BILBAO - 22.30 horas en Mánchester, el norte de Inglaterra. Una explosión sacude el Manchester Arena, durante el concierto de la cantante Ariana Grande. Las primeras informaciones son confusas. Se habla de una explosión del equipo de sonido. Sin embargo, inmediatamente después las sirenas de la Policía y de las ambulancias estremecen a los vecinos del centro de Manchester. Después se escuchan helicópteros sobrevolando el centro de la ciudad y los vecinos de los barrios cercanos al centro empiezan a sospechar que algo importante ha sucedido.
Prueba de la tensión vivida en la ciudad del norte de Inglaterra es el testimonio ofrecido por Alba González, una joven de 23 años de Mendaro, que se encuentra trabajando en Mánchester y vive en el barrio indio/paquistaní. “Me enteré del atentado porque mis compañeros de trabajo empezaron a comentarlo por WhatsApp”. En este sentido, explica que casualidades de la vida “justo hace un mes, en el trabajo” les dieron “una especie de cursillo para saber qué hacer en caso de ataque terrorista. Y justo se produce un atentado...”.
Sobre este cursillo, relata que les “reunieron un día para una especie de charla con un PowerPoint”, explicándoles “los pasos a seguir si pasaba algo” mientras estaban allí. “Creo que eran: run, hide and call the police when you are save”. Además, les enseñaron “las salidas más cercanas de emergencia”. “Duró como una hora y nos la pagaron como si estuviésemos trabajando para que fuésemos todos. Me imagino que fue porque es un sitio algo grande”, afirma.
Sobre esta línea, otra de las testigos del pánico producido por el ataque terrorista fue Irene Ferre, una joven de 25 años, natural de Antequera, que lleva dos años viviendo en Manchester con su novio. Mejorar su nivel de inglés le llevó hasta la ciudad británica donde estudia un master y al mismo tiempo se gana la vida trabajando como camarera. El atentado le sorprendió a “cinco minutos” del Manchester Arena, donde tiene su domicilio. “Vivo en Blackfiars road. El atentado me pilló justo en casa. No oí el ruido de la explosión pero sí el de los helicópteros sobrevolando la zona. Al principio no sabíamos que había sido una bomba. Estuve oyendo las noticias y la Policía no lo confirmaba, no pensábamos que era un atentado. Me dormí hacia la una pero a las tres o cuatro me volví a despertar y ya nos enteramos de todo lo que había pasado”, relata.
Fueron momentos duros. De máxima tensión tratando de averiguar el paradero de algunos amigos y vecinos. “Unas amigas de mi novio que habían estado en el concierto pusieron en Facebook que habían llegado a casa bien y explicaron que el fuerte impacto de la detonación y su onda expansiva les empujó hacia delante”, describe Ferre.
Después del atentado, los cuerpos de seguridad “acordonaron las calles” aledañas al Manchester Arena y algunas zonas del centro. “Esta mañana -por ayer- estaba todo cortado. He ido a un centro comercial del centro y me ha impresionado el silencio por las calles. Muy poca gente hablaba”, indica Ferre.
La consternación generalizada parecía haber acabado con el bullicio de una ciudad alegre y multicultural. A ello también contribuyó el cierre obligado de algunos establecimientos. “Se hacía raro ver el Marks&Spencer y el Zara cerrados, hasta que luego han podido abrir”, apunta Ferre.
Precisamente, cuando Irene trataba de recuperar la normalidad y seguir con su vida y rutina diaria, creyendo que lo peor había pasado, el pánico provocado por la barbarie terrorista le tocó de cerca cuando cientos de personas fueron evacuadas del centro comercial Arndale donde se encontraba haciendo las compras. “Al ser un martes por la mañana las tiendas no estaban muy llenas. Sobre las 11.30 horas estaba en una de ellas y, de pronto, vi como muchas personas comenzaron a correr hacia el interior de la misma. No entendía nada. Seguido, los dependientes nos han dicho: “venga tenéis que venir con nosotros” y nos han sacado por las salidas de emergencia.
Por un momento, se temió lo peor. “La gente preguntaba a ver cómo estábamos y si nos había pasado algo”, prosigue. La estampida se debió a que la Policía británica evacuó el centro comercial y detuvo allí a una persona, sin que se conozca aún si guarda relación con el atentado, confirmó un portavoz policial.
Una experiencia que no hizo más que ahondar en la sensación de pánico que vive la ciudad. “Después de salir corriendo del centro comercial me he ido a casa. No tenía ganas de estar por la calle”, cuenta Ferre, a quien sus familias de España han bombardeo a lo largo del día de hoy. “Todo el mundo me ha llamado para preguntarme qué tal estaba. Allí están más asustado que aquí, pero yo creo que no se puede vivir con miedo”.
INSTITUTO El joven leioatarra, Jonathan Hermana, de 27 años, se trasladó a Manchester hace cuatro años por motivos laborales. Actualmente es profesor de francés y castellano en un instituto, Cooperative Academy High School, en donde ayer por la mañana se notó que se trataba de un día diferente. “Algunos de mis alumnos no han venido a clase porque sus padres han preferido que se quedasen en casa”, relata Jonathan. Y a los que acudieron tuvieron que tranquilizarles. “Son chavales de entre 12 y 16 años y hemos hablado antes de las clases con ellos para tranquilizarles y decirles que ya no pasaba nada”, detalla.
Tampoco para él fue fácil acceder a su puesto de trabajo. “Han cortado varias calles y los autobuses se han pasado el día buscando rutas alternativas. Normalmente tardo media hora en ir al trabajo y hoy he tardado dos horas y media”, señala.
Vive en Oxford road, a “unos quince minutos” del lugar del atentado. En ese momento estaba ya en casa a punto de irse a la cama. “Me enteré porque empecé a oir helicópteros, policía y ambulancias. Rápidamente miré el móvil y tenía un montón de mensajes de gente preguntándome si estaba bien”, recuerda.
Al igual que Irene, lo primero que hizo fue ponerse en contacto con amigos. “Vivo con mi novia y les llamamos a unos amigos que viven muy cerca del Manchester Arena para ver si estaban bien. En esos momentos no había nadie por la calle. Intenté dormir pero no pude”, prosigue.
Ya a la mañana siguiente -ayer- Jonathan se mostró sorprendido “por la reacción que ha tenido la ciudad” ante el brutal ataque. “La gente estaba sorprendida y en shock, y al mismo tiempo con mucho estrés. A pesar de todo, ha sido increíble como cafeterías han ofrecido café gratis a la gente, taxistas han llevado gratis a algunos usuarios, la gente se ha volcado en donar sangre y la noche del atentado hubo vecinos que ofrecieron sus casas a otras personas que acababan de llegar a la ciudad para pasar la noche”.
Un aluvión de solidaridad que ayer se escenificó por las calles del centro con una manifestación hinduista ataviados con banderas de I love Manchester que llegaron hasta la plaza del Ayuntamiento donde rezaron por las víctimas.