la escalada nuclear de Corea del Norte constituye para el mundo entero un problema político mucho más que militar. Solo en el caso estadounidense la cuestión es más peliaguda. Y no porque los EEUU puedan correr más peligro que el resto de las naciones (que corren un riesgo real bien pequeño), sino porque la verborrea tronante de Trump tiene visos de ridículo si a las amenazas tremendistas no le sigue ninguna contundente respuesta militar, económica o política de la Casa Blanca.
Quizá Trump nos sorprenda a todos próximamente con una maniobra internacional que acorrale o aísle a Pyongyang, pero es casi imposible que encuentre una réplica militar a las provocaciones norcoreanas. La primera razón para no recurrir a la fuerza tiene sus orígenes en los presidentes que precedieron a Trump. Menospreciaron tanto el peligro norcoreano que no exigieron en su día una información excelente sobre el desarrollo y ubicación de las plantas de producción nuclear. La información actual sí es excelente, pero señala que por una parte Corea del Norte dispone de mucho más plutonio y bombas nucleares ya terminadas de lo que se ha venido calculando en el último lustro. Es decir, que el riesgo potencial es mucho mayor de lo esperado.
Por otra parte, Pyongyang ha concebido su sistema de producción armamentista con lo que se podría llamar “criterios terroristas”. Es decir, tanto los laboratorios nucleares para el enriquecimiento del uranio de las bombas, como las fábricas y los almacenes de los componentes de estas e incluso de las que construyen misiles de largo alcance están fraccionados y distribuidos a lo largo de todo el país en centros de producción y silos de misiles subterráneos y búnkeres fuertemente blindados.
Dada la tecnología militar actual, esta dispersión subterránea es suficiente para que un eventual ataque preventivo estadounidense no pueda destruir todo el arsenal nuclear norcoreano en un primer golpe. Y el remate necesario -que en teoría sí acabaría aniquilando ese arsenal- requiere el tiempo necesario para que los servicios de información (satélites y espionaje) localicen los objetivos supervivientes. En este tiempo, las fuerzas norcoreanas podrían lanzar ataques destructores contra los aliados de los EEUU al alcance de sus cañones y misiles de alcance corto y medio: Corea del Sur, Japón, Australia, etc.
Es difícil calcular los daños que podrían causar allá, pero daños sí que causarían y esta es una razón política poderosísima que descarta hoy por hoy toda acción militar preventiva estadounidense -desde el ataque masivo al golpe de comandos- contra las instalaciones nucleares norcoreanas. Claro que también es muy difícil calcular el daño ya causado al prestigio estadounidense por la cascada de amenazas sin consecuencias que viene lanzando la Casa Blanca contra Pyongyang y la dinastía comunista de los Kim.