Bergen. Con una experiencia de 60 años en mediación de conflictos, pionero en los estudios sobre la paz y más de un centenar de libros publicados sobre esta materia -ahora está terminando Peace Economics-, Johan Galtung (Oslo, 1930), cuya nieta salvó la vida en Utoya escondiéndose de Breivik en el bosque, sigue insistiendo hoy en que el caso del islamófobo de 33 años no es aislado, y que Noruega no está a salvo de los extremistas. Con residencia en L´Alfàs del Pi, Tokio (de donde es su esposa) y Washington, ahora se encuentra en Ginebra. Galtung se expresa en castellano con rotundidad y cierta ternura a la vez. Pues cree que hay que analizar los ataques de Breivik "más allá del paisaje sociológico de Noruega" y, a nivel planetario, entrar "en diálogo con el Islam, y con los extremistas de la derecha. El método de resolución no es policial".
Parece que a Breivik, y a bastantes noruegos, les alegró que no le declararan enfermo mental.
Los psiquiatras no son conflictólogos. No sólo Breivik, otros sujetos se convierten en monstruos cuando se toca el conflicto. Eso pasa con todos nosotros, y con él, mucho más.
¿Sería como los psicópatas, que dan una imagen de equilibrio en la vida cotidiana?
Él tiene dos campos, uno sano y otro insano. Con ese veredicto se ha querido normalizar esta psicopatología del extremismo. En Noruega tenemos un problema: sí hay solidaridad con las víctimas, pero no están haciendo nada con los casos como el de Breivik.
El año pasado me adelantaba que en su país hay un problema, que en parte tiene que ver con los norteamericanos. He podido comprobar en Noruega que tienen una relación muy estrecha con Estados Unidos.
Noruega es uno de los países más fieles a EE.UU., participando en todas las acciones militares de un modo u otro. La premisa principal fue: "Hay que hacerlo para conseguir la protección de EE.UU. cuando vengan los rusos". El problema, que no han venido tras los mil años de nuestro ataque (vikingos) a ellos, pero este miedo es bien mantenido en los medios y los expertos. Es posible negociar con ellos. Además, hay un pro-americanismo general, con EEUU como modelo, una imagen hoy en crisis.
En mi periplo por Oslo, zona de fiordos y Bergen me ha sorprendido que las personas consultadas no sentían una gran rabia o revanchismo hacia Breivik. ¿Es el espíritu del Peace Center y el Premio Nobel?
¡No! Si fuera un musulmán, un Ahmed, no un Anders, habría rabia sin límites. A mi juicio, no entienden el hecho, ni saben cómo reaccionar. Es un misterio todo, y prefieren mostrar solidaridad con las víctimas, rabia hacia la Policía y reacciones hacia los psiquiatras.
También extraña que en el aeropuerto de Oslo no haya controles de entrada, y que la policía parezca relajada, y sin armas muchas veces. ¿El 22-J no ha servido de lección de que en su país, por pacífico que sea, también puede haber crímenes?
Sí, pero menos de la mitad de la policía saben utilizar armas -en nuestra experiencia eso es suficiente-. Breivik fue algo totalmente fuera de lo posible, de ahí la falta de comprensión y reacción.
Por ejemplo, en el centro de Oslo cada vez hay más gitanos rumanos que roban. En un país en el que nadie se muere de hambre...
Es que eso entienden los noruegos: extranjeros sucios, etc. No entienden un monstruo noruego en guerra contra sus compatriotas.
Y está el caso de la adolescente Sigrid, desaparecida y muerta. Y otros crímenes, aunque menos numerosos que en otros países. Pero los noruegos parecen muy pacíficos y confiados.
En esto los noruegos son como otros: se trata de crímenes regulares de noruegos contra noruegos, dentro de lo comprensible.
En Oslo me dijeron que la dimisión del jefe de Policía ha sido un gesto de los políticos, una forma de mantener buena imagen.
Un sacrificio ritualista, nada más. Una cabeza para las masas, pero no ha funcionado: nadie le culpa a él, sino al Gobierno y a la Policía en general.
Cuando hablamos en julio de 2011 ya dijo que la Policía noruega debía dimitir. ¿Qué opina ahora?
La Policía secreta, sí. Son ciegos en el ojo derecho mientras que el ojo de la izquierda es tan bueno que ven cosas no existentes. Hay que tener gente más equilibrada.
El pasado año decía que no le había resultado una sorpresa lo ocurrido en Oslo y Utoya. Que el extremismo está ahí...
Sí, en Europa, que está en declive, una parte de la derecha se manifiesta con la defensa del islamismo, y otra, manteniendo el viejo sistema, imperialista, que tiene muy poco de democrático. Esa derecha, que está fuerte, alberga suficientes locos con una ideología loca. De la derecha se pasa al extremismo. Y hay muchos noruegos en la vecindad de este extremismo. Apoyan la participación de Noruega en la guerra de Afganistán, pero la violencia contra los noruegos no era previsible. La sentencia de Breivik no normaliza la violencia, sino la ideología subyacente. Es algo serio.
El caso es que, entre inmigrantes y turistas, Noruega es como una pequeña ONU...
No es una pequeña ONU, Noruega está entre los países más homogéneos. Pero está perdiendo la homogeneidad, y de ahí sale el racismo.
¿Qué tal está su nieta ahora? ¿Se recuperó bien del shock?
Ella, mi nieta, es muy fuerte. Ha pasado sus exámenes de Derecho con las mejores notas. Todo bien, ¡gracias!