os cuerpos de seis personas fueron encontrados en una casa del barrio de Allen, en Dallas (Texas), en la madrugada del lunes. Todos ellos mostraban heridas de bala. Entre las víctimas se encontraba el padre, Towhidul Islam, de 54 años; la madre, Iren Islam, de 56 años; la abuela, Altafun Nessa, de 77 años; el hijo mayor Tanvir Towhid, de 21 años; y los gemelos Farbin y Farhan Towhid, de 19 años. Según un escrito publicado en las redes sociales, Tanvir y Farhan decidieron poner fin a sus vidas y a las de sus familiares a fin de evitar más sufrimiento.
En los últimos nueve días se han producido tiroteos en Florida, Alabama, Carolina del Sur, New York y Texas. El saldo, 19 personas muertas y 23 heridas en siete incidentes. En dos de ellos los perpetradores se han suicidado. Según algunos expertos existen evidencias de que los tiroteos y los suicidios pueden ser diferentes expresiones de un mismo problema. James Densley estudió en 2019 más de 150 tiroteos ocurridos entre 1966 y 2018 y concluyó que la mitad de los agresores tenía tendencias suicidas. El Departamento de Educación realizó un estudio sobre 41 tiroteos escolares y concluyó que el 78% de los agresores tenía antecedentes suicidas. En vista de estos resultados, se ha planteado que, si la legislación estatal ha sido eficaz para reducir la tasa de suicidios, se podría abordar el problema de los tiroteos indiscriminados utilizando medidas legales y políticas similares.
Pero esto es cierto solo hasta cierto punto. Los tiroteos protagonizados por personas con enfermedades mentales graves representan menos del 1% de los homicidios por armas de fuego. En contraste, las muertes por suicidio con armas de fuego representan la mayoría de las muertes causadas por este tipo de arma. Tan sólo el 3% de los delitos violentos está vinculado a personas con enfermedades mentales graves y no es común que los autores de tiroteos indiscriminados tengan un historial psiquiátrico.
En suma, la aprobación de "leyes de bandera roja", destinadas a limitar el acceso a las armas de personas que podrían suponer un peligro para ellos mismos o para otros, no reducirá "drásticamente" las tasas de suicidio o los tiroteos indiscriminados, pero pueden mitigar sus efectos ya que los tiroteos masivos y las tasas de suicidio son dos problemas separados pero relacionados.
El aumento de las tasas de suicidio en Estados Unidos es una seria preocupación de las autoridades estatales y federales. En 2018 se registraron 48.344 suicidios, frente a los 42.773 en 2014, según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud (NCHS). En virtud del informe Nº 309 de junio de 2018 del NCHS, entre 2000 y 2016 la tasa de suicidios aumentó un 30%, pasando del 10,4 a 13,5 por 100.000 habitantes. La más alta registrada en 28 años. Por géneros y edades, los datos son aún más preocupantes. Entre niños y hombres el aumento de la tasa de suicidios entre 2000 y 2016 ha pasado del 17,7 al 21,4 por 100.000. El aumento de suicidios entre niñas y mujeres entre 2000 y 2016 fue mayor, del 50%, pasando del 4,0 en 2000 al 6,0 por 100.000 en 2016.
El suicidio fue la décima causa de muerte en los Estados Unidos en 2016 y la segunda causa de muerte entre las personas de 10 a 34 años. Y, a pesar de que a nivel global el número de suicidios está bajando, en los Estados Unidos está aumentando de forma alarmante. Y 2020 ha sido un mal año.
En palabras de Christine Moutier, directora de la Fundación Estadounidense para la Prevención del Suicidio, no suele haber una sola causa de suicidio sino un conjunto de factores de riesgo: factores de salud, ambientales y sociales, y también precedentes (intentos previos de suicidio, antecedentes familiares y abusos o traumas) son sólo algunos de ellos. No obstante, tal como han argumentado Anne Case y Angus Deaton, de la Universidad de Princeton, las tasas de suicidio a menudo han disminuido cuando las condiciones de vida han mejorado. Y lo contrario también es cierto. Ambos autores han defendido que estas "muertes por desesperación" están vinculadas a un deterioro del bienestar socioeconómico y cultural.
Otro factor decisivo para disminuir las tasas de suicidio es favorecer el acceso a los tratamientos de salud mental y atención médica, social, educativa y laboral. Implementar programas de prevención del suicidio como en Japón, es crucial. El primer plan nacional para abordar la prevención del suicidio en los Estados Unidos se hizo público en 2001, y la Alianza de Acción Nacional para la Prevención del Suicidio no se implantó hasta 2010. Es necesaria una estrategia nacional para la prevención del suicidio y servicios de atención médica y de salud mental accesibles y asequibles, públicos.
La limitación del acceso a los medios de causar la muerte redunda asimismo en una disminución de las tasas de suicidio. La reducción del uso de monóxido de carbono en Inglaterra para calentar y cocinar redujo la tasa de suicidios en un 40%. En Asia, el control sobre pesticidas tóxicos de uso agrícola ha reducido sensiblemente el número de suicidios. En suma, ésta es la misma lógica que subyace a la instalación de barreras en los puentes para evitar que la gente salte.
En los Estados Unidos, la asfixia es el medio de suicidio más común entre mujeres menores de 25 años, mientras que el envenenamiento lo es entre las mujeres de más de 45 años. Entre las mujeres de 25 a 44 años, el porcentaje de muertes por armas de fuego, asfixia y envenenamiento es similar (32%, 31% y 28%, respectivamente). Entre los niños de 10 a 14 años, la asfixia y las armas de fuego representan aproximadamente la mitad de los suicidios, mientras que las armas de fuego son el método más habitual entre los hombres de más de 15 años. En suma, más de la mitad de las muertes por suicidio en los Estados Unidos son causadas por armas de fuego. Y hay evidencia de que cuando el acceso a las armas disminuye, también lo hacen las muertes por suicidio: Durante la década de 1990 la propiedad de armas de fuego disminuyó y, lógicamente, las muertes por suicidio con arma de fuego también declinaron, mientras que el suicidio por otros medios no se redujo. El control de armas produjo una caída en la tasa general de suicidios de más de 12 por cada 100.000 en 1990 a poco menos de 10,5 en 1999.
No es cierto que "las enfermedades mentales conducen a la violencia", y tampoco es cierto que "la violencia con armas de fuego y las enfermedades mentales sean fenómenos correlativos". Es cierto que los suicidios con armas de fuego causan la muerte de más estadounidenses que los tiroteos indiscriminados. Por tanto, impedir los tiroteos mediante una política de prevención del suicidio puede no ser lo más acertado. No obstante, hay algo subyace a todo ello: la proliferación de armas de fuego es una de las raíces del problema y el impulso de políticas de desarrollo socioeconómico y cultural, de control de armas y la implantación de un sistema público de seguridad social, universal y gratuito, son tres de las principales estrategias para acabar con esta terrible pandemia.
Una cosa es segura, Tanvir y Farhan Towhid vivían en una ciudad en la que es fácil adquirir un arma de fuego con la cual matar a cuatro miembros de una familia antes de suicidarse. La misma ciudad en la que no podían permitirse visitar a un psicólogo.