantener la calma y preparar una estrategia que devuelva el poder parlamentario a su partido y allane el camino, dentro de dos años, a un candidato capaz de englobar diversas tendencias y de llevar algo de paz política al un país profunda y amargamente dividido. Y no se trata solo de ganar elecciones, de recuperar el poder, sino de entrar país en vías de una recuperación económica sólida, después de los estragos financieros del covid y de las alarmantes cifras de los déficits, la inflación y la deuda pública generados por la pandemia.

Para una ciudadanía acostumbrada a la abundancia, tanto por la multitud de ofertas en comercios y en internet, como por lo asequible de los precios relativamente a sus ingresos, la situación actual es tan sorprendente como desagradable: los estantes de muchos comercios están vacíos y la inflación por encima de los aumentos salariales.

Además, afecta donde más duele, como la gasolina, imprescindible para desplazarse en un país de grandes distancias y con escasos medios de comunicación, o artículos de primera necesidad como alimentos, de los que no se puede prescindir.

La situación actual se interpreta en función de las afinidades políticas: para los demócratas, son las consecuencias de la mala gestión de la pandemia por parte de Trump, mientras que los conservadores lo achacan a las políticas manirrotas de la administración demócrata de Joe Biden.

La desventaja de Biden y su partido es que, a medida que las elecciones se acercan el tiempo pasa y la gente tiende a responsabilizar de la mala situación del momento a los políticos en el poder. Pero el tiempo también puede ir en contra de Donald Trump cuya imagen puede irse desgastando y abrir así el camino a caras nuevas con presencia más amable y una oferta más inclusiva que abarque a más sectores de la población. l

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