París - El conservador François Fillon mantuvo ayer su candidatura a la presidencia de Francia para las elecciones de abril, a pesar de las investigaciones sobre fraude que enfrenta, y se defendió atacando a sus principales rivales, la ultraderechista Marine Le Pen y el socioliberal Emmanuel Macron. En una rueda de prensa celebrada en el cuartel general de su candidatura, en el sur de París, Fillon se explicó por primera vez ante los medios por el escándalo que le salpica por los supuestos empleos ficticios de su esposa, Penélope, y de dos de sus hijos, a los que contrató con dinero público como asistentes parlamentarios.
Después de pedir perdón a los franceses por un episodio que consideró legal, aunque “un error” ético, se defendió durante casi una hora y aseveró que él es el “único candidato” de la derecha y constató que este asunto le ha dado “más fuerzas” para luchar por la victoria en las presidenciales, cuya primera vuelta se celebra el 23 de abril. “Desde esta tarde mismo empieza una nueva campaña (...), no hay un plan B y hay que estar unidos”, manifestó el aspirante, quien denunció un acoso mediático -“me habéis querido asesinar políticamente”, aseguró- y cuestionó la actuación judicial, dando a entender que las últimas filtraciones sobre su proceso tienen la complicidad del gobernante Partido Socialista.
Hasta hace poco favorito -actualmente es el tercero en la preferencia de los franceses-, el primer ministro en 2007-2012 sostuvo la veracidad de los empleos que dio en el Parlamento a su mujer durante 15 años y a sus hijos Marie y Charles durante unos dos años, por los que se embolsaron entre 3.000 y 4.000 euros netos mensuales cada uno. No obstante, y por primera vez, reconoció que éticamente era reprobable. “Fue un error. Lo lamento profundamente y presento mis disculpas a los franceses. Actué de acuerdo con las costumbres” en el Parlamento, asumió Fillon, quien mantuvo que todo lo que hizo fue “legal”.
Recordó, no obstante, que dimitirá de la carrera al Elíseo si la Fiscalía Nacional Financiera le imputa por estos casos. El Penelopegate, como lo han llamado los medios, le ha costado popularidad al político de 62 años, que hasta hace diez días, cuando saltó el escándalo, era el favorito a suceder al socialista François Hollande en la jefatura del Estado. “Ya sabéis el crédito que doy a las encuestas”, comentó Fillon, en alusión a la victoria contra pronóstico que se embolsó el pasado noviembre en las primarias del centro-derecha.
Desde la abarrotada sala de prensa de su moderno cuartel general, Fillon respondió durante casi media hora a numerosas preguntas ante las cámaras, que dispararon siempre que se salió de su tono austero para mostrar cierta enervación. “Es cierto que tardé en explicarme. Tuve que tomarme mi tiempo para recomponerme, porque este asunto ha sido un golpe muy bajo”, defendió al justificarse de algunas incoherencias acerca del tiempo que estuvo trabajando con él su mujer Penelope.
Varias veces incómodo por el contenido de las preguntas, el candidato de la derecha prefirió pasar al ataque para intentar acortar distancias respecto a la ultraderechista Le Pen y al socioliberal Macron, los dos mejores colocados ahora para pasar al segundo turno, según los sondeos. “El verdadero peligro es confiar nuestro futuro a las derivas de una extrema derecha encarnada por un clan familiar de intocables (...) o a la aventura de un político sin programa desde hace meses compuesto por una mezcla de personalidades fascinadas por un gurú que ha salido del mismo sistema que él denuncia”, constató. También censuró a Le Pen por su programa económico, que calificó similar al de la “extrema izquierda”, y a Macron lo asoció con la política de Hollande, el presidente más impopular de la Francia contemporánea.
¿Financiación ilegal? La Justicia francesa estudia si amplía las acusaciones contra Fillon a los delitos de financiación ilegal de una campaña electoral y de tráfico de influencias, según revelaba ayer mismo el vespertino Le Monde. El rotativo aseguró que de su interrogatorio ante los investigadores que analizan los supuestos empleos ficticios de la esposa de Fillon y el trabajo de dos de sus hijos se desprenden otros posibles cargos contra el jefe del Gobierno entre 2007 y 2012.
Fillon declaró ante los investigadores que su hijo Charles, contratado como asistente suyo en el Senado entre 2005 y 2007, trabajó en realidad para la campaña presidencial de Nicolas Sarkozy en 2007. “Me ayudó trabajando en el programa para las presidenciales y en asuntos institucionales”, afirmó el candidato conservador, según Le Monde. La confesión de que utilizó a un asistente parlamentario para trabajar para el candidato Sarkozy puede abrir una nueva vía de investigación por un posible delito de “financiación ilegal de campaña electoral”, señaló el diario.
El candidato aseguró además que Marie Fillon, otra de sus hijas contratada también como asistente parlamentaria en su etapa de senador, le ayudó en la escritura de un libro, algo que no se corresponde con su teórico cometido.
Los dos hijos eran estudiantes de Derecho en el momento de los hechos y ganaron por esos trabajos 85.000 euros en total. Está previsto que en los próximos días sean interrogados por la policía financiera dentro de la investigación preliminar abierta por la Fiscalía. Los investigadores analizan si también pudo haber un delito de tráfico de influencias en la atribución en diciembre de 2010 de la Gran Cruz de la orden nacional de la Legión de Honor al empresario Marc Ladreit de Lacharrière, dueño de la publicación La revue des deux mondes, que contrató a Penelope en 2012 por 5.000 euros brutos al mes.
Un trabajo por el que la esposa del candidato solo efectuó dos críticas literarias en año y medio, según el entonces director de la revista, Michel Crépu. Los agentes sospechan que pudo tratarse de un favor a cambio de la condecoración, difícil de conseguir en Francia y que fue atribuida a instancias de su marido, entonces primer ministro, según Le Monde.