París. Apenas han pasado diez meses desde que el jefe de Estado socialista llegara al palacio del Elíseo, pero se hunde cada vez más en las encuestas de opinión. Más de la mitad de sus compatriotas considera que es directamente un "mal presidente". No cuenta con el apoyo ni siquiera de uno de cada tres ciudadanos y algunos sondeos lo sitúan incluso por detrás de la líder de la extrema derecha Frente Nacional, Marine Le Pen. Y las cifras parecen hablar por sí solas: La achacosa economía se estancó en 2012 en el crecimiento cero. La tasa de desempleo no deja de crecer y se encuentra cerca del récord alcanzado en 1997, cuando 3,195 millones de personas buscaban trabajo. Hollande se resistió durante mucho tiempo a aceptar la tesis de que era insostenible lograr el tres por ciento de tope máximo en las cuentas públicas. El pronóstico actual es el 3,7%.

La portavoz del gobierno Najat Belkacem-Vallaud dijo: "Los franceses no quieren un espectáculo político o una agitación permanente. Necesitan la seguridad de que seguimos un rumbo y no cambiamos continuamente". Hollande apuesta al largo plazo. No se cansa de decir que lo demostrará durante los cinco años de mandato, que su política tendrá efecto a largo plazo y sólo al final se verá el resultado. Y ante la creciente disensión en sus propias filas, Hollande aboga por medidas tajantes. A pesar de la férrea oposición de la derecha, impulsa el matrimonio de parejas del mismo sexo, que contempla además el derecho a la adopción.