Arabia Saudí es uno de los países que más violan los tratados de Derechos Humanos. En 2015 llevó a cabo 160 ejecuciones, y despunta por el uso de la decapitación como método, recuerda Amnistía Internacional (AI). De ahí que el notable número de yihadistas que ha formado empleen la decapitación que tanto nos estremece en sus vídeos virales. Su lectura del islam es el rigorista wahabismo, y es la que legitima los malos tratos domésticos a mujeres, que estas no puedan conducir ni salir de casa sin un miembro masculino de la familia o que sean encarceladas cuando las violan. O que los gays sean ejecutados, que no haya libertad de prensa y que la coalición que lidera Arabia Saudí venga machacando a Yemen hasta el punto de que la ONU y AI hablen de una crisis humanitaria. Arabia podría ser criticada internacionalmente, como por ejemplo hacen estos meses diversos mandatarios con las subjetivas medidas del Gobierno venezolano. En cambio, y aunque sus crímenes son más graves, Naciones Unidas ha alarmado a las ONG incluyéndola en una Comisión sobre la Mujer por cuatro años. “Es como si un pirómano fuera nombrado jefe de bomberos”, criticó rápidamente Hillel Neuer, director de United Nations Watch.
Nadie sin un “guardián”
No es de extrañar que Hillel Neuer reaccionara al momento ante la decisión de la ONU de aceptar la candidatura del Reino de Arabia Saudí, en la que aseguraba que la sharia garantiza la igualdad de género. La sharia es la versión extremista del islam, la que consiente que una serie de países tengan juicios arbitrarios, a veces sin abogados defensores, en los que, por ejemplo, pueden condenar a la pena máxima a mujeres y menores “por adulterio” -cuando en ocasiones incluso han sido violadas-. Los latigazos y la lapidación, con la sharia, se vienen realizando recurrentemente en naciones como Nigeria, Irán y Arabia. Excepto cuando campañas internacionales de recogidas de firmas frenan tales terribles castigos.
Aunque algunas mujeres han empezado a votar recientemente, las saudíes van cubiertas de pies a cabeza; no pueden desplazarse sin un pariente masculino (“guardián”), ni conducir, porque andar por la calle o llevar un coche las hace “vulnerables al pecado”. Así, les está prohibido viajar sin autorización de su marido o tutor legal, abrir una cuenta bancaria sin su permiso o charlar con hombres que no sean parientes. No pueden probarse ropa en las compras, ni maquillarse, ni leer una revista femenina que no haya pasado la censura. Si quieren darse un baño, han de hacerlo en playas exclusivas para ellas.
Pero esta esclavitud sin grilletes físicos se acentúa cuando algunos religiosos aconsejan los maltratos para que ellas aprendan a “obedecer”. De modo que en Arabia Saudí está bien visto públicamente que un hombre golpee a su pareja en una tienda, en la calle o en su casa.
Sorprendentemente, la ONU aceptó el folleto en el que el Gobierno saudí manifestaba su apoyo al “empoderamiento de la mujer” y sus logros, afirmando que “la ley saudita no distingue entre hombres y mujeres”. Como ejemplo del humor negro de Naciones Unidas, en Arabia Saudí hay un nuevo consejo sobre mujeres, protagonizado únicamente por hombres. Los saudíes lideran el ranking de países con más diferencias de género, y les siguen Jordania, Irán y Afganistán.
Los férreos códigos de vestimenta también afectan a las mujeres que visitan el país. Sólo se concede visados a extranjeros musulmanes que quieren peregrinar a la Meca o Medina o a hombres de negocios. Theresa May, cubiertas sus muñecas y tobillos, se negó a cubrirse la cabeza en una reciente visita. Pero, ¿por qué la ONU ha aceptado a Arabia Saudí para decidir sobre derechos de mujeres?
Crueles con los vecinos
En Yemen, todas las partes en el prolongado conflicto armado cometieron “con impunidad crímenes de guerra y otras violaciones graves del derecho internacional”, según AI. La coalición dirigida por Arabia Saudí bombardeó hospitales y otras infraestructuras de carácter civil y efectuó ataques indiscriminados, matando e hiriendo a civiles. Como ocurre en Siria y Afganistán, quien controla el agua controla a la población. Los yemeníes se han visto privados de agua en la contienda y algunos que huían en patera por mar se encontraban sin ayuda de los ricos países del Golfo Pérsico.
Se suele hablar de las trabas para el asilo de Europa, pero países como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes o Catar, riquísimos y proveedores de petróleo, vienen dando la espalda a sus primos maltratados por las guerras. De hecho, Arabia Saudí, y como denuncian reporteros como Ramón Lobo y Gervasio Sánchez, ha abastecido de armas y contribuido a atacar dichas zonas en conflicto.
Este verano, varios países han roto relaciones con Catar, al que Arabia Saudí acusa de apoyar el “terrorismo”, aunque los grupos armados que apoya Catar no actúan fuera de sus fronteras ni tienen objetivos civiles, mientras que los auspiciados por Arabia Saudí, sí. Las tensiones prosiguen entre los dos ricos países, aparentemente en torno a la peregrinación a la Meca, pero en el fondo se ve que a Arabia Saudí no le gusta que le hagan sombra en el área en que es hegemónica: el Golfo.
Hace un mes, AI denunció que 14 hombres estaban en riesgo de ejecución en Arabia Saudí. Su delito, la protesta política. Además de aplastar la disidencia en casa, todavía esta semana al menos 54 yemeníes murieron y decenas resultaron heridos en varios bombardeos de la coalición árabe, liderada por Arabia Saudí.
Permisividad y negocios
El currículum saudí, como ven, está lleno de perlas. Pero aún falta un dato crucial: los expertos en geopolítica aseguran que los servicios de inteligencia turcos y los países del Golfo, encabezados por Arabia Saudí, impulsaron la aparición en Siria del autodenominado Estado Islámico. Además, la sección de Al Qaeda en la Península Arábiga ha estado controlando partes del Sur de Yemen.
“Si hay un país al que se puede vincular con los grupos yihadistas es Arabia Saudí”, publicó recientemente Ramón Lobo. “Cuando el EI para Irak y Levante (ISIS) entró en Al Raqa, utilizó los libros de texto saudíes en las escuelas. Se mueven en la misma frecuencia ideológica”. Lobo afirma que Riad ha apoyado “directa e indirectamente” al EI en Siria y en Irak. “También financia a Jaysh al Islam, la fuerza salafista más importante en Siria fuera del paraguas de Al Qaeda”.
Lobo, Gervasio Sánchez y David Jiménez, entre otros reporteros internacionales expertos en la zona, vienen señalando cómo España es uno de los países que más armas vende a la rica Arabia Saudí. El Parlamento Europeo ha instado al Gobierno y a la Monarquía a cesar dicho negocio, condenando “la convivencia y complicidad” entre la UE y los dictadores de las monarquías del Golfo.
Estados Unidos acaba de firmar el mayor contrato de venta de armamento de su historia: 110.000 millones de dólares. Parece olvidar que 15 de los 19 atacantes del 11-S eran saudíes. En enero, Felipe VI visitó Riad con las principales multinacionales españolas, entre ellas varias empresas del Ibex 35.
Tras los ataques en Catalunya, Finlandia, Rusia y Alemania hace una semana, la polémica sobre el papel del islam, los salafistas y el radicalismo se ha revuelto mucho. Pero hay un dato para completar objetivamente dicho rompecabezas: la mayoría de las mezquitas españolas están financiadas por Arabia Saudí. A Arabia no le interesa promover las corrientes chiíta y suní, pacíficas, sino la wahabí y la sharia más cruel.
Jiménez lo resume así: “Llegamos décadas tarde para subirnos los pantalones ante las dictaduras islámicas que han financiado el terrorismo”, “para hacer entender a los sátrapas de Oriente Medio que no queremos nada con quienes reprimen a las mujeres, fomentan el odio e imponen el totalitarismo religioso”.