Moscú - La campaña de las elecciones parlamentarias rusas arrancó ayer en un ambiente de apatía que favorece al partido del Kremlin, que busca renovar la mayoría absoluta, pero cuyos resultados dependen directamente del nivel de participación.
Según los sondeos, la oficialista Rusia Unida (RU), encabezada por el primer ministro, Dmitri Medvédev, cuenta con una intención del voto del 44%, los índices más bajos de su historia. El hecho de que su líder sea Medvédev y no el presidente, Vladímir Putin, juega en su contra, ya que el Gobierno ha sido incapaz de sacar al país de la recesión en la que se encuentra sumido desde finales de 2014.
Hasta ahora, la campaña se redujo a las interminables giras de los líderes de las diferentes formaciones por el territorio de este vasto país, pero a partir de ayer comenzó la emisión de propaganda en los medios de comunicación y el lunes, los debate televisivos.
Por ley, RU no puede utilizar la imagen de Putin, pero sí frases pronunciadas por el jefe del Kremlin, cuya popularidad ronda el 90%, aunque el filón de fervor patrio que supuso la anexión de Crimea parece agotado.
El partido aún no ha superado el trauma que supusieron las elecciones de diciembre de 2011 en las que las denuncias de fraude desembocaron en las mayores protestas en 20 años. Para evitar suspicacias, Putin sustituyó al jefe de la Comisión Electoral Central, Vladímir Chúrov, muy criticado por la oposición, y nombró a Ella Panfílova, antaño Defensora del Pueblo. Medvédev colocó en sus listas a muchos famosos: “No somos el PCUS”, aseguró, apelando al “cambio”.