SEÚL. Park ha hecho historia al llegar a la jefatura de Estado de un país en el que el 80 por ciento de los diputados son hombres y la inmensa mayoría de instituciones y empresas apenas cuentan con representación femenina en sus órganos directivos.

La imagen de la presidenta está inseparablemente ligada a la de su padre, Park Chung-hee, cuyo gobierno autoritario durante los 60 y 70 es recordado tanto por los notables progresos que propiciaron el "milagro económico" del país como por la dura represión de las libertades ciudadanas y graves violaciones de los derechos humanos.

Admirada sobre todo por las personas de edad avanzada nostálgicas de las políticas de su padre pero con escasas simpatías entre los jóvenes, Park Geun-hye, del partido conservador Saenuri, se impuso en las elecciones del pasado 19 de diciembre a su rival del Partido Democrático Unido (PDU), el progresista Moon Jae-in.

Park, que también ha asumido automáticamente el cargo de comandante en jefe del Ejército, sustituye al frente de Corea del Sur a Lee Myung-bak, un compañero de partido con el que en los últimos años ha marcado distancias al alinearse con diputados disidentes y oponerse a varias iniciativas estatales.

El desgaste de Lee Myung-bak al final de su mandato por la desaceleración del crecimiento económico, el desempleo juvenil y varios casos de corrupción que salpicaron a sus familiares llevaron a Park a alejarse aún más de las políticas de su antecesor.

De hecho, las promesas que Park realizó en campaña y que tras su victoria se ha comprometido a cumplir denotan un giro centrista, al proponer tanto un mejor reparto de la riqueza en el ámbito nacional como un mayor acercamiento a Corea del Norte en política exterior.

Sin duda, la prueba nuclear que Corea del Norte realizó el 12 de febrero y el anterior lanzamiento de un cohete de largo alcance en diciembre amenazan con dificultar la consecución de los planes conciliatorios de Park, que incluyen medidas como la creación de centros de cooperación en Seúl y Pyongyang para una comunicación más directa.

En todo caso, la primera mandataria surcoreana ha remarcado que, a pesar de buscar el acercamiento con el Norte, potenciará la defensa del país para asegurarlo ante posibles "provocaciones" norcoreanas, sobre las cuales aplicará una política de tolerancia cero.

Park Geun-hye ya tiene experiencia en lidiar con el vecino régimen comunista, tras haber logrado reunirse en 2002 en Pyongyang como líder de un comité parlamentario con el fallecido Kim Jong-il.

Admiradora de la reina Isabel I de Inglaterra, Park tiene fama de mala oradora (algunos medios la bautizaron como "princesa del cuadernillo" porque rara vez pronuncia un discurso sin leerlo) y un carácter considerado por sus detractores excesivamente rígido y atribuido por muchos a los duros episodios que vivió en su juventud.

El primero fue el asesinato de su madre en Seúl en 1974 (Park contaba 22 años y se acababa de graduar en ingeniería eléctrica) a manos de un norcoreano de origen japonés.

Este suceso la obligó a asumir el papel de primera dama del régimen durante cinco años hasta 1979, año en que su padre fue asesinado a manos de su propio jefe de Inteligencia.

La presidenta de Corea del Sur, que nunca se ha casado ni tiene hijos, estuvo durante dos décadas apartada de la vida pública hasta ocupar un escaño en el Parlamento en 1998, y a partir de entonces comenzó su escalada en las filas conservadoras.

Cuatro legislaturas consecutivas la convirtieron en una veterana política que hoy ha visto cumplido su sueño de convertirse en la primera mujer que ocupará la Presidencia de la cuarta economía de Asia.