Por si no tiene usted más tiempo para seguir leyendo, le doy el mensaje principal de este artículo en una frase: los esfuerzos de la comunidad internacional por aumentar el número de niños vacunados salvan entre 2 y 3 millones de vidas infantiles cada año y la universalización de esta vacunación salvaría a otro millón y medio de niños que hoy mueren por enfermedades que pueden evitarse por este medio. Si tiene usted más tiempo y el tema le ha interesado, le animo a seguir hasta el final.
UNICEF y la Organización Mundial de la Salud han dado a conocer esta semana, por medio de la agencia de noticias de la ONU, importantes datos sobre las vacunas en el mundo. Algunas son noticias razonablemente positivas, otras podrían serlo más.
El dato es que a día de hoy (datos de 2017) 9 de cada 10 niños recibieron al menos una dosis de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (conocida como DPT3), protegiéndoles así de estas enfermedades que de otra formas provocarían millones de casos de muertes o discapacidad severa. Sin embargo para lograr los objetivos de cobertura universal de inmunización necesitaríamos, entre otras cosas, vacunar a 20 millones de niños adicionales con la DPT3, además deberíamos conseguir que 45 millones pudieran hacerlo con el sarampión y 76 millones con una vacuna conjugada neumológica.
Los mayores obstáculos que encontramos para lograr los objetivos de vacunación universal son los relativos a la pobreza y los asociados al bajo desarrollo humano: falta de recursos sanitarios, incapacidad de seguimiento personalizado a los niños, carencia de medios humanos y técnicos, etc. Pero hay otros igualmente importantes. El más claro es el de los conflictos que impiden en ocasiones el acceso de los equipos sanitarios a los lugares más comprometidos, incluso se dan casos en que los hospitales o centros de atención o vacunación se convierten en objetivos militares directos. A veces estos equipos de personal sanitario son auténticos héroes de la humanidad que ponen en peligro sus vida por salvar la de los niños.
Vemos también que se da otro tipo de problema asociado a la ignorancia. A veces es la ignorancia debida a la pobreza, al fanatismo religioso o al control del poder por parte del señor de la guerra de turno. Otras veces la ignorancia de otro fanatismo asociado ya no a la pobreza, sino a las sociedades opulentas que matan su aburrimiento con teorías anticientíficas y reproduciendo irresponsablemente por redes sociales las supercherías más tontas. Me refiero al movimiento antivacunas que ha hecho renacer algunos riesgos sanitarios y provocado ya no pocas muertes y que se basa en repetir, contra toda la evidencia científica, teorías peregrinas sin ningún fundamento. En este caso la ignorancia es culpable, porque es salvable, porque es voluntaria y porque es criminal.
A nivel global se han dado algunos avances en la vacunación contra la rubéola y incluso pasos en la vacunación para proteger de la meningitis, la malaria y hasta el ébola.
Mucho queda por hacer, y debemos redoblar los esfuerzos para acelerar el paso en este camino emprendido y llegar a proteger a todos los niños del mundo como queremos que estén protegidos los nuestros propios. Para ello hay que luchar contra la pobreza y contra la ignorancia. Seguiremos, usted y yo, apoyando a UNICEF hasta, como dice su llamativo eslogan, conseguir cerrarlo: ¡ayuda a #CerrarUNICEF!