Cabimas (Venezuela). El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha vuelto a la carretera con su caravana en busca de votos para las elecciones del próximo domingo, 7 de octubre, y con ello la esperanza de miles de seguidores de que se resuelvan los problemas que tanto les preocupan. Tras días de campaña a medio gas, Chávez decidió recuperar sus marcha el viernes en Maturín (oriente), el sábado en Guarenas (a las afueras de Caracas) y el domingo en Cabimas, en el oriente del país, en un periplo en el que ahora viaja a su tierra natal Barinas y que finalizará en Caracas el jueves, con el cierre de campaña.
No es Fátima ni Lourdes pero centenares de personas acuden a los actos de Chávez con la esperanza de que sus peticiones lleguen al presidente y que alguien le dé una solución a los problemas.
Muchas horas antes de que Chávez aparezca, las cortas cornisas que flanquean las calles de Cabimas comienzan a cobijar a cientos de chavistas venidos de diferentes puntos del estado petrolero del Zulia que se guarecen del inclemente sol oriental.
Una de ellas es Yomaini Batista, de 38 años, que salió por la mañana de Maracaibo con su colectivo para estar en Cabimas, a unos 30 kilómetros de la segunda ciudad venezolana. "De forma espontánea", añade una compañera que no se identifica. "Venimos a ver al comandante y a darle una cartita", reconoció Batista al explicar que necesita que le resuelva "lo de la casa", en alusión a una vivienda que lleva esperando hace ya tiempo, según cuenta.
"¡maripili, ayuda a mi hija!" Cerca de allí, ministros y colaboradores de Chávez empiezan a aparecer y para algunos eso es suficiente para abrir el rosario de peticiones. "¡Maripili, ayuda a mi hija!", grita un hombre entre el público. La ministra de Juventud, Maripili Hernández, oye la llamada desde un camión a unos 20 metros, se baja y se acerca a un hombre que le da una carta, mientras le explica los problemas de su pequeña.
Con la música a todo volumen y un calor inclemente que pone los termómetros, según dicen los presentes, en los 40 grados, Chávez hace su aparición mientras comienza un peculiar espectáculo musical que se desarrolla en tarimas dispuestas cada cien metros, mientras vuelan globos y un confeti que lo cubre todo.
El presiente venezolano, de 58 años y aspirante a la tercera reelección, comienza a ser asediado por decenas de seguidores que armados con cartas y peticiones envueltas en bolas de papel que tratan de llegar por una vez en su vida junto al comandante al precio que sea.
No faltan carteles como el de un maestro de la misión educativa Robinsón que le pone al corriente de que lleva un año y siete meses sin cobrar.
para que chávez les toque Desmayos, empujones, madres que exponen a sus hijos tratando de que Chávez los toque o los bese convierten la marcha en un peligro entre cámaras de fotos, celulares y una histeria que aparece en rostros con lágrimas o demudados, en medio del desbocado volumen de la música. "Esto es como la Fiesta de San Benito", dijo William, un estudiante de 26 años de seguridad industrial. Finalmente Chávez llega a la tribuna principal y se une al grupo de músicos que entonan sus canciones de campaña con una guitarra en la mano y haciendo el ademán de seguir las notas de la tonada. Luego canta el himno nacional y comienza su discurso hasta que un grupo de seguidoras le grita: "Chávez te amamos". "¿Me aman ustedes? (...) saben que yo los amo infinito", responde, y prosigue su alocución llamándoles a votar el 7 de octubre, para que pueda seguir gobernando hasta el 2020.
A las afueras de Cabimas muchos kilómetros más allá del acto de Chávez cuatro personas aguardan junto a la carretera apenas alumbrados por los focos de la unidad educativa en la que trabajan mientras sostienen dos carteles en las manos.
En uno dicen: "La entrada no sirve. Parte del personal no cobra"; en la otra: "Vota por Chávez, corazón de mi patria"