Holanda ha celebrado más elecciones anticipadas que nadie en la última década, nada menos que cinco. Pero ninguno de sus gobiernos desde hace catorce años ha conseguido completar con éxito la legislatura en una muestra clara de lo frágiles que suelen ser las coaliciones de gobierno en este pequeño y fragmentado país de centro Europa. Hoy sus ciudadanos vuelven de nuevo a las urnas, tras una intensa campaña electoral absolutamente dominada por la eurocrisis, las medidas de austeridad, los planes de rescate y el hartazgo de los holandeses a seguir pagando la factura de lo que consideran desmanes de los países del sur. Los dos nombres que suenan con más fuerza para ocupar el cargo de primer ministro son: Mark Rutte, primer ministro saliente y jefe de filas de los liberales del VVD desde 2006, y el laborista y carismático Diederik Samson, ex miembro de la organización Greenpeace y máximo responsable del Partido de los trabajadores (PVDA). De esta elección dependerá en buena medida de si la Eurozona se reafirma en las políticas de austeridad como solución a la crisis, tal y como defiende Alemania, o empieza a propagarse el aire fresco que pretende insuflar el presidente francés, François Hollande, con una política más centrada en el estímulo y la cohesión que en la disciplina. De momento, las encuestas sitúan a ambos políticos en una carrera muy igualada. La última realizada por Ipsos el pasado 8 de septiembre otorga a cada uno de ellos 35 escaños, dentro de un parlamento de 150 en el que se requieren de 75 escaños para gobernar. Así que ambos líderes siguen pendientes de lo que los indecisos, entre el 30 y 40%, puedan decir. Por eso, está previsto que apuren hasta el último minuto para arañar el máximo número de votos posible.
Ni Rutte ni Samson dan la batalla por perdida ni mucho menos están dispuestos a hablar de una posible coalición entre las formaciones que ambos dirigen. De hecho, el liberal holandés ha utilizado sus últimas intervenciones en la televisión pública para recalcar que sigue siendo partidario de la disciplina fiscal que tanto ha defendido en alianza con la canciller Angela Merkel y que la victoria de una formación como la que lidera Samson significará más crisis, más paro y la alianza con un país, Francia, muy endeudado y con un limitado crecimiento económico. Un claro intento por arañar votos a los partidos más escorados a la derecha. "Se que se quiere dar la impresión de que formaremos una coalición pero es una auténtica basura", llegó a decir Rutte en la televisión.
Samson, la revelación La misma estrategia mantiene Samson, un político moderado que ha dado la campanada en estas elecciones y ha calado en el electorado con un discurso honesto sobre Europa, al recordar que tiene mucho más en común con el partido socialista, que representa a la izquierda más radical, que con los liberales. Y es que frente a la negativa de Rutte a apoyar un tercer plan de rescate para Grecia, el laborista opina que es necesario dar más tiempo al gobierno heleno para que cumpla con sus compromisos de ajustes y reformas. "No hemos cerrado ningún acuerdo. Hay muchas otras opciones de gobierno con las que podríamos formar gobierno", declaró durante el último debate el lunes un político que ha conseguido hacer sombra a la izquierda más radical y hasta ahora más popular.
Pese a esta manifiesta enemistad preelectoral, la mayoría de los analistas consideran que la coalición de gobierno más probable y más fuerte sería la formada por el VVD y PDVA, acompañados de los liberales de izquierdas de D66 a quienes los sondeos conceden 11 escaños. Esto significa que la conocida como coalición púrpura, que ya dirigió el destino de los holandeses entre 1994 y 2002, podría ser realidad con 81 de los 150 escaños de la cámara, una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar en un país donde el sistema electoral es proporcional. Las negociaciones se auguran complicadas y largas. En 2010 se necesitaron 127 días para acordar un gobierno.