l Pacto de Varsovia, el antagonista de la OTAN durante la Guerra Fría, desapareció hace 30 años, tras lo que todos sus miembros, menos Rusia, se integraron en la Alianza Atlántica. El Tratado de Amistad, Cooperación y Ayuda Mutua de la Europa del Este o Pacto de Varsovia dejó de existir el 1 de julio de 1991 después de que la caída del Muro de Berlín convirtiera en inútil su existencia.

Para entonces, la Alemania federal y la democrática ya se habían reunificado (1990). Seis meses después se desintegró su miembro más importante, la Unión Soviética.

Entre 1999 y 2009 sus otros seis miembros -Bulgaria, República Checa y Eslovaquia (Checoslovaquia), Hungría, Polonia, Rumanía y Albania- , además de las tres repúblicas bálticas, ingresaron en la Alianza Atlántica. Occidente había ganado la Guerra Fría.

El ingreso de la Alemania Federal en la OTAN en 1955 fue la excusa perfecta para que la URSS liderara la creación ese mismo año del Pacto de Varsovia. Yugoslavia fue el único que se quedó fuera. Con la ayuda de la doctrina de la soberanía limitada, la URSS creó un cinturón de satélites en los que cualquier desviación ideológica era castigada por la fuerza. Así ocurrió en Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968). Además, le permitía desplegar tropas en cualquier punto de Europa Oriental.

Mientras la OTAN buscaba un “eslabón débil” en el pacto, la Rumanía de Ceaucescu iba por libre, Albania abandonó el bloque en 1968 y la Alemania Democrática siempre miró con recelo al resto.

La entrada de los tanques soviéticos en Praga provocó una erosión irreparable en el grupo. La invasión de Afganistán (1979), en gran parte debido a la dura respuesta occidental -embargos y boicot olímpico-, fue la puntilla. En abril de 1985, con Mijaíl Gorbachov en el Kremlin, el pacto fue prorrogado por otros 20 años, pero ya era tarde. No obstante, las dificultades comenzaron mucho antes, a mediados de los años 60, con las reformas económicas iniciadas por varios países.

El atraso económico y el rezago tecnológico en comparación con Occidente también comenzaron a hacer mella en el pacto.

Siguiendo el ejemplo de otros países con pasado autoritario como Portugal, España o Grecia, que ingresaron en la UE y la OTAN, los europeos del este pensaron que “Europa les ayudaría a progresar”. “El ingreso en las instituciones euroatlánticas era visto como un elemento de seguridad. Uno no se podía quedar en tierra de nadie. Recordemos lo que pasó en Yugoslavia”, explica Artiom Ulunián, historiador de la Academia de Ciencias de Rusia.

En las próximas décadas todos los países del Pacto de Varsovia, además de los bálticos, ingresaron en la Alianza, lo que indignó al Kremlin, que acusa desde entonces a EEUU de incumplir un supuesto acuerdo tácito. “No estoy seguro de que existiera ese acuerdo. Si fuera verdad, hubiera sido plasmado en papel. Sobre cosas tan serias no puede haber acuerdos verbales”, apunta Ulunián.

Treinta años después, Ulunián no ve ninguna alternativa a la OTAN. Ni la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva liderado por Rusia ni la Organización de Cooperación de Shanghái comandada por China.

El retraso económico y tecnológico en comparación con Occidente también comenzaron a hacer mella en el pacto

La entrada de los tanques soviéticos en Praga provocó una erosión irreparable en el grupo; la invasión de Afganistán fue la puntilla