Italia se encamina hacia el peor escenario económico posible el de un Gobierno sin mayoría clara en el Senado que tendrá que hacer frente a la crisis e hipotecar sus reformas a las condiciones de los distintos partidos.
El bloqueo del Senado, que hace muy difícil la formación de un Gobierno y contra el que hay quien ya pide nuevas elecciones, no hará sino prolongar la particular situación que vivía el Ejecutivo saliente, presidido por el tecnócrata Mario Monti, que, aunque contó con el apoyo internacional a sus reformas, vio una y otra vez cómo quedaban sustancialmente cambiadas por los grupos del Parlamento.
De hecho, la hipoteca parlamentaria que pesaba sobre el Gobierno tecnócrata, llegado al poder en noviembre de 2011 para poner orden en las cuentas públicas, propició la dimisión de Monti y el adelanto electoral, una vez que el partido de Berlusconi le retiró su apoyo.
La última gran medida aprobada por el Ejecutivo tecnócrata, los Presupuestos para este año, fueron el ejemplo más visible de esta intervención de los partidos, pues el texto que salió finalmente del Parlamento poco tenía que ver con el aprobado por el Ejecutivo, con la supresión, entre otras, de la reducción del IRPF (sobre las rentas del trabajo) para las rentas más bajas que quiso Monti.
Este preocupante escenario no solo en lo político, sino también en lo económico, tuvo su reflejo inmediato este martes, con una resaca electoral que hizo dispararse la prima de riesgo de la deuda italiana por encima de los 330 puntos básicos, que el Tesoro italiano tuviera que pagar más por colocar bonos a 6 meses y que se desplomara la Bolsa de Milán.
Los mercados se habían mantenido tranquilos en los últimos meses con la esperanza, según los analistas, de que, como todas las encuestas vaticinaban, el centroizquierda reformista de Bersani fuera claro ganador de las elecciones y tuviera que recurrir a Monti para un eventual pacto, ahora insuficiente en el Senado.
Pero si algo demuestran los resultados de estos comicios es que los italianos han expresado un voto protesta contra la política tradicional, en primer lugar, siendo el Movimiento 5 Estrellas del cómico Beppe Grillo el partido más votado en la Cámara Baja, y el rechazo a la austeridad europea después, con el decepcionante apoyo recibido por Monti y la remontada de Berlusconi.
Y es quizá aquí donde se ve el casi imposible encaje que tienen, de un lado, unos candidatos que han asegurado no prometer "fábulas" durante la campaña, como Bersani o Monti, con otros, como Grillo o Berlusconi, quien se jugó las elecciones a la carta de la devolución de lo pagado por la tasa a la primera vivienda y su supresión después de que los tecnócratas la recuperaran.
Berlusconi, que en los últimos meses había coqueteado, incluso, con una hipotética salida de Italia del euro, ha centrado su discurso en la campaña en el ataque a la austeridad impuesta por una "egoísta" Alemania que, según él, se beneficia de la crisis financiera que sufren sus socios del sur de Europa.
El punto de encuentro entre este discurso y el reformista "proeuropeo" de Bersani parece casi imposible de encontrar, al menos en términos económicos, toda vez que el tercero en liza, Grillo, ya ha manifestado su intención de poner obstáculos al Gobierno. Si bien las soluciones parecen ahora más lejos, los retos económicos que Italia tiene por delante siguen siendo los mismos: crecimiento económico, revisión de su sistema fiscal y la reducción de su elevada deuda, que se prevé que este año se eleve al 127,1 % del Producto Interior Bruto. El crecimiento es quizá el más importante, pues a la actual crisis económica, que se prevé que eleve el desempleo al 12% en 2014 y que deje una recesión del 1% este año, Italia suma una década anterior de muy débil crecimiento. Con todo, el déficit público italiano no es gran preocupación, pues el Gobierno saliente estima que cerrará 2013 en el 1,6% con la posible necesidad de un nuevo plan de ajuste, y la gran atención del saneamiento de las cuentas públicas se centra ahora en la deuda.