Washington - La cena de este fin de semana entre el presidente de EEUU, Donald Trump, y el primer ministro japonés, Shinzo Abe, en el selecto club de playa de Mar-a-Lago (Florida) se convirtió en un espectáculo para miembros y clientes, que asistieron a la gestión de una crisis mundial entre mojitos y palmeras.

A diferencia de otros mandatarios, Trump no ha trasladado sus asuntos de gobierno al ambiente informal pero privado de Camp David u otras discretas propiedades.El magnate ha optado por convertir Mar-a-Lago, propiedad del conglomerado empresarial de la familia Trump, en su “Casa Blanca de invierno”. La noche del sábado, la que se suponía que era una “cena de trabajo” con Abe se convirtió a los pocos minutos en un gabinete de crisis improvisado por el que sobrevolaba una algarabía de asesores, diplomáticos, traductores, camareros, novias y millonarios miembros del club de la localidad floridana West Palm Beach.

El ensayo del régimen comunista norcoreano de un misil de medio alcance que recorrió unos 500 kilómetros en dirección al Mar de Japón (Mar del Este) obligó a Trump y Abe a alejarse de los chascarrillos para gestionar la respuesta a la provocación norcoreana. Asesores, miembros del Consejo de Seguridad Nacional y de ambos equipos de gobierno comenzaron a distribuir documentos con información sensible esquivando a comensales y camareros, según explicaron testigos en las redes sociales o a medios como la CNN.

A causa de la tenue luz de las velas, los asesores de Trump o de Abe tuvieron que utilizar las luces de sus teléfonos (dispositivos vulnerables a piratas informáticos) para discernir informes clasificados, mientras Trump atendía el teléfono o comentaba el transcurrir de la crisis. Richard DeAgazio, financiero retirado y uno de los miembros de Mar-a-Lago, se encontraba cenando cuando comenzó a percatarse del revuelo en la mesa del presidente y a tomar nota para sus seguidores de Facebook. Tras una comparecencia ante los medios de ambos, Trump no se retiró a departir con su asesor de seguridad, Michael Flynn, o el jefe de estrategia, Steve Bannon, presentes en la cena, sino que ni corto ni perezoso se dirigió al baile de una boda que se celebraba en el complejo a felicitar a los recién casados.