asesino implacable por sigiloso, letal y masivo, el armamento químico, el agente del terror, anfitrión del pánico, regresa de forma escabrosa a la actualidad después de que la oposición siria denunciara el pasado miércoles la masacre de 1.300 civiles provocada, supuestamente, por un ataque químico lanzado por las tropas gubernamentales del régimen de Bashar Al Asad, que en su defensa señala a los insurgentes sobre el empleo de los agentes tóxicos. Los organismos internacionales, demasiado tibios hasta el momento en la guerra civil que desangra a Siria, exigen una investigación profunda sobre un acto que ha traspasado las líneas rojas de las guerras convencionales, donde quedan desterradas del tablero tanto el armamento nuclear como el químico."El uso de armas químicas en Siria, si se comprueba, constituiría un crimen de lesa humanidad que tendría graves consecuencias", declaró el pasado viernes secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, respecto a un armamento prohibido.
"Las imágenes que hemos visto indican que ha sido un acontecimiento importante, que provoca gran preocupación", analizó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dispuesto a enviar a personal especializado a Siria para comprobar in situ si las muertes corresponden a un ataque químico. Rusia, aliado natural del régimen de Bashar Al Asad durante el conflicto, también está dispuesta a llevar a cabo una investigación independiente, objetiva y en profundidad en Damasco y habría llamado a Bashar Al Asad para que colaborase. La diplomacia rusa ha consensuado la postura con John Kerry, secretario de Estado del gabinete Obama. Mientras las grandes potencias asoman tímidas en una guerra que ha provocado el exilio de un millón de niños según los informes del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), los expertos especulan que la matanza la habría originado el gas sarín por el aspecto que ofrecen las víctimas del ataque. William Hague, ministro de Exteriores del Gobierno británico, apuntó que "creemos que se trata de un ataque a gran escala con armamento químico del régimen de Bashar Al Asad"
Si bien todavía se desconoce cuál ha sido la causa exacta del exterminio del millar de civiles, el uso de las armas químicas simboliza como ninguna otra el miedo atávico a una clase de guerra que enfrenta a las personas frente a un enemigo invisible, en ocasiones indetectable debido a la naturaleza de las sustancias que se emplean. El temor que acompaña a estas armas está en el germen de que los países no lo contemplen en el campo de batalla, salvo excepciones como las de Siria, Israel, Myanmar, Sudán del Sur, Angola, Egipto, Corea del Norte y Somalia, que han declinado firmar el tratado para su prohibición. Al pavor de los agentes tóxicos no contribuye solamente los efectos aniquiladores que producen éstos en el organismo de las personas, sino que también el propio prospecto infernal que se anuncia por el uso de estas sustancias, un catálogo de veneno a gran escala reproducible con facilidad en un laboratorio, es una invitación a no emplearlas. Incluso la imagen de una máscara antigás, un antídoto eficaz contra algunos de estos ataques químicos, produce desasosiego, una sensación de angustia. Esta protección se ha convertido, en un icono del escalofrío, en un objeto de aspecto siniestro, un antídoto que causa malestar .
El efecto apocalíptico de los agentes tóxicos proviene, principalmente, de la Primera Guerra Mundial, (históricamente las armas químicas, muy rudimentarias, estuvieron presentes durante siglos en los campos de batalla, aunque su alcance era reducido y su eficacia muy limitada) cuando el ejército alemán utilizó el cloro de forma masiva contra franceses, canadienses y argelinos en la Segunda Batalla de Ypres, fechada el 22 de abril de 1915. A partir de entonces, la química anegó de cadáveres la contienda. Se estima que se utilizaron un total de 50.965 toneladas de distintos agentes respiratorios, lacrimógenos y vesicantes por las partes enfrentadas durante la Primera Guerra Mundial.
En el inventario militar de aquellos cruentos combates también se esparció cloro, fosgeno y gas mostaza a gran escala. Ése fue el gran salto respecto a anteriores episodios de la historia bélica. El recuento oficial de la lucha química dejó 1.176.500 heridos de diversa consideración y 85.000 muertos en la morgue. El aspecto alienígena de la guerra química, los fantasmagóricas rostros de los soldados encapuchados con máscaras antigás, los más afortunados fueron equipados para defenderse de la toxicidad, ofrecen un recordatorio aún más siniestro de los efectos que deja la guerra química, tan letal como paranoica para sus víctimas, incapaces de intuir que algo invisible, que flota en el aire, puede estrangularles la vida. No existe un blindaje, un búnker, una trinchera, una madriguera capaz de interponerse ante un enemigo tan versátil, mutante y escurridizo.
Tanto que lejos del ámbito estrictamente bélico, las armas químicas han estado vinculadas a algunos episodios de terrorismo. El más dramático ocurrió en Japón en 1995, cuando la banda terrorista Aum Shinrikyo, una secta que creía en la inminente destrucción del mundo, utilizó gas sarín en el sistema de ventilación del metro de Tokio. La acción causó 12 muertes y provocó más de 5.000 heridos. Desde entonces se contabilizan algunos casos menores con el ántrax como responsable.
Ocurre que ese efecto, la sensación de absoluta indefensión que provocan los agentes químicos, más aún entre la población civil, convocó cierta consenso internacional para la prohibición del uso de agentes químicos y biológicos en las contiendas. Finalizada la Primera Guerra Mundial, esa idea quedó reflejada en el Protocolo de Ginebra, de 1925, aunque España empleó armamento químico contra el ejército de Marruecos en la Guerra del Rif (1921-1927), cuando bombardeó las posiciones enemigas con proyectiles que contenían gas mostaza, iperita y fosgeno. Italia también diseminó gas mostaza en la ocupación de Egipto en 1935 que causó 15.000 víctimas.
zyklon b en el holocausto En la Segunda Guerra Mundial también hubo presencia de agentes tóxicos, si bien no se desarrolló como armamento a gran escala salvo en algunas las batallas entre Japón y China y en otros episodios aislados. Durante el conflicto armado, Alemania descubrió los agentes nerviosos. Sin embargo, ante el temor de que los aliados también dispusieran de los medios necesarios para producir un arsenal semejante y contraatacaran con similar virulencia (los aliados no sabían de la existencia de esa clase de agentes nerviosos) se abstuvieron de hacer uso de los mismos. Las armas químicas no fueron determinantes en la estrategia bélica, pero sí en la política de exterminio del Tercer Reich. Los nazis utilizaron masivamente el insecticida ZyKlon B para ejecutar a cientos de miles de personas en los campos de concentración durante el Holocausto. Las armas químicas, en modo experimental (algunos gobiernos desarrollaron armas químicas a nivel de laboratorio para nutrir los arsenales) o abiertamente en combate, se utilizaron durante las siguientes décadas en varios conflictos bélicos. Estados Unidos lanzó ataques aéreos de agente naranja en Vietnam. Irak prefirió el gas mostaza en su guerra con Irán, en la que 100.000 soldados fueron víctimas del agente venenoso. Se desconoce cuántos fueron los civiles que padecieron las secuelas producidas por las armas químicas. Años después, la aldea iraquí de Halabja sufrió un ataque químico en el que murieron 5.000 habitantes kurdos. En la zona se hallaron rastros de gas mostaza, sarín, tabun y VX.
Ante esta realidad, el Protocolo de Ginebra tuvo sucesivas aportaciones en 1972 y 1993 para restringir aún más no solo el uso de agentes químicos sino también la producción, almacenamiento y venta de ese tipo de armamento. En 1997, a consecuencia del tratado, se inspeccionaron a los 188 Estados adheridos al documento. Después de visitar los 223 lugares declarados por los países, 70 plantas que producían armas químicas fueron eliminadas. En la misma operación se destruyeron más de 55.000 toneladas de agentes químicos. En Siria, país ajeno al Protocolo de Ginebra, solo se contabilizan las víctimas del terror químico.
Mascarilla antigas empleado por el ejército ruso. Foto: Histore.com
Alemania usó de forma masiva armas químicas en el transcurso de la Primera Guerra Mundial
Siria es uno de los ocho países que no firmaron el tratado contra el uso de esta clase de agentes
la huella del armamento químico
Agentes tóxicos
l Agentes nerviosos.
l Tipos. Gas sarín, tabun, soman, VX.
l Síntomas. Dificultad para respirar, sudoración, salivación incontrolada, convulsiones, oscurecimiento de la visión y muerte.
l Efectos. Inhibe la desintegración del neurotransmisor acetilcolina en las sinapsis de los afectados.
l Agentes sanguíneos.
l Tipos. Cianuro de hidrógeno.
l Síntomas. Respiración rápida, convulsiones, coma y muerte.
l Efectos. Impide el uso normal del oxígeno por los tejidos corporales de manera que los órganos vitales dejan de funcionar en cuestión de minutos.
l Vesicantes. (Causantes de ampollas)
l Tipos. Gas mostaza, Lewisita.
l Síntomas. Quemazón en los ojos y en la piel.
l Efectos. Produce un agudo dolor de quemazón, conjuntivitis, grandes ampollas llenas de líquido en la piel que curan lentamente y se pueden infectar.
l Agentes pulmonares. (Asfixiantes; tóxicos pulmonares) .
l Tipos. Fosgeno.
l Síntomas. Dificulta la respiración; efecto lacrimógeno, asfixia y muerte.
l Efectos. Daña e inunda el sistema respiratorio provocando asfixia; los supervivientes sufren a menudo de problemas respiratorios crónicos.
l Agentes lacrimógenos.
l Tipos. Gas lacrimógeno, gas pimienta, CS, CR, CN.
l Síntomas. Fuerte irritación en lo ojos.
l Efectos. Esta clase de agentes provocan un dolor punzante agudo en los ojos y ceguera temporal.
l Agentes discapacitantes
(o paralizantes).
l Tipos. BZ.
l Síntomas. Generan confusión, fabulación no voluntaria, alucinaciones, unidas a la regresión a comportamientos automáticos de origen imaginario.
l Efectos. Disminuye el efecto de la acetilcolina en el afectado por causa del agente discapacitante. Del mismo modo provoca efectos en el sistema nervioso periférico que son contrarios a los observados en las intoxicaciones con gases nerviosos.