caracas. En sus 14 años en el poder, Hugo Chávez se convirtió en una de las figuras más odiadas y, al mismo tiempo, admiradas dentro y fuera de Venezuela. Llevó el país petrolero por la senda del Socialismo del XXI sumergiendo a la sociedad en una grave polarización, mientras que, en América Latina, tomó el testigo de Fidel Castro para encabezar su revolución bolivariana, que definía como "antiimperialista" y que perseguía "la integración e independencia de Nuestra América". Chávez tenía como inspiración al libertador Simón Bolívar. Sin embargo, si para sus seguidores era un luchador contra las desigualdades y las injusticias sociales, para sus detractores era un autoritario, hambriento de poder y con delirios mesiánicos, que recortaba libertades para llevar adelante su proyecto.
Desde que comenzó su andadura en las Fuerzas Armadas, Chávez quería convertirse en el guía de una transformación social en Venezuela. Lo intentó por la vía de las armas, pero triunfó finalmente en las urnas. Llegó al poder como consecuencia del hartazgo de una parte de la población hacia la clase política dirigente. Catorce años después, su legado deja luces y sombras en una Venezuela dividida en dos y sumida en una profunda crisis económica. Chávez acostumbraba a acusar con vehemencia a los críticos con su proyecto de enemigos de Venezuela, lo que provocó que se dispararan las tensiones. La oposición más dura al mandatario tampoco se quedó corta en los primeros años y llegó a encabezar un golpe de Estado en su contra.
Nada más llegar al poder, Chávez logró sacar adelante una reforma constitucional que sentó las bases para desarrollar su proyecto político. En sus tres mandatos -el primero duró dos años, debido a que tras el referéndum constitucional, se celebraron de nuevo elecciones-, Chávez extendió el poder del Estado por todos los rincones. Así, gran parte de los sectores productivos están bajo control estatal. Chávez nacionalizó servicios estratégicos como de la electricidad y el agua, la principal empresa de telecomunicaciones, el cemento, el oro, entidades bancarias, empresas de la industria agroalimentaria... Además, afianzó el control estatal en la explotación de crudo creando empresas mixtas obligatorias con todos los operadores.
La política de expropiaciones y nacionalizaciones convirtió la relación de Chávez con el sector privado en un enfrentamiento continuo. El mandatario fallecido controlaba, y ha dejado en manos del Estado, un gran conglomerado empresarial, criticado por su falta de eficiencia en muchas ocasiones. De hecho, el suministro eléctrico registra fallas constantemente. Venezuela ha sufrido, además, en los últimos años la escasez de algunos alimentos como la harina de trigo y de maíz, la leche en polvo, el pollo, el aceite y el azúcar, generados por la deficiencia en la producción, el aumento de la demanda y una merma en las importaciones debido a las trabas en los puertos y el descenso en la entrega de dólares oficiales.
La Venezuela que deja Chávez vive una crisis productiva: produce poco y depende de sus exportaciones de petróleo -paradójicamente, uno de sus principales clientes es Estados Unidos-, que representan el 90% de los ingresos de divisas del Estado. Venezuela tiene petróleo para los próximos 300 años, pero además es rica en otros recursos naturales, como el oro, diamantes, hierro o aluminio, que los expertos aseguran que no han sido explotados adecuadamente por las autoridades.
Con su política petrolera, el mandatario contribuyó de forma decisiva a sacar a la OPEP de una profunda crisis y a elevar los precios del crudo. El barril de petróleo pasó de 16 dólares en 1999 a 106 actuales. Con los ingresos petroleros, Chávez financiaba la maquinaria del estado, incluidos los programas sociales de salud, vivienda y alimentación que promovió para las clases más desfavorecidas.
Un antes y un después 2002 marcó un antes y un después en su gobierno. Tras superar un golpe de Estado, a finales de ese año comenzó un paro en el sector petrolero que se alargaría durante meses y que pondría al país en riesgo de quiebra. Entonces, el mandatario dio un golpe de mano y se hizo con el control de la industria petrolera, echando a cerca de 20.000 trabajadores que sustituyó, entre otros, con militares. En 2004 puso al frente de la estatal PDVSA a Rafael Ramírez, uno de los hombres fuertes del chavismo.
El Ejército y el petróleo se constituían como los pilares de su gobierno y el encono con la oposición se profundizó. Con un lenguaje agresivo y con la convicción de su misión libertaria, Chávez no perdía ocasión para atacar a la oposición y a EEUU, a los que calificaba de "golpistas" y denunciaba una conspiración tras otra contra él. La crisis petrolera provocó una masiva fuga de divisas y el Gobierno decretó un férreo control cambiario que aún perdura. Precisamente, hace un mes, el Gobierno devaluó su moneda de 4,3 bolívares por dólar a 6,3 bolívares, en lo que ha sido el quinto ajuste desde 2003.
La gestión económica del Gobierno chavista ha sido uno de los aspectos más criticados. El PIB venezolano creció el año pasado un 5,5%, pero el gasto público se ha disparado en los últimos cinco. La deuda pública se sitúa en 100.000 millones de dólares. En los presupuestos para este año, el Gobierno se ha propuesto crecer un 6%, mantener el paro en 7-8% y bajar la inflación, que en estos momentos está al 20%, hasta el 15%. Existe una coincidencia en que "el Gobierno de Chávez no ha sabido aprovechar la bonanza petrolera".
Pero además de superar las profundas divisiones entre chavistas y antichavistas y llevar adelante una buena gestión de la economía, el Gobierno post-chavista tiene el reto de atacar un problema que el líder bolivariano no fue capaz: el de la criminalidad. El número de fallecidos ha ido en aumento en los últimos años y en 2012 superó los 21.000. Muchos ciudadanos, principalmente en Caracas, viven con miedo y exigen al Gobierno medidas eficaces para vivir en paz.