Washington - Después de un año de fracasos y decepciones, el presidente Trump ha conseguido finalmente una victoria política con la reforma fiscal, tan importante para el Partido Republicano como para él que, por primera vez, ha oído palabras de elogio y de esperanza para su futura gestión.
Cualquier persona que no se dedique a seguir la actualidad política ha de tener dificultades a la hora de valorar esta nueva ley, pues según los republicanos es la panacea que traerá crecimiento económico y curará todos los males del país, mientras que los demócratas aseguran que hará todavía más dura la vida de los pobres y traerá todo tipo de bienaventuranzas a los más favorecidos por la fortuna.
Será necesario esperar para conocer más detalles y ver cuáles son sus repercusiones, pero en cualquier caso se trata de la reforma fiscal más importante de los últimos 40 años, desde que el entonces presidente Reagan consiguió recortar los impuestos en 1986. Desde la Segunda Guerra Mundial, tan solo Reagan y Kennedy, que recortó los impuestos máximos del 97 al 70%, propulsaron rebajas importantes.
También entonces le llovieron a Reagan las críticas y denuestos demócratas, aunque a diferencia de Trump, Reagan tuvo el apoyo de algunos demócratas mientras que ahora Trump se enfrenta diariamente a un muro de oposición inexpugnable y total, pues los votos han seguido la línea del partido que tan solo han cruzado algunos republicanos para oponerse a Trump, pues representan a estados donde la reforma puede perjudicar a ciertos sectores.
Se trata de los estados más ricos, como Nueva York o California donde las residencias cuestan millones de dólares y sus propietarios más adinerados han de pagar elevados impuestos al catastro, que hasta ahora han podido descontar en su declaración de renta. A pesar de las proclamaciones de que les inquieta la situación de los más pobres, lo que de verdad preocupa a estos congresistas es la campaña electoral del año próximo, si sus seguidores les castigan porque les llega una factura fiscal demasiado alta.
Naturalmente, quienes salen perjudicados con la nueva ley no es la mayoría que apenas va tirando, sino los más ricos que, si bien no suman tantos votos, tienen la fuerza de sus donaciones que financian la propaganda electoral. La nueva ley tan solo les permite deducir los primeros diez mil dólares de este tipo de impuesto, desgravación insignificante para las mansiones que valen millones de dólares.
En el Congreso, los senadores y congresistas republicanos que llevan casi un año arrastrando el fracaso de su reforma del seguro médico, que tanto habían prometido y cacareado en la campaña electoral, alabaron públicamente a Trump del que hasta ahora se alejaban como si estuviera apestado. Le vaticinaron una presidencia extraordinaria, elogios que el presidente tan solo había oído cuando era un magnate millonario y la gente quería hacer negocios con él. Tras el año de críticas, ha sido para él todo un regalo de Navidad.
Al mismo tiempo, los demócratas entonan el llanto por los pobres y desvalidos que se verán abandonados a su suerte, pero la realidad podría dejarlos desmarcados, porque las primeras reacciones del mundo empresarial han sido de entusiasmo: cientos de miles de trabajadores recibirán primas especiales de mil dólares cada uno para celebrar las ventajas de la nueva ley Además, en el mes de febrero, se aplicarán las nuevas retenciones fiscales a los salarios, que seguramente serán más bajas que hasta ahora y representarán aumentos de unos 150 euros en promedio en la paga mensual.
La senda de Reagan Hay muchos imponderables, como el riesgo de inflación que esta esperada bonanza económica puede traer, pero si los resultados son tan positivos como las primeras reacciones y se suman a la subida espectacular de las bolsas, que este año han ganado más del 20%, la reforma de Trump seguirá el camino de la de Reagan: en 1986, la ley impulsada por Reagan era muy impopular, pero a medida que los bolsillos de la población se iban saneando, crecía el apoyo al presidente que, hoy en día, está en el panteón de los políticos canonizados por la opinión pública. No hay duda de que Trump firmará la nueva ley, para lo que desea una ceremonia elaborada que le sirva para poner de relieve los conseguido y dar un impulso a más reformas y promesas electorales, como la construcción de un muro en la frontera mexicana o la eliminación de la reforma del seguro médico aprobada bajo el presidente Obama.
Es probable que Trump recuerde ahora la famosa advertencia de Reagan, de que nada atrae al éxito al éxito como, precisamente, haber tenido éxito.