el Gobierno de Israel lanzó hace unos días su propuesta de construir una isla frente a las costas de la Franja de Gaza para dar oxígeno económico al territorio palestino, una idea que lleva años gestándose lejos del ruido internacional y que ha tomado forma justo cuando se cumple una década del bloqueo impuesto al enclave costero por la nación hebrea. La iniciativa partió del ministro de Inteligencia y Transporte, Israel Katz. En los últimos tiempos ha planteado el proyecto a todo aquel que le ha puesto oídos, tanto dentro como fuera de Israel, y finalmente en junio se decidió a dar el paso decisivo y presentarlo durante una reunión de Gobierno en la que participó el primer ministro, Benjamin Netanyahu.
Según el portavoz de Katz, quien pertenece al mismo partido político que Netanyahu, el conservador Likud, la idea fue acogida de buen grado por la mayoría de los miembros del Gabinete, salvo una notable excepción: el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, del derechista Israel Beitenu, que se niega a hacer cualquier concesión mientras Hamás siga gobernando la Franja.
La isla se situaría a 1,5 kilómetros de las costas gazacíes y conectaría con ellas mediante una carretera que en uno de sus tramos funcionará como un puente levadizo para poder aislar ambas partes cuando fuese necesario “por razones de seguridad”.
En total, ocuparía una extensión de cinco kilómetros cuadrados, cuatro kilómetros de largo y dos kilómetros de ancho. Contaría con un puerto para entrada de mercancías y otro para entrada de personas, así como con todas las instalaciones necesarias para dar asistencia a los buques mercantes y de pasajeros y a la carga que lleven con ellos. Todo se gestionaría a través de un centro logístico situado en la misma isla.
Además, tendría otras infraestructuras civiles que son vitales para el futuro desarrollo de la Franja: una planta desalinizadora, una central de gas y una central eléctrica. Katz incluso ha dejado libre una pequeña porción de terreno previendo la posibilidad de que más adelante se pueda edificar un aeropuerto.
PRODIGIO DE LA INGENIERÍA Hay más de una veintena de países que cuentan con islas artificiales a las que han dado distintos usos, siendo la más conocida La Palmera de Dubai, dedicada a viviendas para residentes locales y a un complejo turístico, y las que más preocupaciones han suscitado, las Spratly chinas, debido a las tropas y equipos militares desplegados en el archipiélago.
Aunque no es una novedad, no deja de ser un prodigio de la ingeniería que plantea numerosos retos desde el punto de vista técnico, ya que se trata de “delimitar una parte del mar para erigir una gran columna de tierra”, según explicaron expertos en la materia.
El primer paso es colocar unos paneles ondulados -para que resistan las corrientes marinas- que se clavan en el fondo marino. Los paneles de metal se encajan entre sí hasta formar una pequeña columna que se vacía de agua y se llena de tierra, bien traída desde el continente, bien dragada directamente del lecho del mar.
Cada columna constituye un punto de apoyo sobre el fondo marino y el conjunto de columnas, levantadas unas junto a otras, estabilizan la isla artificial fijándola en la corteza terrestre. “Dependiendo del uso que vaya a tener hay que dar una estabilidad distinta al terreno”, señalan los expertos. En este caso, que está destinada a soportar grandes instalaciones, tendrá que ser muy resistente, añaden.
INICIATIVA INTERNACIONAL El proyecto costará unos 5.000 millones de dólares a desembolsar en cinco años que el Gobierno israelí confía en que salgan, en parte de sus arcas públicas, pero sobre todo de la solidaridad de la comunidad internacional. “Yo estoy seguro de que todos los países árabes, Estados Unidos y Europa van a poner dinero”, afirmó en un encuentro con la prensa internacional hace meses el diputado Haim Yalin, del opositor Yesh Atid, que en este punto comulga con el Ejecutivo.
La Franja ocupa 360 kilómetros cuadrados enclavados entre Israel y Egipto. Los únicos suministros que llegan a los gazacíes lo hacen a través del paso de Rafá, que controlan las autoridades egipcias, y los dos puestos que el Gobierno israelí mantiene por “razones humanitarias” -según fuentes oficiales- uno al norte para el tráfico de personas y otro al sur para mercancías.
Las constantes tensiones entre la Franja y sus vecinos hacen que estos cruces funcionen de forma intermitente, lo que prácticamente deja al territorio en una situación de autarquía difícil de mantener por la falta de agua potable y electricidad, así como de materiales para levantar de nuevo las construcciones destrozadas por las guerras periódicas con Israel.
La falta de oportunidades del territorio se refleja en la tasa de paro, hasta un 40% en la población con entre 15 y 24 años. “La pobreza es muy grande; yo creo que Israel debe entender que nuestra seguridad depende también del futuro económico que tengan al otro lado”, sostiene Haim Yalin, que durante años fue gobernador de la región de Eshkol, en la frontera con Gaza. - Europa Press