l 23 de agosto de 1939 pasó a la historia como el día en que Joachim von Ribbentrop y Vyacheslav Molotov se dieron la mano. Hitler y Stalin habían llegado a un acuerdo público y habían firmado un protocolo secreto. En virtud de este protocolo, Polonia sería convenientemente ocupada, “reordenada” y dividida entre la Unión Soviética y Alemania.
La repartición de Polonia significaba asimismo la “reasignación” de 4,5 millones de ucranianos occidentales a la Unión Soviética. La mayoría de ellos provenían de la antigua Galicia oriental y de Volhynia, los cuales constituían cerca del 12% de la población de la Segunda República Polaca. Era un grupo humano sensiblemente antisoviético ya que entre 1929 y 1933 -tan sólo seis años antes de la firma del Pacto Molotov-Ribbentrop- entre 4,5 y 7,5 millones de ucranianos habían muerto de hambre como resultado del Holodomor. Una segunda ola de violencia afectó a Ucrania durante las purgas de 1936 a 1938, en el curso de las cuales cientos de miles de ucranianos fueron ejecutados o recluidos en campos de concentración. Por todo ello, los ucranianos occidentales tenían buenas razones para recelar de la administración soviética.
Una semana después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Lavrentiy Beria, jefe del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD), ordenó a Ivan Serov, comisario general de la NKVD en Ucrania, que organizara grupos operativos para la depuración de las regiones liberadas de elementos antisoviéticos. El secretario del Comité Central del Partido Comunista de Ucrania, Nikita Khrushchev, el “Carnicero de Ucrania”, preguntó irónicamente al jefe del Departamento Especial del Frente Ucraniano, Anatoliy Mikheyev, “¿Qué clase de trabajo es este que nadie está siendo ejecutado...?” En consecuencia, se asignaron a esta labor más grupos especiales de la NKVD del Distrito Militar Especial de Kiev.
El 17 de septiembre de 1939, tropas soviéticas penetraron en el oeste de Ucrania. Lviv, la principal ciudad y centro cultural de Galicia, fue capturada el 22 de septiembre. La ocupación duraría veintiún meses, hasta que en junio de 1941 los alemanes iniciaron la operación Barbarroja. Las unidades soviéticas encabezadas por el general Semen Tymoshenko fueron denominadas Frente Ucraniano. Se trataba de un gesto propagandístico destinado a propagar la idea de que no se trataba de una conquista, sino de la reunión de los ucranianos occidentales y orientales bajo un mismo techo soviético. Todos los partidos políticos fueron abolidos y se introdujeron las estructuras administrativas y leyes propias del régimen soviético, incluida la política de colectivización de la tierra. El 80% de los funcionarios electos en las elecciones del 22 de octubre de 1939 procedían del exterior, lo cual es un indicativo de la desconfianza de Stalin en la población ucraniana.
Inicialmente, las autoridades soviéticas comenzaron por encerrar o deportar a funcionarios públicos, autoridades políticas y miembros destacados de la vida cultural del país. Paralelamente, en colaboración con las autoridades alemanas, arrestaron a unos 20.000 o 30.000 ucranianos que habían huido a la Polonia ocupada por los nazis. Se desconoce el número exacto de polacos deportados a Siberia o Asia Central entre 1939 y 1941, pero las diversas fuentes estiman que fueron entre 200.000 y un millón. Además, decenas de miles de personas de habla alemana de Volhynia fueron desplazadas al territorio ocupado por los alemanes.
Pero las cosas empeoraron considerablemente en los meses precedentes a la invasión alemana. Stalin y Khrushchev temían que la población reclusa se convirtiera en una quinta columna. En virtud del informe El trabajo de la NKVD en la lucha contra el bandidaje en las regiones occidentales de la URSS de Ucrania de enero-junio de 1941, los órganos de la NKVD habían llevado a cabo “un trabajo significativo para eliminar el bandidaje político y criminal en las regiones occidentales de Ucrania”. Ante el inminente estallido de la guerra, se intensificó “el trabajo para derrotar a la clandestinidad político-criminal, en el menor tiempo posible, evitando las deficiencias constatadas” en la lucha contra el bandidaje y la delincuencia.
Pero a pesar de las previsiones, el rápido avance alemán sorprendió a la NKVD, que no tuvo tiempo de evacuar a los prisioneros de los centros penitenciarios y campos de concentración. Ante esta situación, el diputado del Comisariado Popular de Asuntos Internos de la NKVD, Vasilii V. Chernyshov, y el jefe de la Dirección de Prisiones del Comisariado Popular de Asuntos Internos de la NKVD, Mikhail I. Nikolskii, propusieron el 4 de julio de 1941 una solución tan simple como brutal: Solo los prisioneros que no habían sido juzgados serían trasladados a la retaguardia. Mujeres con niños, mujeres embarazadas y menores de edad, serían liberados si no eran considerados especialmente peligrosos. “Todos los demás prisioneros (incluidos los desertores) serán ejecutados”????.
Según el informe sobre el resultado de la evacuación de prisioneros de la Ucrania soviética del 22 de enero de 1942 redactado por Viktor A. Volkhonskii, subjefe de la administración penitenciaria de la NKVD, 272 prisiones habían sido desocupadas y 141.527 presos habían sido evacuados. Los presos “abandonados” durante la evacuación por “varios motivos”, eran 42.776. Diversas fuentes estiman que el número de personas asesinadas se sitúa entre 20.000 y 40.000. Pero no sólo era el número de personas eliminadas lo que conmocionó a la población, sino también la forma en que fueron exterminados. Cuando las familias de los arrestados acudieron a las prisiones tras la evacuación, encontraron cuerpos tan mutilados que no podían ser identificados. Era tal el número de prisioneros que tuvieron que ajusticiar en tan poco tiempo que en ocasiones fueron ejecutados con explosivos. En la sección femenina de la prisión de Sambir, la NKVD dinamitó dos grandes celdas repletas de prisioneras el 26 de junio de 1941.
En una carta al embajador británico en la Unión Soviética Richard S. Cripps del 12 de julio de 1941, Molotov lo negó todo: “Les informo que estos rumores no tienen ningún fundamento y son claramente provocativos”.
Tras el aplastamiento del movimiento independentista de Ucrania entre 1917 y 1920, el Holodomor de 1929-1933, las purgas de la década de los años treinta y la ocupación de 1939 a 1941, los ucranianos tenían buenas razones para ver un enemigo en los soviéticos. Muchos concibieron la invasión alemana como una liberación, pero las acciones de la Wehrmacht y de las unidades Einsatzgruppen de las SS tan solo abrieron un nuevo capítulo sangriento en la historia contemporánea de Ucrania. Una semana después del inicio de la operación Barbarroja, comandos ucranianos bajo mando alemán capturaron Lviv sin lucha y declararon un estado independiente. No pasó mucho tiempo antes de que unos pocos se dieran cuenta de su error, pero la década de represión que los precedía había sembrado demasiado odio y resentimiento en la mayoría, y continuaron colaborando con la ocupación alemana hasta 1944.
La destrucción que acarrea la guerra de Putin tan sólo abonará este cultivo de odio, un semillero de violencia para las generaciones venideras.
La destrucción que acarrea la guerra de Putin abonará el cultivo del odio de los ucranianos, un semillero de violencia para el futuro