WASHINGTON. Ambos han desarrollado la mayor parte de su vida profesional en los pasillos del Congreso en Washington, donde llegaron con apenas 28 años en el caso del congresista Paul Ryan, y de 30, en el del actual vicepresidente, Joe Biden.

Y, sin embargo, los dos siguen empeñados en mantener una imagen provinciana distanciada de los círculos del poder de la capital estadounidense y se muestran orgullosos de sus raíces en ciudades no muy populosas de clase media.

Tanto los abuelos como los padres de Paul Ryan, de 42 años, vivieron en Janesville, Wisconsin, pequeña ciudad de poco más de 60.000 habitantes en la que aún reside el congresista con su mujer y sus tres hijos.

Aunque es conocida su pasión por el trabajo que le lleva a dormir en la oficina del Congreso para apurar el tiempo en la capital estadounidense, lo cierto es que Ryan regresa a Wisconsin siempre que puede.

Por su parte, también el vicepresidente Joe Biden, de 69 años, prefiere retirarse a su casa familiar de Wilmington, Delaware (noreste de Estados Unidos), para descansar.

De hecho, sus habituales viajes diarios de ida y vuelta en tren hasta Washington han provocado que se renombre la estación de la ciudad en su honor: Joseph R. Biden, Jr. Railroad Station.

Otro punto en común es que ambos se declaran católicos practicantes y tienen ascendencia irlandesa.

Paradójicamente, tanto Ryan como Biden también coinciden en su compleja relación con los preceptos de la religión que profesan, aunque por diferentes motivos.

Ryan, conocido principalmente por ser autor de un drástico plan de reducción del déficit que incluye una privatización parcial del Medicare, el programa social federal para ancianos y jubilados, ha sido criticado por la jerarquía católica de Estados Unidos.

La Conferencia Católica de Obispos de Estados Unidos ha enviado varias cartas a Ryan y otros legisladores republicanos en el Congreso alertados por los efectos de estos planes de recorte en la gente "más pobre y vulnerable".

Biden, por su parte, ha tenido encontronazos con la iglesia católica por sus opiniones progresistas acerca del aborto y el matrimonio homosexual.

De hecho, un comentario de Biden el pasado mayo en un programa de televisión donde afirmó que se encontraba "absolutamente cómodo" con el matrimonio homosexual provocó que el propio presidente estadounidense, Barack Obama, diese un paso al frente tras haber afirmado que su posición sobre el tema estaba "evolucionando".

Tras la "metedura de pata" de su "número dos", Obama se vio obligado a reconsiderar su postura y concluir poco después que era "importante" para él "dar un paso adelante" y afirmar que "las parejas del mismo sexo deberían poder casarse".

También el ímpetu de Ryan, próximo al neoconservador movimiento del Tea Party, ha llevado a su "jefe" a adoptar un perfil más marcado.

Especialmente en el plano fiscal, donde el aspirante republicano a la Casa Blanca, Mitt Romney, era percibido como excesivamente moderado, dado su historial como gobernador del estado de Massachusetts donde pasó una reforma sanitaria similar a la lanzada por Obama.

Por último, y aunque ambos tienen fama de buenos negociadores, no han ahorrado mordaces ataques contra sus oponentes y han asumido con facilidad el papel de látigo en la batalla dialéctica.

"Debemos dejar de gastar el dinero que no tenemos (...) El presidente Obama está empeorando la situación, y está llevando a nuestros hijos a un futuro limitado", afirmó Ryan poco después de ser nombrado por Romney como candidato a la vicepresidencia.

Por su parte, Biden revolucionó la campaña esta semana al afirmar, en un mitin con cientos de afroamericanos en Virginia, que las políticas republicanas "les van a poner a todos ustedes cadenas en los pies de nuevo".

La campaña de Romney atacó rápidamente a Biden por las connotaciones sobre esclavitud de la frase, pero el vicepresidente respondió sin mostrar el más mínimo arrepentimiento, cómodo en el cruce de acusaciones.

"Si quieren saber lo que es indignante, son las políticas (republicanas) y los efectos de sus políticas en la clase media de Estados Unidos", sentenció.

Ryan no tardó en responder y calificó la frase de Biden de expresión de la "desesperación" de la "campaña" demócrata.

E ironizó sobre el lema de la campaña de Obama en 2008 y su legado tras cuatro años de mandato: "Hemos pasado de la esperanza y el cambio al enfado y la división, a la culpabilidad y el ataque".