Ciudad del Vaticano - Como hiciera Jesús con sus discípulos durante la Última Cena, el Papa Francisco lavó ayer los pies a doce reclusos en una cárcel próxima a Roma y les animó a evitar cualquier tentación de dominación y a ayudarse entre sí, a ser “más amigos y hermanos”. El pontífice argentino se traslado a la penitenciaría de Velletri para conmemorar la Última Cena del Señor y en su homilía, improvisada, recordó la importancia del rito del lavado de los pies, realizado por Jesús de Nazaret a sus apóstoles. Francisco explicó que Jesucristo, a pesar de ser el hijo de Dios, llevó a cabo con sus seguidores este gesto propio de esclavos, que por aquel entonces limpiaban el polvo y la suciedad del calzado de las personas que visitaban las casas de sus amos. “Servíos el uno al otro, sed hermanos en el servicio y no en la ambición de quien domina o maltrata al otro. Esta es la hermandad. La hermandad es siempre humilde”, aseguró el pontífice, para después subrayar que esta “regla del servicio” también afecta al alto clero. “El obispo no es el más importante, sino que incluso debe ser el más servicial”, puntualizó.

Francisco insistió ante los presos, pero también ante los funcionarios de la cárcel, en que “el más grande debe servir al más pequeño”. “El que se siente más grande debe ser servidor. Es verdad que en la vida hay problemas, reñimos entre nosotros, pero debe ser algo pasajero. Porque en nuestro corazón siempre tiene que haber ese amor por servir al prójimo”, zanjó. - Gonzalo Sánchez