beirut. El asesinato de Hasan Hulo al Laqis, uno de los cabecillas del brazo armado de Hizbulá, supone un nuevo golpe contra el grupo chií libanés, blanco de ataques de dudosa autoría desde su implicación en la guerra siria. Hizbulá anunció ayer la muerte de Laquis, líder de la Resistencia Islámica, asesinado la pasada noche cerca de su casa en Hadaz, un barrio cristiano-chií ubicado en el sur de Beirut, feudo de Hizbulá.

El movimiento afirmó que el fallecido era un "guerrero santo" y "uno de los mejores líderes que luchó por la libertad y dignidad", al tiempo que acusó a Israel de estar detrás del ataque. "El enemigo debe asumir su responsabilidad y las consecuencias de ese acto atroz", agregó Hizbulá, que recordó que el hijo de Laqis había fallecido durante la guerra de 2006, que opuso a los combatientes de Hizbulá con Israel durante 34 días.

Según medios locales, Laqis era un dirigente cercano al jefe de Hizbulá, el jeque Hasan Nasralá, y había integrado las filas del grupo chií desde su fundación en 1982 a partir de la formación y financiación de los Guardianes de la Revolución de Irán. Además, se considera que desempeñó un papel importante en las operaciones y guerras entre Israel y el Líbano, así como en Siria.

El líder asesinado fue enterrado ayer en la ciudad de Baalbeck, en el valle oriental de la Bekaa, en presencia de varios diputados y líderes de Hizbulá y del grupo chií Amal.

El jeque Mohamed Yazbeck, que ofició el funeral por Laqis, declaró que el Estado debe velar por la seguridad de los ciudadanos, que también -dijo- tienen derecho a defenderse por sí mismos.

Pese a las acusaciones contra Israel, el asesinato de Laqis fue reivindicado por dos grupos extremistas suníes. El primero en hacerlo fue la llamada Brigada de los Suníes Libres en Baalbeck, que aseguró en Twitter que esa "operación yihadista gloriosa" fue perpetrada por "leones suníes libres del Líbano". "Juramos por Dios que la victoria está cerca. Este es el inicio de una nueva era", subrayó el grupo, poco conocido hasta ahora.