La crispación generalizada que se vive actualmente en casi todo el mundo adquiere en los Estados Unidos una dimensión máxima. La intolerancia política generada por Donald Trump ha alcanzado un nivel alarmantemente próximo a la guerra civil.

No es de esperar que ésta se produzca, pero ya hoy en día la pasión partidista no sólo ha enfrentado a medio país contra la otra mitad, sino que a causa de esta ira los estadounidenses van camino de la ignorancia supina acerca de su propia tierra.

Y es que en aras de esta intolerancia, la mitad de la población se cree en posesión de la verdad? una verdad incompatible con la de la otra mitad. Y de la prensa, tan solo recibe una información sesgada que sirve a los zelotes de uno u otro bando, pero sin presentar lo que de verdad ocurre.

El observador neutral que intente informarse de lo que pasa en los EEUU leyendo, escuchando o mirando los medios informativos de cada lado, acabará creyendo que está viviendo en dos países distintos. Así, por ejemplo, oímos a la misma hora y el mismo día, que la generación de “milenials” (la que llegó a la mayoría de edad con el cambio de siglo) es en sus dos terceras partes progresista, afín al Partido Demócrata y en ascuas por acabar con el gobierno de Trump -mientras que un canal conservador nos asegura que a esta generación la política no le interesa y que no va a votar.

También los programas de mayor audiencia son del ultra conservador Hannity, en la cadena Fox, y de la progresista Rachel Maddow, en MSNBC. Según Hannity, las investigaciones contra Trump están en un callejón sin salida y revelan los tapujos demócratas, mientras que Maddow da a entender que el presidente está contra las cuerdas por su complot con Rusia.

Lo que está sucediendo ahora aquí ni es nuevo ni es exclusivo de los estadounidenses. La pasión disparatada, la intolerancia mortífera, la violencia sanguinaria y el mesianismo a la dinamita son, desgraciadamente, de todos los lugares y tiempos. Pero en Norteamérica esa vehemencia vecina de la discusión a tiro limpio tiene la particularidad de producirse en una sociedad rica, en crecimiento, pleno empleo y que no cesa de considerarse el no va más de la libertad, democracia y justicia.

Y quizá la misma historia de los EEUU justifique más que en ningún otro lugar la pasión mesiánica de sus moradores. Al fin y al cabo, la mayoría de ellos emigraron de Europa a las colonias americanas para escapar de la discriminación social, o la opresión económica de una sociedad cerrada y nada justa. Sobre todo los colonos de la Nueva Inglaterra emigraron con esperanzas, unidas a la convicción de saber mejor que nadie lo que es la palabra de Dios (en versión protestante), la voluntad del pueblo soberano (únicamanete ellos mismos) y la superioridad de los formados intelectual y religiosamente?en sus propias escuelas. Ni sus convicciones han cambiado -ni se acercar a quienes llegaron con ideas diferentes.