LONDRES. El nuevo enviado especial de la ONU y la Liga Árabe para Siria, Lakhdar Brahimi, calificó ayer su misión en ese país de "casi imposible" por la escalada de la violencia. En una entrevista con la BBC al asumir el puesto dejado por el ex secretario general de la ONU Kofi Annan, el diplomático argelino admitió que tiene por delante una labor muy difícil y tiene temor por el "peso" de la responsabilidad que tiene. "Llego a este trabajo con los ojos abiertos, sin ilusiones. Sé lo difícil que es, casi imposible. No puedo decir imposible, (sino) casi imposible", señaló Brahimi a la BBC en Nueva York.
Según fuentes de la oposición siria, al menos 20.000 personas han muerto desde que estallara el conflicto en Siria el pasado marzo. "Estoy asustado por el peso de la responsabilidad. La gente ya está diciendo que hay muertos y (está preguntando) ¿Qué está usted haciendo?", comentó Brahimi, quien ha ocupado varios puestos en la ONU, incluido el de enviado para Afganistán. "Y no estamos haciendo mucho. Eso en sí mismo es un peso terrible", puntualizó.
El nuevo enviado para Siria calificó, además, al Gobierno del país árabe de "intransigente" ante la escalada de la violencia y dijo que hay una parálisis en el Consejo de Seguridad de la ONU, en el que China y Rusia han vetado varias resoluciones destinadas a presionar a Damasco a que acabe con los enfrentamientos internos. Al mismo tiempo, Brahimi dijo que espera mantener el plan de paz de Annan, con una posible adaptación, si bien admitió que tiene "ideas pero todavía no un plan". Agregó que un cambio político en Siria es "fundamental y urgente", pero -señaló- "el cambio no debe ser cosmético". Brahimi también trató de mantener distancia con los rebeldes sirios al afirmar que no se unirá a ellos puesto que "estoy trabajando para dos organizaciones internacionales, las Naciones Unidas y la Liga Árabe". Desde el pasado julio, las fuerzas del Gobierno sirio y de los rebeldes mantienen fuertes enfrentamientos en Damasco.
presidente de la cruz roja Mientras tanto, el nuevo presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Peter Maurer, comenzó ayer una visita de tres días a Siria, donde será recibido por el presidente Bachar Al Asad, con quien abordará la situación humanitaria en el país. Al frente del CICR desde el pasado 1 de julio, Maurer llegará a Siria en un momento crítico por los estragos de más de año y medio de conflicto interno, que su entidad considera formalmente una guerra civil y que no ha cesado de intensificarse en los dos últimos meses. Entre los asuntos más urgentes que el responsable de la Cruz Roja Internacional abordará con las autoridades sirias está el de las dificultades que encuentran tanto sus colaboradores como los de la Media Luna Roja siria para ayudar a las víctimas de la violencia armada. >efe