kiev - La historia de Crimea está marcada por las numerosas invasiones que ha sufrido a lo largo de los siglos (griega, romana, bizantina, turca, alemana...) y, más recientemente, por su pertenencia a Ucrania y su histórica vinculación y relación con Rusia. Ahora, con la revuelta proeuropea que el pasado sábado acabó con el régimen del prorruso Víktor Yanukóvich, la república autónoma de Crimea, ha cobrado un especial protagonismo. Poblada por dos millones de personas, la mayoría rusoparlantes, Crimea pertenece a Ucrania desde hace apenas 70 años, cuando, en 1954, el dirigente soviético Nikita Jrushchov la transfirió de la República Soviética Rusa a la República Soviética de Ucrania.

En aquel momento, ambas pertenecían a la URSS, pero la desintegración del campo soviético convirtió Crimea en un foco de tensión entre Rusia y Ucrania. En 1992, el legislativo ruso aprobó una resolución que anulaba la cesión de Crimea a Ucrania de 1954, pero Kiev insistió en mantenerla bajo su control y tutela administrativa. La Constitución de 1996 dotó a la región de cierta autonomía, pero impidió cualquier legislación contraria a la administración ucraniana.

A pesar de la desintegración de la URSS en 1991, en la península de Crimea quedó, en cambio, la base de la flota rusa del Mar Negro, lo que convierte a Crimea en un lugar estratégico. En 2010, tras años de litigios, los parlamentos de los dos países llegaron a un acuerdo que preveía prolongar esa presencia hasta 2042 a cambio de una reducción del 30% en el precio del gas ruso.

Actualmente, el partido mayoritario en la Rada (Parlamento) de Crimea es el Partido de las Regiones, la formación de Yanukóvich. Y en la oposición, entre otros, están los tártaros, que representan el 12% de la población. Tras la instalación del régimen comunista en 1917, estos fueron deportados por Stalin a Siberia y Asia Central, pero regresaron con la independencia. Hoy en día reclaman una reforma constitucional que reconozca sus derechos y han apoyado las manifestaciones proeuropeas.