Bruselas - Los representantes políticos de las distintas regiones y comunidades lingüísticas de Bélgica lograron ayer un consenso para desbloquear el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y Canadá, el llamado CETA, que hasta ahora vetaba la mitad francófona de Valonia. Tras varios ultimatums y al término de una reunión de dos días cargada de dramatismo, el primer ministro belga, el liberal Charles Michel, anunció que Bélgica había consensuado una posición común.

El presidente de Valonia, el socialista Paul Magnette, logró que sus compatriotas aceptasen que Bélgica pueda recurrir al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) para verificar que el sistema jurisdiccional de inversiones es compatible con el mecanismo de arbitrajes que contempla el CETA.

Se dirime así una de las grandes preocupaciones de Magnette, que rechazaba que los tribunales públicos fueran sustituidos por arbitrajes internacionales privados para resolver los conflictos entre inversores y Estados y criticaba también la falta de transparencia de la Comisión Europea en la negociación, entre otros puntos.

Estaba “en juego el mundo en el que queremos vivir”, según declaró el líder valón, que representa a una región de 3,5 millones de personas, menos del 1% de la población de la Unión Europea (UE) y que bloqueaba un contrato que afecta a unos 545 millones de europeos y canadienses.

El acuerdo belga deberá ser validado ahora por los embajadores de los Estados miembros ante Bruselas, por los Parlamentos regionales belgas y por Canadá, con lo que el veto valón ha dado al traste con el calendario previsto por la Unión Europea.

Bruselas tenía previsto que el CETA se firmase ayer durante la cumbre UE-Canadá, que finalmente fue postergada sine die después de que no se alcanzara la noche del miércoles un acuerdo a tiempo con los belgas, lo que impedía la unanimidad de los veintiocho Estados miembros.

La delegación canadiense, que la semana pasada anunció que no negociaría más con Valonia y que le correspondía a Europa lograr un texto al agrado de sus Veintiocho países, no tomó el miércoles a la noche el avión que debía llevarles a Bruselas, con el primer ministro, Justin Trudeau, al frente.

Bélgica sugiere ahora que, por su parte, podría tener aprobado el acuerdo antes de la media noche de mañana pero, una vez desbaratados los planes, la Unión Europea quiere ahora asegurarse de que no volverá a convocar para nada a sus socios canadienses.

“Me alegran las buenas noticias recibidas del primer ministro, Charles Michel. Solo cuando haya finalizado todos los procedimientos para que la UE firme el CETA contactaré con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau”, declaró en su cuenta de Twitter el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.

Poco antes del mensaje de Tusk, fuentes europeas confirmaban que “Canadá sigue estando lista para firmar cuando Europa esté preparada”, pero que “no se puede especular sobre una nueva fecha para la cumbre”.

Por su parte, Canadá calificó ayer de “positivo” el acuerdo alcanzado entre las autoridades federales belgas y la región de Valonia para aprobar el acuerdo comercial CETA, pero consideró que “todavía queda trabajo que hacer”. Alex Lawrence, portavoz de la ministra de Comercio Internacional de Canadá, Chrystia Freeland, declaró que “este es un desarrollo positivo pero todavía queda trabajo que hacer”.

“Quedan medidas adicionales antes de la firma. Canadá ha hecho su trabajo. Negociamos un acuerdo progresista que creará empleos y crecimiento. Canadá sigue lista para firmar este importante acuerdo cuando Europa esté lista”, añadió Lawrence.

El CETA, siglas en inglés de Comprehensive Economic and Trade Agreement, se comenzó a negociar hace siete años, con la ambición de reducir los derechos de aduana de las partes y para estandarizar algunas normas que faciliten los intercambios entre ambos países.

La Comisión Europea (CE) lo define como el acuerdo más ambicioso negociado hasta ahora por la UE y muchos lo consideran la antesala del futuro acuerdo de libre comercio e inversiones con Estados Unidos (TTIP), que genera mucho más escepticismo entre los Veintiocho.

CETA EN JAQUE Desconocido hace apenas dos semanas y convertido de pronto en una figura internacional de la lucha contra la globalización, el ministro-presidente de la Valonia belga, Paul Magnette, se ha erigido como último bastión contra el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá, el llamado CETA.

Sus detractores dicen que obstaculizaba el acuerdo para contener el empuje del Partido del Trabajo de Bélgica y extender una cortina de humo ante la decisión de la multinacional estadounidense Caterpillar de cerrar su planta de Gosselies, donde trabajaban 2.200 personas. Pero en su entorno recuerdan que Magnette lleva pronunciándose contra el CETA desde hace más de un año y que no tiene ninguna cita electoral en la agenda hasta el otoño de 2018.

Por uno y otro motivo, el ministro-presidente de la región de Valonia se ha convertido en la personalidad política del momento, no solo en Bélgica, si no en toda Europa. Desde esa tribuna ha atizado al CETA, pues no aceptaba, entre otros puntos, que el acuerdo contemplase un sistema de arbitraje internacional para los conflictos entre inversores y Estados.

“Aislarse respecto a los propios ciudadanos en una época en la que la democracia está en una crisis tan profunda, es tan grave como aislarse diplomáticamente”, dijo el hábil orador en su discurso ante el Parlamento valón. Magnette, al que Di Rupo define como “un auténtico socialista”, siempre ha insistido en que no quería tumbar el tratado, sino hacerlo más garantista para los ciudadanos. - Efe