Moscú. Las autoridades rusas realojan en orfanatos a la mayoría de los niños que vivieron durante años bajo tierra en una secta musulmana desmantelada en Kazán, capital de la república de Tatarstán.
Por lo menos una quincena de niños, hasta 27 según algunas fuentes, fueron rescatados esta semana de las profundidades de una vivienda a las afueras de esa ciudad rusa, donde vivían sin ver la luz del día y algunos desde hace más de diez años. "Los niños tienen miedo. Después de todo lo sucedido temen lo que les pueda pasar", dijo ayer Fana Sayánova, una integrante de la secta al canal de televisión ruso en inglés RT.
Los adultos, que llevaban años sin ver a un médico, se resistieron a ser atendidos por los servicios sanitarios y defendieron a ultranza su modo de vida asceta y aislado. "Lucháis contra el mismísimo Alá", exclamó un hombre ante la cámara de televisión. Rastiam Bakírov, médico jefe del hospital municipal de Kazán, recordó que el día que atendieron a los sectarios "una mujer tuvo un aborto, por lo que recibió asistencia en el lugar (en los sótanos del inmueble)". "Costó mucho convencerla de que necesitaba ayuda", reconoció.
Más de 60 seguidores, liderados por Faizarjman Sattárov, un anciano de 83 años, vivían en unas catacumbas de ocho niveles construidas en forma de laberinto en el subsuelo de una vivienda. Las autoridades contaron 30 habitaciones de seis metros cuadrados cuando llegaron para registrar la residencia de una secta cuya existencia todos conocían, pero nadie reunía la determinación para desmantelarla.
CALIFATO Solo después del asesinato el pasado 19 de julio del muftí de Tatarstán, Ildus Faizov, tiroteado en la puerta de su domicilio, se interesaron las autoridades de la histórica región rusa de mayoría musulmana en esta y otras organizaciones islámicas no tradicionales. Tanto las autoridades civiles como religiosas de Tatarstán sabían que Sattárov, un imán mimado por el régimen soviético, se había autoproclamado profeta del Islam para reunir a decenas de seguidores y guiarlos hacia una vida bajo tierra en un califato que instauró en el subsuelo de su vivienda.
"Durante muchos años no pudimos acceder al interior", reconoció al diario digital Gazeta.ru la portavoz de la Fiscalía de Kazán, Irina Petrova. Después del asesinato, las fuerzas del orden se presentaron en el califato de la sectarios, autodenominados como Faizarjamanitas en honor a su líder, al que llegaron buscando armas, pero se encontraron con una comunidad religiosa que vivía en las tinieblas.