Buenos Aires. Eva Perón, Evita lanzó su último discurso en el verano del año 1951, que se quedaría grabado en la mente de todos los argentinos. Sesenta años después de su muerte trágica y prematura, el mito de Evita sigue más vivo que nunca. Esta mujer se ha convertido en un referente para la izquierda argentina, para el peronismo y para todas las mujeres que se lanzan a la arena política, incluyendo a Cristina Fernández de Kirchner, que se acostumbró a aparecer públicamente con una imagen suya como trasfondo.

Evita incomodaba por su discurso revolucionario, no por sus vestidos. Fue un personaje político disruptivo, que colocó por primera vez y para siempre dos temas en la agenda política: el papel de la mujer en la política y la cuestión social.

Hija ilegítima, estigmatizada por ello en su infancia, nació en el seno de una familia pobre de la provincia de Buenos Aires y desde muy joven se rebeló ante la injusticia social. Ese origen popular no gustó a la alta sociedad de la época, pero, no fue eso lo que le granjeó la inquina de la Iglesia católica y las oligarquías: fueron sus ideas revolucionarias y, sobre todo, su labor al frente de la Fundación Evita, desde la que consiguió más en cuatro años de lo que habían logrado en décadas las corruptas instituciones católicas de beneficencia que controlaban las señoras de alta alcurnia.

Su enfermedad y temprana muerte en 1952, hizo ayer jueves 60 años, en plena gloria política, solo hizo crecer una figura cargada de poder simbólico, la luchadora hecha a sí misma, la chica pobre de provincias que quiso ser actriz. El secuestro de su cadáver, que pasó 14 años deambulando de un lugar para otro, solo aumentó la dimensión de ese mito. Los enemigos de Perón, los mismos que en 1951 habían dirigido un golpe de Estado contra la figura de Evita, bombardearon el lugar donde ella murió para impedir que se convirtiera en un lugar de peregrinaje, y llegaron a prohibir por decreto que se mencionasen los nombres de Eva y Juan Domingo Perón.

En su viaje a la España franquista en 1947, el mismo año en que las mujeres argentinas vieron reconocido su derecho al voto, Evita relató que se había enamorado del pueblo español, que la recibió con cariño y agradecimiento por la ayuda que el país prestaba a España.