Ni la democracia que se creó hace 100 años estaba condenada de antemano al fracaso ni la supervivencia de la nuestra está necesariamente garantizada”. Son palabras de Frank-Walter Steinmeier, presidente de Alemania, en el centenario de la primera asamblea que en 1919 dio inicio a la República de Weimar, la primera república democrática en la historia de Alemania. La referencia de Steinmeier a la relación entre el fracaso de aquella experiencia histórica con la actual Alemania vuelve a poner en primer plano uno de los temas estrella en el debate actual, el paralelismo entre la situación política de los años 30 y la actualidad. Muchos son los libros, artículos, ensayos y declaraciones públicas que llaman la atención sobre la similitud entre el auge de las derechas autoritarias en la Europa de hoy y la destrucción de la democracia en Europa en el período de entreguerras.

La experiencia de Weimar sería el ejemplo más claro del peligro al que se enfrentan las democracias actuales. Por una parte, una crisis económica fuerte, que Weimar sufrió terriblemente con las consecuencias de la guerra y, sobre todo después, el Crack de 1929. Y por otra parte, el auge de corrientes autoritarias que fueron recortando libertades desde dentro del propio sistema. El ascenso del poder de los nazis a través de medios democráticos, y su posterior destrucción de la república, sería un peligro trasladable a nuestra actualidad con los populismos extremistas y autoritarios.

Pero Weimar fue algo más que una democracia fallida. Su constitución fue la más adelantada de su tiempo, recogiendo derechos sociales, laborales e individuales que la convirtió en precursora del moderno estado del bienestar. Además, fue también un momento de enorme desarrollo en la cultura, las artes y el espectáculo, que vio nacer la moderna sociedad de masas y el nuevo papel de la mujer en la sociedad. Un período de libertad y avances democráticos que en 14 años fue sepultado por el totalitarismo nazi. Contraste este que no hará más que alimentar el interés por aquel período el año de su centenario y del que sin duda podemos aprender muchas cosas.

La República de Weimar nació de las cenizas de la Primera Guerra Mundial. La terrible matanza de aquellos cuatro años dejó un trauma profundo entre los que la vivieron, en el caso de Alemania, unos dos millones de muertos y cuatro millones de heridos. El imperio alemán no aguantó la derrota y una revolución derrocó al káiser Guillermo. El ejército prefirió dejar la derrota en manos de los políticos. Surgió así la primera república democrática de Alemania, azotada por las revoluciones y por los conatos golpistas.

Ante una situación tan inestable y caótica en Berlín, tras las elecciones, los diputados elegidos decidieron dejar la capital y reunirse en Weimar para redactar la constitución. El traslado se realizó por la importancia de la ciudad de Weimar en la cultura alemana, lugar de residencia de figuras como Goethe, Schiller o Herder. En esa ciudad se proclamaría la constitución, lo que haría que a aquella época se la denominase la República de Weimar.

El nuevo régimen nació lastrado desde un principio. El tratado de Versalles, con el que las potencias aliadas rindieron cuentas con los derrotados, ahogó las posibilidades económicas del país desde un principio, debido a las enormes cantidades económicas que se impusieron a Alemania como reparación. Keynes, que formaba parte de la delegación británica en Versalles, lo entendió claramente. Para él aquellas sanciones imposibles de pagar serían en el futuro la mayor amenaza para la paz.

Mientras, Berlín fue el escenario del nacimiento de la política de masas. La libertad política hizo que surgieran partidos y corrientes extremas de toda clase. Los enfrentamientos en la calle, los asesinatos políticos, las revoluciones y los intentos de golpe de estado fueron algo común en aquellos años. Y cuanto peor fuese la situación económica, las ideologías extremistas irían obteniendo mayor fuerza, tanto en la izquierda como en la derecha.

Tras la mejora económica a partir de 1923 llegaron los años dorados de Weimar. La escena cultural berlinesa se volvió una de las más importantes del mundo. Fueron los años del jazz, de los cabarés y los cafés. Mientras Josephine Baker bailaba charlestón, Anita Berber escandalizaba con sus actuaciones transgresoras y Berlín se convertía en la capital del jazz de Europa. Serían días de fiesta y libertad en las noches locas de la capital alemana.

la ciencia y el arte Pero donde mayor impacto tuvo esta libertad y creatividad fue en la ciencia y el arte. Alemania vivió un auténtico boom cultural y científico. Einstein ganó el Nobel en 1921. Fritz Lang dirigió Metrópolis. Thomas Mann escribió La Montaña mágica. Berthold Brecht revolucionó el teatro tradicional alemán. En arquitectura, Walter Gropius fundó la escuela Bauhaus el 1 de abril de 1919 en Weimar, dando inicio a una renovación de la arquitectura y el diseño que sentó las bases de lo que hoy entendemos por diseño industrial y gráfico. Los años dorados no duraron mucho. El 24 de octubre de 1929 Wall Street se desplomó, en el famoso Crack del 29. La economía mundial fue contagiándose de manera escalonada, llegando a Alemania. El dinero se evaporó. El desplome de la economía alemana fue total. Fábricas paradas, aumento del paro, miseria y un Estado sin ingresos incapaz de dar respuesta a una crisis brutal y mantener el estado de bienestar que había creado.

Era el principio del fin para el régimen de Weimar. Ante tal desastre, las formaciones políticas fueron incapaces de dar una respuesta consensuada a la situación. El gobierno de coalición cayó y el presidente Hindenburg llamó a Bruning, del partido del Centro, a hacerse con las riendas del país. El caos político aumentó y la violencia política se intensificó aún más. El caos económico fue entendido por algunos como el fracaso de la democracia que inauguró Weimar. En las siguientes elecciones, tanto comunistas como nazis fueron acaparando más fuerza. En vez de lograr mayorías aumentó la fragmentación y las posiciones extremas y autoritarias ganaron terreno. La democracia fue perdiendo apoyo y defensores, mientras que el autoritarismo tomaba fuerza como única solución.

Bruning vio la oportunidad de instaurar un régimen autoritario gobernando a través de decretos. Algunos autores ven aquí el final de Weimar. El parlamento, bloqueado por la falta de consenso, vio cómo los decretos presidenciales no conseguían solucionar la grave crisis económica y social. Mientras, el partido nazi continuaba su escalada de votos. Fue en 1933 cuando el presidente Hindenburg aceptó el proyecto de los conservadores para gobernar con los nazis. El 30 de enero de 1933 Hitler fue elegido canciller. El régimen estaba sentenciado.

La democracia más avanzada de su época, que había propiciado una época de enorme libertad y creatividad, era destruida por un partido que llegaba al poder democráticamente. A Weimar no le sirvieron ni sus avances democráticos ni su intensa producción cultural o científica para salvarse. Las llamas de las hogueras nazis quemaron los libros que Weimar produjo. La escuela de la Bauhaus fue ocupada y clausurada por los nazis. Artistas e intelectuales fueron forzados a huir. Y el periodo más oscuro llegaría pronto, sumiendo a Europa en su mayor tragedia.

la lección de weimar ¿Qué lección nos enseña la república de Weimar? Para algunos autores, Weimar es el ejemplo de que ninguna democracia puede soportar una falta de consenso absoluto en todas las cuestiones esenciales de la convivencia. Pero tampoco a miembros de dentro del sistema que ponen en duda la democracia y que trabajan para minarla desde dentro. La lección más clara de Weimar puede ser esta: los enemigos de una democracia no sólo pueden estar fuera, sino que pueden estar dentro del sistema.

Parece excesiva la similitud entre aquella época y la nuestra. Cuesta imaginar una involución democrática como aquella hoy en día. Pero, a pesar de la exageración en la comparación, Weimar nos recuerda algo que a veces olvidamos: la democracia no es una meta que, una vez alcanzada, no tiene vuelta atrás. Debe ser fortalecida día a día, ley tras ley. Como dijo la canciller Merkel en el aniversario de Weimar, “cada generación debe luchar por la democracia”. Esperemos estar a la altura...