Babul Hossain ha llevado hasta la Corte Superior de Bangladesh la lucha por legalizar el matrimonio de su hijo con una rohinyá, un enlace prohibido por el Gobierno para evitar que los miembros de esta minoría huidos de la violencia en la vecina Birmania (Myanmar) puedan obtener la nacionalidad bangladesí. “Mi hijo no cometió ningún crimen al casarse con una rohinyá. Ella es musulmana y nosotros somos musulmanes, así que aceptamos a la novia”, afirmó Hossain. Sin embargo, desde 2014 el matrimonio entre bangladesíes y rohinyás está prohibido por decreto en Bangladesh y el pasado octubre el Ministerio de Justicia ordenó además que varios registros civiles estudiasen los documentos de identidad de los novios después de un aumento notable del número de este tipo de enlaces mixtos.
Pero Hossain, lejos de amedrentarse, impugnó el pasado diciembre la prohibición del Gobierno ante la Corte Superior, que programó para ayer la primera vista del caso. “No tengo miedo (a enfrentarme al Gobierno) porque pienso que mi hijo es inocente”, remarcó el padre.
La historia de amor entre el hijo de Hossain, Shoaib, de 22 años, y la rohinyá Rafiza Khatun, de 18, nació de un flechazo. Shoaib explicó que se enamoró de Rafiza de inmediato, después de verla brevemente en una casa en el distrito de Manikganj, al oeste de Dacca y muy lejos de los campos de refugiados rohinyás localizados en el sureste del país, cerca de la frontera birmana. En esos campamentos en el distrito de Cox’s Bazar se encuentran parte de los más de 655.000 rohinyás huidos a Bangladesh desde el estallido de violencia del pasado 25 de agosto en Birmania, donde según la ONU esta comunidad fue objeto de una “limpieza étnica”.
Aunque el Gobierno de Bangladesh acogió a los rohinyás, les prohibió salir de esos campamentos, así que cuando la Policía descubrió a Rafiza y a su familia en Manikganj, los envió de vuelta a Cox’s Bazar sin que Shoaib tuviera tiempo a declararse a la joven. Sin embargo, eso no le detuvo, y con la ayuda de una ONG Shoaib se desplazó hasta Cox’s Bazar, donde empezó a recorrer los masificados campamentos, con una población similar a la de Washington, en busca de su amada. “Me llevó dos días encontrarla”, aseguró Shoaib, que aunque huye de la Policía, no ha dejado de impartir clases en una madrasa o escuela coránica en Dacca. Según el joven, la familia de Rafiza no aceptó en un principio el enlace al desconocer sus verdaderas “intenciones”, pero él persistió, dice, hasta que “la familia lo tuvo claro” y aceptó el enlace.
Shoaib y Rafiza se casaron el 22 de septiembre en el campo de refugiados de Kutupalong y después se trasladaron a Dacca.
El abogado de la familia, ABM Hamidul Mishbah, defiende que la prohibición de matrimonios entre bangladesíes y rohinyás es discriminatoria. “Viola los derechos fundamentales de los ciudadanos, ya que ninguna ley de este país prohíbe el enlace con extranjeros”, subrayó Mishbah. El abogado añadió que Shoaib “teme que la Policía arreste a su esposa por abandonar el campamento y a él por ayudarla”.
Según el letrado, la pareja podría ser encarcelada por la Ley de Extranjería, que estipula que “un bangladesí puede ser procesado si ayuda a un extranjero que ha cometido un crimen”, enfrentándose ambos a penas de más de cinco años de cárcel.