VATICANO. Francisco, en su primer viaje como pontífice, lanzó una corona de flores al mar en homenaje a los muertos, se reunió con numerosos inmigrantes alojados en la Lampedusa, distante 113 kilómetros de las costas de África, e hizo un llamamiento "para que se despierten nuestras conciencias y para que tragedias como las ocurridas no se vuelvan a repetir".

El papa denunció "la crueldad que hay en el mundo, en nosotros y en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que abren el camino a dramas como estos" y también a los traficantes que se aprovechan de la pobreza de los inmigrantes.

La muerte hace una semana de siete norteafricanos cuando trataban de llegar a las costas italianas encaramados a las nasas de un pesquero tunecino, que fueron cortadas por los tripulantes, ha afectado al papa y según dijo hoy ante las 10.000 personas que asistieron en Lampedusa a la misa que ofició allí se le "han clavado como una espina en el corazón".

Francisco decidió que tenía que viajar a esa isla para mostrar su "solidaridad y cercanía" y en una fuerte homilía denunció la "globalización de la indiferencia" que hace que el hombre no se sienta responsable de las muerte de los inmigrantes que pierden la vida en las travesías buscando un futuro mejor.

"Inmigrantes muertos en el mar, en esas barcas que en vez de ser un vía de esperanza se convirtieron en un camino de muerte", afirmó el papa, que añadió que el hombre actual embebido en la cultura del bienestar, "que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros".

"Nos hace vivir en una pompa de jabón, que son bonitas, pero no son nada más, son la ilusión de los fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, lleva a la globalización de la indiferencia", agregó.

El papa argentino añadió que "nos hemos acostumbrados al sufrimiento de los otros, no nos afecta, no nos interesa, no es cosa nuestra",

Echando mano de la comedia del escritor español Lope de Vega "Fuente Ovejuna", en la que todo el pueblo de esa localidad cordobesa se adjudica la muerte del gobernador tirano, dijo que hoy "todos los hombres y ninguno" se hacen responsable de las tragedias de la inmigración.

"¿Quien es el responsable de la sangre de estos hermanos. Ninguno. Todos respondemos: yo no he sido, yo no tengo nada que ver, serán otros, pero yo no. Hoy nadie se siente responsable, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita", denunció.

El pontífice advirtió que esa globalización de la indiferencia "nos hace a todos innombrables, responsables sin nombre y sin cara".

Francisco manifestó que la sociedad actual se ha convertido en una sociedad que ha olvidado llorar, "llorar por las personas que han muerto en las barcas hundidas en el mar, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos".

"Pidamos al Señor que nos dé la gracia de llorar por nuestra indiferencia, por la crueldad que hay en el mundo", dijo el papa que también pidió perdón por "todos aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas".

La Eucaristía la celebró sobre un altar construido con un vieja barca y a la misma asistieron inmigrantes musulmanes, a los que dijo que la Iglesia está a su lado.

La visita a Lampedusa duró medio día. Francisco llegó, coincidencias, poco después de que una barcaza con 166 inmigrantes indocumentados llegara al puerto.

El papa quiso darle un carácter sobrio. Lo primero que hizo fue lanzar al mar la corona de flores en memoria de los cerca 20.000 inmigrantes que se calcula han perdido la vida en el mar intentando llegar a Europa en las dos últimas décadas.

Después se reunió con medio centenar de inmigrantes, entre ellos mujeres y niños, que pidieron que Europa les ayude.

"Hemos huido de nuestro país por motivos políticos y económicos. Para llegar a este lugar hemos superados muchos obstáculos, hemos sido robados por traficantes, hemos sufrido mucho hasta llegar aquí", le dijo un joven inmigrante, que le entregó una carta.

Durante la visita el papa uso un "jeep" prestado por un vecino de la isla.