- El golpe de Estado ha hundido las esperanzas puestas por Occidente en la democracia de Myanmar (o Birmania), único país del Sudeste Asiático donde se esperaban ciertos avances en este sentido, y podría frenar su lento despegue económico afectado por sanciones y la huida de inversores.
Con la asonada del lunes, los militares no solo borraron todos los progresos democráticos que ellos mismos habían impulsado en la última década, sino que corren el riesgo de aislarse del resto del mundo, en especial de Europa y EEUU, que estaban cuidando con mimo sus relaciones para salvaguardar la transición democrática y limitar la influencia de China en Myanmar.
El presidente de EEUU, Joe Biden, amenazó con sanciones tras el golpe de Estado y pidió a la comunidad internacional que hable con “una sola voz” para hacer que los militares birmanos “cedan inmediatamente” el poder.
La UE, que condenó “enérgicamente” el golpe, no ha llegado a hablar de sanciones, aunque no sería sorprendentes que se mantuviera la situación creada por los militares y los arrestos de la líder de facto del Gobierno, Aung San Suu Kyi, miembros del Gobierno, presidentes regionales, políticos de su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND), activistas y artistas.
La UE había sido muy cautelosa en su imposición de sanciones a Birmania por las atrocidades cometidas contra la minoría rohingya y había preferido dirigir sus acciones contra el estamento militar, pero no contra todo el país.
La fragilidad de su transición democrática le valió a Birmania un trato preferente que explica por qué ha disfrutado del programa Todo Menos Armas (EBA, por sus siglas en inglés), que elimina los aranceles para todos los productos menos armamento y del que ha sido apartada Camboya por sus abusos contra los activistas pro derechos humanos.
La UE utiliza el EBA para dar facilidades comerciales a países en desarrollo con la condición de que respeten los derechos humanos y laborales incluidos en las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo de Naciones Unidas (OIT).
Tanto la UE como Japón abogaban por no ser duros con un país con las contradicciones propias de una transición democrática, sobre todo en un contexto en que países de la región como Tailandia, Camboya y Filipinas han vivido claros retrocesos democráticos. Tras la asonada militar, no quedaría ningún argumento, más allá de los meros intereses comerciales, para que Birmania mantenga ese estatus privilegiado.
En el otro lado de la balanza se situó China, cuyo gobierno afirmó ayer que los movimientos de la comunidad internacional “no deben dañar la estabilidad” política y social de Birmania, sino “ayudar a promover una solución pacífica y evitar más conflicto”.
China, que asegura estar negociando con todos los sectores implicados, confía en que todas las partes en Birmania “resuelvan correctamente sus diferencias de acuerdo con la Constitución y la ley”. En función del estado de emergencia contemplado en la Carta Magna, los militares deberían convocar elecciones en un año.
Tendrán “efectos nocivos”. Sea cual sea el alcance de las sanciones que ya ha anunciado el Banco Mundial, los analistas coinciden en que este golpe tendrá efectos nocivos en la economía. El organismo de la ONU, que en 2020 concedió a Myanmar préstamos de más de 747 millones de euros, recalcó su compromiso con la transición democrática birmana en la última década, en la que el porcentaje de birmanos en la pobreza bajó hasta el 25%, la mitad que en 2005. Las primeras consecuencias económicas de la inestabilidad política empiezan a ser palpables, con movimientos empresariales como el de la empresa japonesa Suzuki Motor, que ha decidido paralizar la producción de las dos plantas que posee en Birmania para garantizar la seguridad de sus 400 empleados. La multinacional nipona tomó esta decisión pocas horas después del golpe y por ahora no ha determinado cuándo reabrirá sus instalaciones en las que produce unos 11.000 vehículos anuales.
Restringe la ayuda económica, mantiene la humanitaria. EEUU calificó ayer de “golpe de estado” lo ocurrido y anunció que restringirá la ayuda dirigida al Gobierno birmano, aunque continuará ofreciendo asistencia humanitaria. “Aung San Suu Kyi, la líder del partido en el poder, y Win Myint, el debidamente elegido presidente birmano, fueron depuestos en un golpe militar”, concluyó.
Tímidas manifestaciones. El grupo de activistas Yangon Youth Network, uno de los más grandes de Myanmar, anunció ayer una campaña de desobediencia civil, mientras que un grupo de médicos de la ciudad de Mandalay convocó una huelga desde el miércoles”. En esa aparente normalidad con un clima de tensión, lo más llamativo en las calles de Rangún fue la desaparición de la mayoría de las banderas rojas de la LND.
“El golpe militar es un intento inaceptable de negar el deseo del pueblo birmano”
Responsable de Exteriores en la UE