Washington. A una semana de que venza el plazo para que EEUU caiga en el denominado precipicio fiscal, la esperanza es que las negociaciones entre el presidente Barack Obama y los republicanos se retomen de inmediato tras el parón navideño. Este tema ha desembocado en una grave crisis política que puede convertirse en una peligrosa situación económica si no se llega a un acuerdo antes del 1 de enero, hoy milagroso, que evite masivos recortes de gastos y subidas de impuestos. Divididos los republicanos, impotentes los demócratas, todo queda ahora en manos del presidente Obama, que probablemente tendrá que elegir entre violar sus promesas electorales o aceptar los riesgos del llamado precipicio fiscal.
Antes de parón navideño, Obama pidió a los líderes del Congreso reflexionar durante este periodo de receso y se mostró convencido de que podría llegarse a un acuerdo bipartidista antes de la fecha límite. "Llámenme optimista, pero si todos ceden un poco, podremos lograr el pacto que proteja a la clase media", aseguró. La realidad no parece tan halagüeña. A pesar de contar con la mayoría, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, fracasó la semana pasada, incluso, en una votación sobre su propia propuesta presupuestaria ante la insubordinación de la extrema derecha republicana. Reconociendo su incapacidad, Boehner y los congresistas, muchos de ellos miembros del Tea Party que se oponen a cualquier subida de impuestos, se fueron de vacaciones y dejaron Washington en medio del desconcierto.
En el Senado, las opciones de éxito no son mucho mayores. El mandatario deberá entenderse en la cámara Alta con el líder de los republicanos, Mitch McConnell por lo que se prevé que no haga concesiones a la Casa Blanca.