Washington - Baltimore, la mayor ciudad del Estado de Maryland, otrora una de las más pobladas del país y sede de uno de los principales puertos norteamericanos, se ha visto catapultada a las portadas de diarios y televisiones, tras las últimas diatribas del presidente Trump contra uno de sus congresistas? Y sus muchas ratas. Aunque el choque de Trump contra el congresista Elijah Cummings, que representa las zonas más pobres y con mayor delincuencia de la ciudad tiene poco que ver con la situación en Baltimore y mucho con las luchas políticas de Washington, el enfrentamiento entre ambos políticos ha desencadenado de nuevo los ataques habituales contra Trump, a quien acusan de racismo? Y ha desencadenado la furia twiteadora del presidente. Y ciertamente, las críticas de Trump se dirigen a un congresista negro y a las zonas también negras que éste representa. Pero el contenido de sus críticas parece calcado de las declaraciones que el propio Cummings hizo años atrás, cuando presentó la lamentable situación de las zonas pobres de Baltimore y pidió ayuda en el Congreso norteamericano.

La situación es realmente lamentable: con una población ligeramente superior a los 600.000 habitantes y uno de los principales puertos de contenedores de la costa atlántica de América del Norte es hoy en día una urbe en declive material y moral. Las zonas abandonadas -en su mejor momento Baltimore rondaba el millón de habitantes- son centros de violencia y narcotráfico. Trump y Cummings se enfrentaron recientemente a causa de los ataques del congresista al presidente, a quien quiere enjuiciar con el procedimiento de impeachment pues le acusa, junto con otros demócratas, de contubernio con Rusia para ganar las elecciones de 2016.

Aunque Trump no tiene que perder el sueño por la amenaza del impeachment, toda vez que tan solo se aceptaría si tuviera en contra de él a la mayoría de su propio partido republicano que hoy en día controla al Senado (para que la moción prospere es necesaria una mayoría de dos tercios y probablemente los republicanos seguirán controlando la Cámara Alta también en la próxima legislatura), el presidente es un hombre de genio pronto y tolerancia nula ante cualquier crítica y arremetió contra Cummings aprovechando la situación de Baltimore. En cualquier caso, al margen de las motivaciones políticas, lo cierto es que, a pesar de todos sus problemas, Baltimore tan solo ha estado esporádicamente en las noticias por actos violentos aislados. Seguramente apenas se hablaría de ella más allá del estado de Maryland al que pertenece, si no fuera por las iracundas diatribas del presidente Trump contra Baltimore, su alcalde y sus ratas.

satisfacer al racismo Porque, en esencia, las críticas de Trump a la ciudad y sus habitantes, aunque estén justificadas por las estadísticas policiales y por los esfuerzos municipales fallidos por controlar su población de roedores, satisfacen el racismo primitivo de parte de sus electores. Ese sector es el menos preparado culturalmente y más dispuesto a un racismo primitivo y seguidor incondicional del presidente. Las razones concretas de las arremetidas twitteras de Trump son ya lo de menos, pero su mensaje lo interpretan los medios informativos y sus muchos críticos del Partido Demócrata como una prueba de racismo. Y es porque Baltimore, con un 65% de residentes negros, es una de las ciudades más “negras” del país. Y todavía lo es más en la zona representada por el congresista Cummings, donde los negros superan el 80%, incluso por encima de los índices de ciudades en el estado de Alabama, el Estado de mayor porcentaje afroamericano de los EEUU. Al mismo tiempo, es también es una ciudad puntera en criminalidad (la tercera en número de delitos capitales), con 3 veces más asesinatos que Nueva York a pesar de que el censo neoyorquino es 14 veces mayor que el de Baltimore. El año pasado murieron asesinadas casi 350 personas y, en los primeros siete meses de este año, el número de asesinatos ronda ya los 200. La delincuencia de Baltimore -cómo la de cualquier otro lugar del mundo- tiene como caldo de cultivo la miseria. La automatización del puerto ha destruido muchísimos puestos de trabajo, el paro y los sueldos bajos reducen la escolaridad y esta, a su vez, vuelve a la gente más proclive a la violencia sin sentido y a la vagancia. De esta última se han beneficiado las ratas urbanas que constituyen hoy en día una auténtica plaga? ¡Y un pretexto fácil a las críticas de Trump! Sobra decir que en odios y amores la reciprocidad es ley. Y así, a Trump no le han querido nunca en esta ciudad (en las presidenciales del 2016 Hillary Clinton obtuvo Baltimore el 60% de los votos) y el repudio es tal que si bien el gobernador de Maryland -Larry Hogan- es republicano, es uno de los republicanos moderados y empecinadamente anti-Trump.

Para ganar las próximas presidenciales Trump ha de imponerse en los Estados indecisos (Florida, Pennsylvania, Ohio y Wisconsin), donde hoy por hoy tanto pueden ganar los republicanos como los demócratas. Aunque en Maryland tiene posibilidades casi nulas, sus comentarios a la situación allí pueden beneficiarle en otros lugares y ampliar así el número de sus seguidores. Y estos han ido a más, en parte por la mejora de la economía que ha reducido el desempleo especialmente entre gente de pocos ingresos, pero tampoco le van mal los argumentos simplistas que apelan a sentimientos viscerales: Baltimore, como tantas ciudades de riqueza menguante y delincuencia creciente, es un feudo demócrata desde hace más de medio siglo y sirve de ejemplo a los conservadores para demostrar el triste futuro que les esperaría con un gobierno progresista.